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Los peores políticos en el peor momento
Ana Mato y Javier Rodríguez siguen siendo ministra y consejero de Sanidad después de la peor gestión de una crisis sanitaria desde tiempos de Hipócrates; Rodrigo Rato continúa como destacado militante del PP, tras sus gastos en alcohol y francachelas varias con el dinero de una ciudadanía en la ruina y al borde del desahucio; Sonia Castedo sigue como alcaldesa popular de Castellón, tras sus múltiples y vergonzantes imputaciones; Chaves y Griñán mantienen sus actas de parlamentarios bajo sospecha, tras algunos de los mayores escándalos padecidos por Andalucía; El clan Pujol, sigue amenazando con tirar de la manta … pueden ustedes ir añadiendo casos hasta la nausea.
Con este panorama, PP y PSOE sacan pecho ahora con códigos éticos, ceses de actores secundarios y maquillajes esperpénticos, para intentar apagar los fuegos que sus descabelladas actuaciones, están provocando a una ciudadanía hastiada de tanto desprecio, por parte de quienes llevan décadas tratándonos como mercadería del todo a cien.
Si repugnan hasta el límite las noticias que nos llegan de las “Golfus card”, o los insultos del infame consejero madrileño de Sanidad dirigidos a una profesional contagiada, resulta aún más patético que el PP y el PSOE crean que con las “decisiones” tomadas en los últimos días van a tranquilizar la marea de indignación y cabreo que amenaza por llevárselos por delante.
¿De verdad creen que nos pueden volver a engañar? ¿En serio piensan que no sabemos que si no sintieran la amenaza de desahucio de sus poltronas habrían vuelto a cubrir sus vergüenzas con otra infame capa de silencio? ¿Acaso piensan que no sabemos que actúan obligados, por el temor que les provoca un estallido social de imprevisibles consecuencias?
Llegan tarde. Las lágrimas de cocodrilo de nuestros políticos llegan tarde, después de tantos desafueros que han sobrepasado la mayor dosis de paciencia demostrada por la sociedad española en toda su historia. Porque la ciudadanía de este país está demostrando un grado de civismo y responsabilidad que en nada se corresponde con la desvergüenza de aquellos en quienes hemos depositado nuestra confianza para sacarnos de una situación como esta.
Lo malo que tiene abusar tanto de esa paciencia es que cuando se superan todos los límites –como hace tiempo que se han superado-, la riada de indignación es imparable y mucho me temo que las aguas del cabreo ciudadano están a punto de saltar la presa, empujadas por los vientos de la indecencia de la mayoría de los políticos.
Nuestros gobernantes, de todo pelaje y condición, están demostrando ser un peligro público; peligro para la salud pública, peligro para la educación pública, para el dinero público, los derechos, la justicia, la dignidad y la decencia de la que carecen. Lejos de tomar conciencia de la gravedad de la situación, quienes llevan décadas viviendo en y de la burbuja política, insisten en querer detener el tsunami con herramientas de tiempos pasados y claro está, ni lo están consiguiendo, ni lo van a conseguir.
La pregunta ahora es: ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo vamos a seguir conociendo sus prácticas cuasi mafiosas? ¿Hasta cuándo las vamos a consentir? ¿Hasta cuándo van a seguir tomando a la ciudadanos por imbéciles? ¿Hasta cuándo van a seguir sintiéndose impunes? Y la más importante ¿Hasta cuándo vamos a aguantar sin estallar?
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