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Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

La evolución del campo necesita del diálogo y la filosofía

El diálogo siempre abre una luz al entendimiento

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La filosofía (que viene del griego philosophia que significa “amor a la sabiduría”) es indispensable para tratar de llegar a entender el sentido de la vida, para estudiar la naturaleza de la realidad y de la existencia, y para establecer el comportamiento correcto e incorrecto. Es un campo muy importante para estudiar el comportamiento humano. Y dentro de ese campo, la agricultura también ha sido objeto de estudio.

“La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”, el filósofo Cicerón ya hacía esta reflexión sobre agricultura en los tiempos del Imperio Romano y aunque ya había filósofos que mostraban inquietud por la naturaleza como Tales de Mileto, Pitágoras, Sócrates, Platón o Arquímedes, entre otros, me ha resultado difícil encontrar estudiosos de la agricultura de esta época (aunque seguro los habrá, pero necesitaríamos muchas semanas para encontrarlos).

La agricultura ha sido una de las prácticas humanas que ha acompañado al hombre desde que fue arrojado a la tierra. Científicamente se puede comprobar que desde tiempos prehistóricos el hombre se ha alimentado de frutos, hortalizas, tubérculos y raíces. Antes de que el hombre probara la carne, los alimentos antes mencionados, formaban parte de su dieta, pues así lo demuestra F. Engels en una de sus obras El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y del Estado, que bajo la luz de ciertas investigaciones del antropólogo norteamericano Lewis H. Morgan se publicó en 1884.

La reflexión desde la filosofía agraria como disciplina de la vida crea una visión distinta en el sujeto

La agricultura siempre ha estado en el pensamiento del hombre, por ende, pensar en ella, es un acto completamente intrínseco. Hoy en día la inseguridad alimentaria vinculada con el crecimiento poblacional y los regímenes de producción y comercialización a gran escala, el control de la calidad de los alimentos, el agotamiento o reducción de recursos naturales y de la biodiversidad y la contaminación son, entre otros muchos factores y cuestiones, problemáticas que reclaman la atención de la filosofía.

La filosofía agraria es aquella aproximación que conduce al ser humano a acercarse a la tierra y por ende a la naturaleza. La reflexión desde la filosofía agraria como disciplina de la vida crea una visión distinta en el sujeto, especialmente en el sujeto posmoderno, quien ve a la tierra y la naturaleza como un medio y no como un fin en sí. A través de este nuevo concepto, el sujeto posmoderno injertará en su conciencia la agricultura como una alternativa de vida para sí y la verá como una de las actividades más nobles y destacadas de la humanidad.

La sociedad está cambiando. Lo hace, además, con gran rapidez, impulsada por el vertiginoso desarrollo tecnológico, por la comunicación urbi et orbi, continua, inabarcable, y por la disolución, al menos en parte, del pensamiento único, desarrollista e industrializador, de las últimas décadas. También por la espada de Damocles que el cambio climático ha colocado sobre nuestro pellejo y por el ardor activista de núcleos de pensamiento que hasta hace poco eran meramente testimoniales.

Si se quieren cambiar las dinámicas habrá que trabajar, y mucho, en pensamiento, relato y discurso

Hay cambios y son profundos. Cambios culturales, de valores, cambios éticos, y ha llegado el momento de preguntarse si el sector agroalimentario es consciente de ello y de cómo ha de asumir la nueva situación, que, sin duda e independientemente de otros enfoques, deberá observarse desde una perspectiva ético-filosófica si se quiere acertar con la respuesta.

La sociedad no toma sus decisiones por cuestiones técnicas, sino que principalmente lo hace por las ideológicas y morales. Si se quieren cambiar las dinámicas habrá que trabajar, y mucho, en pensamiento, relato y discurso. 

La cuestión es que lo que empieza como un planteamiento ético de adscripción individual –pongamos por caso la negativa a consumir proteína animal– puede acabar siendo una norma moral, de comportamiento generalizado. Un código de conducta para la población. De ahí la importancia de participar en los debates éticos e ideológicos desde su origen y el error de ignorarlos o menospreciarlos. 

En un contexto técnico, los términos ética y moral comparten origen etimológico y por ello a veces se identifican. Pero la realidad es que, aunque existen semejanzas entre ellos, también hay diferencias: mientras que la moral se puede definir como el conjunto de normas y valores que regulan el comportamiento de un ser humano, la ética es la reflexión filosófica y racional sobre el comportamiento moral del ser humano y sobre esas normas y valores que lo regulan. Así pues, mientras la moral nos indica qué debemos hacer, la ética nos invita a reflexionar sobre por qué debemos hacerlo.

