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Chocheo de Estado

Líderes políticos en confinamiento: cuando un tuit vale más que mil palabras

Javier Aroca

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Causaron sensación -aunque sólo en las almas democráticas sensibles-, las palabras contundentes y cargadas de razón del líder de la oposición portuguesa, Rui Rio. Entre los demócratas no fue discutido llegar al consenso de que se trataba de un discurso con sentido de Estado.

Sentido de Estado que en estos momentos adquiere un transcendental sentido, valga eso, porque como se puede advertir, y está en los manuales, el coronavirus y sus devastadoras consecuencias es el momento que estaba esperando la extrema derecha mundial, fascista y nazi, para dar la gran dentellada.

No solo se ha dado cuenta nuestro vecino ibérico. Es una reflexión ampliamente compartida entre los hombres de Estado. Entre otros Jacques Delors, un señor de más de noventa años que no chochea. Delors está en el imaginario europeo de una unión política y social de todos los ciudadanos de este rincón del mundo en donde surgió la Ilustración. Delors da la cara como siempre en favor de las libertades, sin vulgaridad orgánica ni golpes de opereta, y no chochea, insisto, porque supo retirarse sin pretender que nadie, nadie, lo considerara imprescindible.

De él, como catecismo de la izquierda europea, ha citado Udo Bullman, eurodiputado aleman y progresista, una reflexión de cabecera: “es particularmente importante actuar ahora, cuando asistimos a este auge de la extrema derecha populista”. El enemigo lo tiene claro.

No es una cuestión de edad

Jacques se supo retirar, sin ruido, sin traiciones ni deslealtades, ni golpes de orgullo. La aspiración de su hija, Martine Aubry, a la presidencia de la República fue un pequeño motivo pero resaltó su dignidad y su autoridad moral. Nunca tendrá Europa mejor presidente que Delors.

El chocheo no es una cuestión de edad, es, en el caso de ciertos políticos, un episodio traumático, incluso de la arrogancia llevada por las ansias de prevalecer, de seguir siendo decisivos, aunque sea para sus intereses cabilderos. Incluso, a veces, es cuestión de puros -ni sombra del inimitable Churchill- o hasta de pretensiones abdominales infantiles.

Prueba de ello, de que el chocheo no es cuestión de edad, es el gran patriota europeo Delors, pero si retrocedemos en la historia , ahí surge Winston Churchill.

No se quería ir, como casi nadie, pero supo irse. No permitió que su mengua de capacidades físicas e intelectuales perjudicaran a su país. No practicó el chocheo de Estado, fue un patriota leal y honesto.

Más joven supo ser responsable de sus actos, le costó el ser Lord Mayor del Almirantazgo tras el fracaso británico en Gallipoli frente al imperio otomano. Fue protagonista de la Gran Niebla de 1952, catástrofe ambiental que dejó -se admite-, 12.000 muertos en Londres, solo. Se salvó por su habilidad comunicadora. Pero luego reaccionó tomando las medidas que hubo de tomar a pesar de los intereses del lobby carbonero.

Se tomó, en su final, la vida viajando, amarrado a la literatura, eso sí, sin perder de ojo sus responsabilidades y mucho menos su honestidad. Por eso, cuando su sucesor Anthony Eden erró con la Guerra de Suez, Churchill, que no era partidario -salvo en alianza con los americanos-, nunca fue desleal, ni dejó de apoyar a los suyos frente a la ofensiva laborista. Tampoco hubiera sido posible el plan de golpe de Estado de 1968 en el Reino Unido. Murió años antes, pero su sola presencia moral intimidaba a cualquiera que no tuviera sentido de Estado, respeto a las instituciones, entre otras el gobierno legítimo, pero, sobre todo, su repulsa virulenta al fascismo. Es más, no hubiera consentido que su nombre sirviera de franquicia ni justificación para un golpe de Estado. Se hubiera alzado públicamente contra tamaña traición al pueblo.

Churchill y Delors, cada uno con su ideología, son ejemplos de lealtad a sus organizaciones y a sus ideas, de honestidad, de saber vivir sus edades, de tener claro que el enemigo de la democracia acecha.

Tienen hasta economato

El chocheo de Estado hispánico es otra cosa, singular, prefiere, eso sí, morir de una infección de coronavirus en el metro de Nueva York (han superado ya los 10.000 muertes) que en una residencia de ancianos de Madrid, porque piensan y sostienen que en Madrid manda el socialcomunismo y no una asociación de derechistas y ultraderechistas, privatizadores de lo de todos y comunistas cuando se trata de ellos.

El chocheo de Estado español cobra del erario público su paguita y no temporal sino para siempre y gira en torno a las puertas más engrasadas del capitalismo de pega hispánico, de subvenciones, prebendas y mangazos en forma de succión al Estado y sus ramificaciones. Como se decía antes, tienen hasta economato.

Los que chochean de Estado huyen como sabandijas a sus refugios playeros y dehesas, con el avión privado siempre dispuesto a cualquier reclamo. Pero no los esperen apoyando al gobierno legítimo, ni que sean leales. Ni lo son con este gobierno, ni lo fueron con el de Mariano Rajoy.

Mientras que los verdaderos hombres y mujeres con sentido de Estado, incluso con más de noventa años, no chochean y morirán peleando contra el auge del fascismo en Europa y España, y luchan dentro de la UE contra el autoritarismo en Hungría o Polonia, en España, el acoso y derribo a su gobierno constitucional es una excepción. Nadie en la UE se ha atrevido a considerar que en España su gobierno merece similar suerte a pesar de la fobia no oculta de los chocheantes contra el gobierno de coalición.

El sentido de Estado deja sentir su ausencia en España, el chocheo de Estado pesa ya como una losa. Como dijo Francis Bacon: es un placer estar en la ventana de un castillo (cortijo o playa diría en España) y ver la batalla y sus riesgos allá abajo.

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