Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
Parar el asalto a nuestra democracia
¿Recordáis que en las elecciones del 23 de julio la duda era si el PP gobernaría con Abascal de vicepresidente y ministros de Vox o solo, con mayoría absoluta? ¿Os acordáis de la incredulidad cuando el recuento evidenció que las encuestas más que reflejar la realidad intentaban que hubiera un gobierno de PP y Vox? ¿Revivís el alivio, como progresistas, al ver que los números no le daban a la derecha y el inmediato vértigo ante la dificultad de que el pacto PSOE-Sumar iba a necesitar de casi todos, incluidos ERC y Junts? Pues bien, pese a la complejidad, la próxima semana se podrá reeditar el gobierno de coalición de izquierdas coliderado por Pedro Sánchez y Yolanda Díaz.
Cierto que la satisfacción que podríamos sentir quienes creemos en un modelo de país con reparto de riqueza y oportunidades nos está siendo frustrada. Peor, estamos inquietos, preocupados, asustados. Porque, aunque en la mayoría de calles y plazas, de pueblos y ciudades, la mayor parte del día y la noche se respira la cordial vida habitual, no solo llevamos una semana en que al caer el sol las sedes del PSOE de muchas localidades, sobre todo la sede madrileña de Ferraz, son rodeadas y atacadas por grupos de fascistas, sino que en conjunto y constantemente estamos sufriendo la campaña de explícitas amenazas lanzadas por líderes históricos y en activo del PP y Vox.
Aznar, el mismo que mintió a toda España tras el atentado del 11M de 2004 que mató a 193 personas e hirió a 2057, diciendo: “No creo que sus autores intelectuales anden en desiertos muy remotos” para culpar a ETA en vez de a Al Qaeda, es ahora autor intelectual del hostigamiento a las sedes del PSOE desde que el jueves 2 apuntó contra el presidente Sánchez declarando que “es un peligro para la democracia constitucional española” frente al cual “el que pueda hacer que haga”.
Son Aznar, Feijóo, Ayuso y Abascal quienes al describir al presidente Sánchez como enemigo, golpista, traidor a la democracia abocan y legitiman a los ultras en sus tumultos violentos frente a las sedes del PSOE siguiendo una estrategia fascista de manual
Desde que Aznar abrió la veda hemos visto a su ex ministra Esperanza Aguirre participar en el acoso a la sede socialista de Ferraz y escuchado a los líderes del PP actual, Feijóo y Ayuso, competir a ver quién acusa más al legítimo presidente de España que tiene visos de volver a ser investido la semana que viene con el apoyo de la mayoría absoluta del Congreso (179 diputados del PSOE, Sumar, PNV, Bildu, ERC, Junts, BNG y Coalición Canarias frente a los 171 de PP, Vox y UPN). Feijóo ha comparado el acuerdo de PSOE y Junts con el 23F y con el terrorismo de ETA y llamado a “la reacción” en las calles, Ayuso ha hablado de que “entramos en una dictadura” que, dice ella, habrá que evitar con la intervención “del rey, las fuerzas de seguridad y el ejército”.
Abascal y Vox, ansiosos por tapar sus escándalos de financiación, amenazan más aún. Ya el martes 7 llamaron a la Policía a saltarse la ley e incumplir las órdenes de sus mandos democráticos y el jueves 9 Abascal volvió a alentar “la movilización institucional en la calle con un solo fin: o el dictador acaba en el banquillo o los que nos oponemos a este golpe acabamos en la cárcel”.
La virulencia fascista no me toma por sorpresa. De hecho, las declaraciones de Abascal calcan casi palabra por palabra un pasaje de mi reciente novela Horizonte donde un tal Peñascal, en un tumulto de sus huestes, llama a la Policía a desobedecer al gobierno legítimo que él declara “traidor”.
No es que yo sea ni adivina ni agudísima sino que es evidente que, desde 2014, aflora el fascismo agazapado desde su derrota en la Segunda Guerra Mundial y que ha llegado a las instituciones con la táctica de estigmatizar a los inmigrantes como en los años 40 estigmatizó a los judíos. Un fascismo que ataca a moros y negros, pero también a feministas, a la gente de izquierdas –Ignacio Garriga (Vox) ha amenazado en el Parlament a ERC, PSC y En Comú Podem– y seguirá con cualquiera que discrepe de sus tesis.
¿Nos protege la justicia del fascismo?
Frente a todo esto, ¿qué hace para proteger la democracia y a los demócratas el sistema judicial? Porque ya es suicida que el PP no vea el peligro de ser arrasado por el ala ayusista y el fascismo de Vox, como Trump, Meloni, Milei, Bolsonaro han barrido a liberales y conservadores en EEUU, Italia, Argentina o Brasil, pero ¿creen los miembros del sistema judicial español que si triunfa esta corriente reaccionaria seguirá habiendo justicia independiente?
