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Celdas de pladur por dos mil euros: 'coliving' y otras formas de especulación para vivir como un eterno adolescente

Coliving.

Albert Nogueras Tarrero

7 de mayo de 2024 22:40 h

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“Un neologismo biensonante y en una lengua extranjera debería ser siempre interpretado con escepticismo”. Proverbio recuperado.

Cuando estudiaba la carrera desarrollé cierta predilección por entablar amistad con los compañeros que venían de ciudades y pueblos lejanos de Barcelona. Mientras que yo vivía a escasas paradas de metro de la facultad, y por lo tanto seguía en casa de mis padres, me encontraba con otros estudiantes que se repartían por pisos compartidos, colegios mayores y residencias universitarias.

Me gustaba ir a estudiar o salir de fiesta con ellos y husmear en sus espacios domésticos, que resultaban mucho más vibrantes que el mío. Pisar un colegio mayor siempre daba pie a conocer a gente nueva con la que compartías tu experiencia en el mundo universitario, aunque fuera en carreras distintas, a descubrir la fonética de los distintos dialectos del catalán, a recibir los consejos de algún compañero que estaba en el siguiente curso o a poner simplemente en común opiniones y puntos de vista con gente que no era de tu micromundo hasta la fecha.

Lo mismo pasaba cuando iba a un piso compartido de algún amigo que se había instalado junto con otros chavales de su pueblo. De repente descubría un espacio sin horarios ni jerarquías, a veces incluso sin higiene, donde la distinción entre espacios privados y comunes tomaba un sentido mucho más categórico que cuando se habita en un núcleo familiar. Cada habitación era un cosmos unipersonal e inescrutable mientras que las dependencias compartidas eran una especie de terrain vague por donde se transitaba sin demasiado apego.

Lamenté perderme ese tipo de vida basada en compartir y en la interacción constante que constituye una experiencia altamente enriquecedora cuando se es aún un adolescente. Por suerte, o quizás más bien por desgracia, ya hace unos años que este modelo de vida estudiantil está siendo imitado por el sector inmobiliario para que lo viva gente de todas las edades. Se trata ni más ni menos que del coliving, una de las variantes del flex living (un alquiler flexible, por temporadas). Puede ser que entre tanto anglicismo melifluo surja cierta confusión, así que no te preocupes, te facilito una descripción que corre por la red y que versionan diferentes promotoras y plataformas inmobiliarias:

“El coliving consiste en compartir con tus vecinos las zonas comunes del edificio. Pero lo más importante es que también se comparten experiencias, sinergias, momentos y proyectos, pero siempre teniendo tu propio espacio de intimidad. El coliving es un concepto de vida que, a su vez, se está convirtiendo en España en una alternativa muy atractiva, sobre todo para los jóvenes, para poder acceder a una vivienda”.

Dicho de otra manera, el coliving es básicamente como vivir en un colegio mayor o en un piso compartido, pero sin ser necesariamente estudiante, sin vivir con amigos o ni siquiera conocidos y sin pagar un precio relativamente ajustado. El coliving viene a ser algo así como el hermano depredador y turbocapitalista de los otros modelos de vivienda compartida y colaborativa como por ejemplo el cohousing (cuando estos son verdaderamente entendidos como cooperativas de viviendas). Mientras que las cooperativas de viviendas tratan de desvincularse del mercado inmobiliario, el coliving le da otra vuelta de tuerca a las posibilidades que ofrece la especulación. Aunque a menudo se presenta como una solución de contingencia al contexto que vivimos de emergencia habitacional, el coliving básicamente consiste en fragmentar una vivienda en distintas habitaciones para así obtener varios contratos de alquiler temporal que en su suma constituyen una cantidad notablemente más sustanciosa. En resumidas cuentas, la cuadratura definitiva y perfecta del círculo de la precarización de la vivienda.

Aunque a menudo se presenta como solución de contingencia al contexto de emergencia habitacional, el 'coliving' básicamente consiste en fragmentar una vivienda en distintas habitaciones para obtener varios contratos de alquiler temporal por una cantidad más sustanciosa

Las cooperativas de vivienda que se construyen en suelo de titularidad pública creen en unos valores y un estilo de vida que propicia la interacción y el encuentro entre vecinos. Así, en el cohousing se comparte por voluntad y por ideología mientras que en el coliving se comparte por la hipermercantilización consistente en rentabilizar hasta el último átomo de cada metro cuadrado a costa de denigrar los estándares mínimos de lo que tendría que ser una vivienda digna. Es obvio que en el coliving no se comparten “experiencias, sinergias, momentos y proyectos”, se comparten simplemente espacios para que cada unidad habitacional sea lo más pequeña y replicable posible. A menor espacio individual, mayor es el número de unidades que caben y por lo tanto mayor es el número de contribuyentes que dan beneficio.

Ahora mismo el coliving se define en dos modelos distintos: el primero se basa en las residencias donde se alquila una habitación y se comparten zonas comunes y servicios con el resto de inquilinos. El segundo modelo se basa en alquilar las habitaciones por separado de un piso cualquiera en un régimen de supuesta temporalidad. Ambos casos surgieron con fuerza a raíz de la pandemia como respuestas por parte del sector privado para adaptarse, cuando no saltarse, las leyes de arrendamiento y la oferta de suelo edificable.

