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El PSOE que parece que aprende y el otro que nunca pierde

Susana Díaz, Pedro Sánchez y Pachi López en la victoria del hoy presidente del Gobierno en las primarias del PSOE el 21 de mayo de 2017.

María Iglesias

La experiencia prueba que el fracaso es gran escuela. El reciente éxito de la moción de censura contra el Gobierno del corrupto PP por el PSOE de Pedro Sánchez, ha llevado a ciudadanos y políticos como Joan Baldoví de Compromís, en la tribuna del Congreso, a lamentar que no se llegara a un acuerdo así, higiénico, tras las elecciones generales del 20D 2015. ¿Cómo no querer ahorrarse estos años de deterioro de los servicios públicos –sanidad, educación, dependencia, justicia, información- y de la convivencia en Cataluña y con el resto de España? Pero fue imposible por algo.

Pedro Sánchez, de haber logrado en 2015 el difícil apoyo de Podemos y Ciudadanos, habría sido aún el tutelado por la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, que lo sacó del anonimato como su hombre de paja en las primarias frente a Eduardo Madina de 2014. Con esa frase –tan patriarcal y machista, hasta en boca femenina-: “el chico no sirve, pero nos sirve”. En la entrevista que Sánchez dio a Évole tras sufrir el 1 de octubre de 2016 del “Comité Federal de los cuchillos largos” y la renuncia al escaño en noviembre por defender el “No es no” a investir a Rajoy vía abstención, quien hoy es presidente ya contó que, tanto el PSOE afín a Díaz, como EL PAÍS, le impidieron aceptar apoyos de Podemos y nacionalistas. Ella se decidió a dar el salto y los sectores neoliberales la preferían junto a Ciudadanos. En la fórmula del Gobierno andaluz.

Perder, sentirse amortizado por el poder –orgánico de su partido, fáctico del país- llevó a Sánchez a sellar su alianza con esos compañeros que no le traicionaron, con militantes y simpatizantes. Lo que tan épicamente se cuenta de “cogió el coche y fue por las agrupaciones” se ha plasmado en escuchar a la gente. Y, el mayor valor que, a priori, su Gobierno de once ministras y seis ministros tiene, además de la abrumadora mayoría femenina y feminista recogiendo el guante del 8-M, es que son profesionales que parecen más elegidos para proponer que para obedecer a “el jefe” –que era como el PP llamaba a Rajoy, tras Aznar, y como el PSOE-A consideró a Chaves y hoy a Díaz, a diferencia de Griñán, el breve.

Al actual gabinete se le juzgará cuando ahora empiece a actuar. La impresión primera ha sido buena porque currículos y trayectorias avalan conocimiento de las áreas y entidad profesional. Frente a las dos puntas excéntricas, el astronauta que entusiasma y el colaborador de Ana Rosa que descoloca, me inquieta la figura a lo Rasputín de Iván Redondo que, entre sus méritos, aporta asesorar a los líderes del PP José Antonio Monago y Xavier García Albiol –incluido lema racista “Limpiemos Badalona” (de migrantes, se refería). Sufridores de Redondo en Extremadura avisan de que, “si él tiene poder, van para largo los viernes negros de RTVE”.

Al escribir estas líneas ponía: “Aguardo, llena de expectativa, políticas urgentes y decididas en una materia en la que apenas se ha hecho foco: Migración. Incluida, en la repleta cartera de Trabajo y Seguridad Social de la ministra Magdalena Valerio –todo mi apoyo frente a los rancios ataques de la prensa machista-, la cuestión migratoria debe ser priorizada con medidas, ya, de protección de derechos humanos”. Y, entonces, se anunció que España abre su puerto valenciano a los 629 migrantes del Aquarius. Qué alivio y qué gratitud.

Hay mucho por hacer en este tema, en nuestro país, y para liderar el cambio en la UE que está dejando morir a cientos de personas en el Mediterráneo, permitiendo que miles sufran violaciones de derechos y hasta literales, incluso menores, en Libia, Marruecos o Turquía a los que pagamos como polis-malos, pero también en los campamentos europeos y en las fincas a donde se las trae como temporeras. Es el caso de las jornaleras marroquíes de la fresa en Huelva que, tras denunciar, están de vuelta a su país

Afrontamos una coyuntura nacional y global compleja. Los 40 años de democracia hacen cautos en las expectativas con un Gobierno socialdemócrata que, con sus logros, “falló” a los progresistas al final de los mandatos de González y Zapatero. Pero vivimos un cambio sano, al que no se habría llegado sin el 15M 2011, 8M 2018, sin el apoyo en la moción de Compromís y Unidos-Podemos. Al que estos no deben temer porque prueba el gran banquillo de la sociedad civil frente al mandarinato del viejo bipartidismo.

Ojalá llegara a Andalucía la brisa y el quitar telarañas. ¿Acaso no gobierna aquí el partido que ilusiona en España? La intentona de Susana Díaz para liderar el PSOE nacional facilita explicarlo. Lo habéis visto, Pedro Sánchez lo vivió: ella se presentó con 60.231 avales con nombre y firma, pero, en el voto secreto, la votaron 59.041. Así funciona aquí el partido “fuerte y unido”, así lleva 40 años en el poder.

Como, aunque baja, no pierde, me aferro a lo improbable: que se regenere aun mandando. Y así, sentí esperanza con el acuerdo de Griñán con la IU de Valderas, o el nombramiento de Rosa Aguilar, en Cultura, hoy en Justicia. Ahora hacen el fichaje estrella, como consejera de Conocimiento, de la catedrática Lina Gálvez, feminista, critica en columnas del diario, con quien la órbita de Podemos contaba como alternativa. Pero los precedentes, como Gálvez sabe, han sido de disolución de cada intento de cambio como un azucarillo en el agua estancada de un panorama pobre y sin ambición con alarmantes puntas de iceberg, como que siete de los quince barrios más pobres de España son sevillanos (dato de UGT y Ayuntamiento del PSOE también). Ojalá no quemen a Gálvez en un año, tiempo escaso para la reforma de la anquilosada Universidad y ojalá ella tenga la fuerza y personalidad, ahora en el Consejo de Gobierno, de ejercer la crítica sin poder ejecutivo de las tribunas periodísticas.

El Gobierno de España se parece hoy más al país que hace dos semanas. En Andalucía, muchos creemos –incluso en la Administración, los medios públicos, alrededor de círculos de decisión- que nuestra sociedad es más diversa y compleja, menos dócilmente homogénea, más contemporánea y activa de lo que los ejecutivos reflejan. Y el cambio de Gobierno nacional también es para esto una esperanza. Porque prueba que el clamor soterrado, en la calle y los centros de trabajo, de pronto, un día es la palanca del cambio. Y entonces se publican columnas analizándolo.

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