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La izquierda más izquierda no podemos ser el problema

10 de octubre de 2025 22:20 h

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Esta semana hemos conocido encuestas electorales de cara a las generales que serán como muy tarde en 2027 si no se adelantan a esta primavera de 2026 cuando se celebrarán las autonómicas en Andalucía y Castilla y León. Y traen cal y arena para la ciudadanía progresista pues, si bien con diferencias según sean sondeos para El País y la SER, para El Mundo o La Razón, dibujan un panorama de competencia ajustada entre PP y PSOE pero de victoria holgada del bloque de derecha y ultraderecha frente al socialista y de izquierdas más de izquierda.

Se perfila pues en el horizonte un gobierno presidido por Feijóo, con Abascal de vicepresidente y otros fascistas de VOX como ministros. Algo que supondría la caída de España como otra pieza en el mosaico de dominó de debilitamiento de las democracias tras las de EEUU, Hungría, Italia… Un 30% de la UE y casi un 60% de la OCDE (no así en América Latina) ya está liderado por la extrema derecha, recortadora de derechos y libertades, o bien en solitario o en coalición junto a la derecha rendida a sus postulados.

¿Por qué hemos llegado aquí? Es difícil de entender por más que el dinero y el poder de las élites estén poniendo toda la pasta necesaria en circulación para manipular a la gente, vía redes sociales y medios de comunicación de masas, para forrarse más y más. Y cuesta comprenderlo porque, sin duda es más atractivo y mejor para la humanidad el proyecto de progreso, libertad, justicia, igualdad, ley, democracia, derechos humanos, ciencia, salud, protección medioambiental y vida conjunta pacífica que el de regresión, fuerza bruta, intolerancia, violencia verbal y física, machismo, racismo, homofobia, explotación, genocidio y muerte.

Si el proyecto “buenista” no fuera mejor que el “malista”, el Donald Trump que alardea, en actos demenciales ante cientos de generales, de cambiar el nombre del “Ministerio de Defensa” por el de “Ministerio de Guerra” no desearía tantísimo el “Nobel de la Paz” que para su chasco ayer le negaron, sino el que merece: un “Nobel de la Violencia”, creado expresamente para él.

Si el proyecto “buenista” no fuera mejor que el “malista”, ese Donald Trump que alardea de cambiar el nombre del “Ministerio de Defensa” por el de “Ministerio de Guerra” no desearía tantísimo el “Nobel de la Paz”, sino el que merece: el “Nobel de la Violencia”.

Durante las jornadas “Bulos y discursos de odio contra la democracia y los derechos humanos” organizadas en Cádiz por la APDHA trasladé mi reflexión, que hoy os comparto, de que aquí hemos llegado porque el capitalismo nos ha inoculado el virus de la impotencia a base de repetirnos desde chicos que “El sistema no se puede cambiar”, “Lo que hay es lo que hay”, “Las ideologías han muerto”.

Pero mientras, ellos, los ultracapitalistas, que no son conservadores porque no quieren conservar nada, ni la democracia, ni el estado del bienestar, ni la convivencia pacífica, ni la naturaleza, ni los derechos humanos, ni laborales, ni de género, ni de salud incluido el de abortar sin riesgo de desangrarse hasta la muerte…, lejos de aplicarse el cuento, cada vez creen más en su ideología y están más lanzados a una insurrección que impida la realización de la mayoría social e incluso la dañe, dejándola sin pisos, sin buenos colegios para educarse, sin diagnósticos y curas a sus cánceres, ni perspectiva de trabajos y sueldos dignos, empujándonos a guerras por interés de los fabricantes de armas donde los muertos los pongamos nosotros y las ganancias se las lleven otros.

Izquierdas: ¿Qué plan y en qué plazo?

Esta semana también nos ha permitido comprobar que los partidos de las izquierdas son capaces de superar sus legítimas diferencias ante objetivos tan importantes como desbloquear la comisión de la DANA en el Congreso, impulsar una comisión de investigación sobre los fallos del cribado de cáncer de mama en Andalucía o, de nuevo en el parlamento estatal, aprobar el embargo de armas a Israel para dificultarle el genocidio del pueblo palestino. Habría sido difícil de entender para la gente progresista, si no imposible, que fuerzas de izquierda se opusieran al embargo por más justificados que estuvieran sus recelos.

La ciudadanía demócrata, antifascista, defensora de lo público está movilizada, en las calles, logrando frutos como el embargo de armas a Israel y la destitución de la consejera andaluza culpable del abandono a las mujeres con cáncer de mama. Y las izquierdas más de izquierda no pueden renunciar a dar con la fórmula gracias a la cual esa gente los considere útiles y los vote.

En paralelo, estamos viviendo hace semanas una gran movilización demócrata y antifascista en nuestras calles y plazas. Primero, con el boicot al equipo de Israel en la Vuelta Ciclista a España, luego clamando por el fin del genocidio en Palestina y para la liberación de la flotilla solidaria. Estos días ha habido también una desbordante activación ciudadana contra el abandono de las mujeres con cáncer de mama en Andalucía -negligencia de la Junta destapada por la gran periodista Mercedes Díaz, de Radio Sevilla (SER)- y contra la destrucción de la sanidad pública que puede salvarlas. Es incansable, tras todo un año, la marea valenciana exigiendo verdad, justicia y reparación por las 229 muertes evitables de la DANA… Toda esta gente activada y logrando frutos como el embargo de armas a Israel y la destitución de la consejera andaluza de Salud necesita contar con representantes políticos que sean infranqueable muro antifascista y constructores de vidas mejores para todos, más allá de legítimas discrepancias, de mezquinas rencillas y de ilusas ensoñaciones de hegemonía.

Por el momento no vemos, y se anuncia que no llegará ni para las generales ni para las autonómicas, esa coordinación de las izquierdas a la izquierda del PSOE que sería clave para evitar la penalización por presentarse desunidos a los comicios que conlleva nuestro sistema electoral. Y, sobre todo, para convencer a la ciudadanía de que votarlos a ellos es útil ya que defienden sus intereses y serán capaces de trabajar juntos con las lógicas diferencias que siempre existen en la vida y, desde luego, también en el resto de partidos de todo el arco ideológico.

Pero hay tiempo aún de recapacitar, buscar y encontrar las fórmulas imaginativas que se quiera para, desde la lucidez y compromiso que me constan en miembros de los partidos implicados, dar lo mejor de sí y evitar que todas y todos tengamos que lamentarnos.