La calificación del suelo

Uno de los factores que ha propiciado que los promotores inmobiliarios, que hasta hace pocos años construían edificios de vivienda convencional, hayan optado por residencias de coliving es la posibilidad de llevarlas a cabo en suelos con distintas calificaciones urbanísticas. En grandes ciudades, la disponibilidad de solares con suelo residencial para obra nueva es cada vez más exigua. Por lo contrario, existen más oportunidades en terrenos destinados a suelo terciario o equipamientos con distintos usos que se ajustan a la modalidad de residencia, sobre todo en zonas de extrarradio o en barrios con planeamientos relativamente modernos.

En Barcelona, durante el último lustro han aparecido varias residencias de este tipo en zonas como la del 22@, una antigua área industrial que a principios de los 2000 empezó a renovarse con un nuevo planeamiento urbano que transformaba cerca de 200 hectáreas en un nuevo polo de actividad económica con demasiada oficina y muy poca vivienda. Cabe remarcar que en la capital catalana el viraje de las promotoras hacia modelos de coliving viene motivado en gran parte por la medida impuesta en 2018 que obligaba a las nuevas promociones de viviendas privadas a ceder el 30% para alquiler social. Desde entonces, solo se han incorporado 52 pisos de vivienda pública a raíz de esta medida, una cifra paupérrima que demuestra que la colaboración público-privada solo funciona en sentido unidireccional y cuando se basa en extender una alfombra roja para que el capital privado desfile a sus anchas.

En el 'cohousing' como cooperativa de vivienda se comparte por voluntad y por ideología mientras que en el 'coliving' se comparte por la hipermercantilización que rentabiliza hasta el último metro cuadrado denigrando los estándares mínimos de lo que debería ser una vivienda digna

Las residencias de colivers

Según fuentes consultadas por elDiario, en una de estas residencias construidas en Barcelona este último año, la oferta de habitaciones disponibles a partir del siguiente curso oscila entre los 1.600€ y los 2.400€. Se trata de habitaciones de unos 20 metros cuadrados con cama doble, un armario, un escritorio, un baño y una kitchenette. En el precio incluye el uso de zonas comunes tales como comedores, salones, lavanderías, coworking, biblioteca, gimnasio, sala de cine y de varios servicios como el wifi o el desayuno entre semana. La calidad arquitectónica de los espacios es notablemente buena, más o menos en la escala de calidad de un hotel de tres estrellas y es que, en el fondo, esta nueva suerte de equipamientos de coliving no dejan de ser un híbrido entre las residencias de estudiantes de toda la vida y los hoteles.

Tras esta interpretación, salta a la vista la obviedad de que estas estancias se dirigen casi exclusivamente a un público extranjero con un poder adquisitivo alto, lo que comúnmente ya conocemos todos como expats o, dicho con toda la sorna, inmigrantes de calidad. Solo hace falta entrar en las páginas web de estas residencias para ver cómo su oferta se edulcora con docenas de fotos saturadísimas con los mosaicos de Gaudí, las playas y otros reclamos turísticos.

Pisos compartidos o celdas de pladur

Alquilar pisos por habitaciones no es nada nuevo, pero sí que lo ha sido su profesionalización más descarnada. El sector inmobiliario vio cómo podía saltarse la LAU (Ley de Arrendamientos Urbanos) y la regulación de los precios de los alquileres convirtiendo los contratos de alquiler de toda la vida en alquileres temporales y por habitaciones. Dentro de esta casuística, ha habido arrendatarios que han visto cómo no les renovaban su contrato, por el cual igual pagaban 900€ por todo un piso con tres habitaciones, para luego ofertarlo por 600€ cada habitación y con hasta cinco piezas en lugar de las tres de origen. Es realmente demencial imaginar cómo en medio de un comedor se colocan un par de tabiques de yeso y se comercializan como habitaciones. Resulta entre cómico y desolador imaginar la estampa de un apartamento donde conviven cinco completos desconocidos que se apresuran por encerrarse con llave dentro de la intimidad de sus cubículos levantados con paredes de papel de fumar.

Es obvio que en el 'coliving' no se comparten 'experiencias, sinergias, momentos y proyectos', se comparten simplemente espacios para que cada unidad habitacional sea lo más pequeña y replicable posible

Carmen Arcarazo, portavoz del Sindicat de Llogateres, advierte del uso fraudulento de este tipo de alquiler de temporada que según los datos de los portales inmobiliarios ya representaba un 40% del total de la oferta de vivienda en alquiler. “El alquiler de temporada no se puede implementar en arrendatarios que viven de forma permanente. Esto es fácilmente denunciable si se demuestra, pero el sector inmobiliario siempre actúa con el factor de la desinformación a su favor. Lo mismo ocurre con la regulación de los alquileres, aunque se pueden consultar de forma pública los índices establecidos, la mayoría de precios siguen estando inflados”, explica Arcarazo.

Recientemente, la Generalitat de Catalunya ha aprobado un decreto de urgencia pare regularizar también el alquiler de temporada y el de habitaciones. No hace falta decir que la reacción de los profesionales inmobiliarios fue unánime e instantánea, y calificaron el alcance de la medida como “daño irreparable” de cara a los potenciales inversores que en los últimos se habían lucrado con los márgenes mucho más productivos que ofrecía el alquiler de corta y de media estancia del coliving. A estas alturas, solo cabe esperar el próximo salto con triple tirabuzón por parte del sector privado para sortear las regulaciones legislativas que ha implementado el gobierno para desahogar la insostenible especulación de la vivienda. Yo, humildemente, apuesto por un nuevo sistema basado en la marketinización de las camas calientes llamado co-bedding o co-sleeping donde se destaquen las bondades sinérgicas de compartir sábanas y almohada.    

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