¿Cómo esa diligencia del Consejo General del poder Judicial para criticar la amnistía antes de conocer la ley no se aplica no solo para renovar sus miembros que llevan cinco años caducados incumpliendo la Constitución, sino para salir en tromba a parar los ataques a nuestro sistema democrático y de convivencia?
¿Es admisible para el gobierno de los jueces y para las asociaciones de juristas que han recibido con críticas el pacto PSOE-Junts que el vicesecretario del PP Miguel Tellado diga en entrevista con Angels Barceló en la SER: “Bueno, usted sabe que el Tribunal Constitucional es tribunal de parte”, siguiendo la estrategia de deslegitimación del Constitucional que Feijóo lleva haciendo desde que cambió el equilibrio de nombramientos a propuesta conservadora y progresista?
¿Va a actuar el sistema judicial frente a quienes vandalizan las sedes del PSOE e intentan atacar el Congreso, agreden y hieren a Policías como cuando la kale borroka afín a ETA o el asalto al Capitolio en EEUU?
¿Actuará frente a la agresión al líder del PSOE en Sanlúcar golpeado al grito de “traidor”? ¿Frente a la celebración de manifestaciones no comunicadas como exige la Constitución y donde, brazos en alto y entre ataques a la prensa, se enaltece el fascismo y se grita “¡Viva Franco!”, “¡Puto rojo el que no vote!”, “¡Maricones!”, “¡Con los moros no tenéis cojones!”, “¡Sánchez a prisión!”, “¡Felipe VI cómplice del golpe!” o “¡Yo soy nazi!”.
Lo pregunto porque sigue impune la gravísima amenaza lanzada en 2020 contra la gente progresista y nacionalista periférica en el chat de ex altos mandos del Ejército: “No queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta”. Y porque el clima tóxico que se está creando desde la derecha política desaforada, se amplifica en cada vez más altavoces mediáticos y culturales.
Ojo que se apunta a la propaganda de Pablo Motos en Antena3, pero más nocivo para la normal discrepancia en democracia es un artículo como Comportamiento grupal publicado en El País por alguien mucho más indiscutido, Fernando Aramburu, donde parece increíble que él, que lleva tanto viviendo en Alemania, incurra en animalizar al presidente Pedro Sánchez y a la vicepresidenta Yolanda Díaz como “lobos”. Una práctica igual que, según alertan lingüistas y psicólogos citados hace un año en el mismo El País, es la misma que hizo la propaganda nazi deshumanizando a los judíos, retratándolos como “zorros” y “ratas” abocando a “la solución final”.
Construir frente al miedo o la impotencia
Las y los demócratas sentimos miedo, con motivo. Pero, como decía el escultor vasco Eduardo Chillida en los peores años de ETA, mantengamos “la dignidad un punto por encima del miedo”. Nosotros, la plural sociedad española unida, ganamos al terrorismo etarra y frenaremos esta amenaza a nuestra democracia.
Lo haremos con convicción serena y acción coordinada de todos los que queremos proteger nuestra convivencia. Lo que incluye por supuesto a los líderes y las gentes de derecha que condenan la violencia y se oponen a la demonización del adversario político, que debe ser un opositor, no un enemigo. Estos días han destacado las declaraciones del presidente de Murcia, Fernando López Miras, y de la ex ministra y ex alcaldesa malagueña, Celia Villalobos.
Los demócratas del PP tienen mucho que construir por el bien de este país, como también el ala reformadora de la Iglesia católica, representada por el arzobispo de Madrid, José Cobo, que esta semana ha sembrado templanza y concordia frente al discurso ultra previo del obispo de Córdoba, Demetrio Fernández.
Pero los demócratas nacionalistas y de izquierda también tenemos tarea. Y no es menor la de poner en pie un proyecto de país que beneficie a la mayoría social y que asiente valores de profunda identificación, respeto y cuidado a la legalidad y a los derechos humanos. No es creíble alertar del fascismo y a la vez aplicar políticas migratorias que violan los derechos humanos o consentir el genocidio palestino en curso.
Por eso este domingo 12 a las 12h no es solo el de las manifestaciones convocadas por el PP contra la amnistía. Antes de que ellos lo anunciaran, ya en Andalucía, y ojalá que por toda España, estaban comunicadas –conforme a la ley– manifestaciones a las que acudiremos mujeres y hombres, mayores, jóvenes y niños, nacidos aquí y en el ancho mundo, individualmente, en grupos y familias, para parar la masacre de inocentes palestinos por Israel. Con las manos en alto y abiertas contra toda violencia. “¡Aquí estamos, nosotros no atacamos!”
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