El crecimiento de los productos veganos en los lineales de los supermercados como una señal inequívoca de que el cambio ético se está produciendo

¿Podría llegar a considerarse algún día el consumo de carne animal, por ejemplo, una práctica inmoral? La posibilidad real de que esto ocurra, si existe, está muy lejana. Podemos destacar tres retos éticos para el sector agroalimentario: producir con el menos deterioro y el menos desperdicio posible, no caer en la explotación de las personas y respetar el bienestar animal.

Pero esta afirmación no deja de poner de relieve lo que algunos consideran el principal talón de Aquiles de los productores de alimentos: su deficiente comunicación. Mientras esto sea así y no se participe activamente, reflexivamente y con buenos argumentos en el debate ético, la probabilidad de que el sistema alimentario actual sea percibido cada vez por un número mayor de personas como inmoral estará ahí.

Ejemplos menores ya existen. El consumo de alcohol al volante era asumido como algo normal hasta hace muy poco tiempo; hoy en día, la mayor parte de la población lo condena y lo considera intolerable. En este sentido, se percibe un optimismo y se ve el crecimiento de los productos veganos en los lineales de los supermercados como una señal inequívoca de que el cambio ético se está produciendo; hay un cambio de conciencia claro, en Suiza el 13% de la población ya es vegana, algunas cadenas de alimentación incluso hacen campañas veganas. 

La sociedad se ha desligado de los productores: come, pero no piensa en cómo se produce lo que come, y los productores se están explicando mal

Un principio ético se convierte en una prescripción social cuando es socialmente aceptado, explica Díaz del Campo, profesor de Ética y Responsabilidad Social Corporativa de la Uiversidad de la Rioja (UNIR): “Un ejemplo más o menos actual de ello lo tenemos en todo lo relacionado con la sostenibilidad y el cambio climático, en el momento en que la sociedad toma conciencia de ello, exige que se tomen medidas en esa línea”.

Y así pone el dedo en otra llaga: la exigencia medioambiental y la compleja relación que la sociedad mantiene con la naturaleza, que la quiere “cuidada, pero no salvaje”, un ejemplo de esta complejidad es la valoración que se hace de la actividad agraria, unas veces reconocida por su vinculación al medioambiente y otras, denostada por sus efectos sobre ese mismo medioambiente.

La sociedad se ha desligado de los productores (come, pero no piensa en cómo se produce lo que come) y los productores se están explicando mal. El individualismo y la comodidad, responsable de un cierto inmovilismo, perjudican notablemente a un sector primario ya erosionado por la edad media de sus integrantes y la falta de formación. En estas condiciones es muy difícil asumir los cambios y entender la evolución que está teniendo lugar.

Se necesita diálogo y participación de todas las partes que conforman el tejido productivo en el sector agrario

Los periodos de transición entre valores se caracterizan por la incertidumbre y porque abren una época de polarización y hasta de odio. Entiendo que siempre existe una posibilidad de diálogo. La fórmula: más razón y menos pasión. Hacer el ejercicio de reflexionar y debatir de forma saludable, sin miedo a cuestionar nuestras propias creencias, es la mejor manera de que los nuevos principios y costumbres que se terminen imponiendo sean los mejores en ese momento y esas circunstancias.

Como instrumento, hay una ciencia especializada en la reflexión y la argumentación: la filosofía. Es curioso que la ética, y por extensión la filosofía, nunca están de moda, pero nunca dejan de estar presentes. A menudo, la simple mención de la palabra ética o filosofía generan caras raras y se puede interpretar como una invitación al aburrimiento. Sin embargo, cada vez que se produce una crisis, recurrimos a la ética para intentar solucionarla. Por tanto, la figura del filósofo, y la esfera de lo racional, me parecen imprescindibles.

El pasado jueves los trabajadores asalariados del campo se manifestaban ante el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) para reclamar que se les tenga en cuenta en el diálogo del Gobierno con el sector, a ella han acudido los delegados de CCOO de Industria y UGT FICA, y trabajadores en representación de las más de 700.000 personas asalariadas del sector agrario. Esta convocatoria pone de manifiesto la necesidad de diálogo y participación de todas las partes que conforman el tejido productivo en el sector agrario.

Podríamos concluir que el objetivo del diálogo, para agricultores, ganaderos, asalariados y productores de alimentos, será poder seguir así (superorgullosos) durante mucho tiempo. Y no por un solitario sentimiento de autoestima, sino porque les llegue el orgullo ajeno de una ciudadanía que ahora se percibe lejana.

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