Los trabajadores de Abengoa luchan por sus empleos tras años sin representación en la compañía: “Ya no tenemos miedo”

Javier Ramajo

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“Es una empresa sevillana puntera que necesita ayudas del Gobierno”, responde un trabajador de Abengoa. Una guía pregunta qué sucede junto a la turística Plaza de España de la capital hispalense para explicárselo a los visitantes que le acompañan. Ella se encargará de decírselo en inglés. “Somos internacionales, no hay problema”, apunta una de las empleadas de la multinacional andaluza que defiende su empleo tras su primera noche de acampada.

Hace unos años quizá sería impensable que los trabajadores de Abengoa se hubieran movilizado tan fuertemente por su empleo y por la empresa. “Las cosas han cambiado mucho”, comenta otro de ellos, que sitúan el punto de inflexión en la creación de los comités de empresa, partir de 2017, en las sociedades que forman parte de la compañía. “Ya no tenemos miedo. Vamos a por todas”, sentencia otro.

Abengoa, aparte de por sus soluciones tecnológicas innovadoras para el desarrollo sostenible en los sectores de infraestructuras, energía y agua, era antes más conocida por sus empleados como 'Palmatraz' por cómo se gestionaban los recursos humanos en su sede central de Palmas Altas. Un sencillo juego de palabras llevó a que sus empleados la equipararan con la histórica prisión de la bahía de San Francisco (EEUU) por el férreo control y vigilancia de los movimientos de los trabajadores, con “duras” restricciones a la hora de entrar y salir del recinto, “sin representación sindical” de los trabajadores por aquel entonces.

Con un primer preconcurso de acreedores en 2015 la cuestión sindical se empezó a mover. La multinacional se ha visto envuelta desde entonces en complicaciones financieras y cambios en su consejo de admnistración, cuyo último obstáculo en su proyección ha sido la denegación, por el momento, del rescate por parte del Gobierno de España.

“Hemos cambiado mucho desde aquello, tanto los trabajadores como la empresa”, comenta el miembro del comité de Empresa de Abengoa Energía, Arturo Da Silva, que ha pernoctado en una tienda de campaña y, tras una ducha en casa, vuelve a concentrarse junto a la veintena de compañeros que han pasado la noche en la calle. “Quién me lo iba a decir a mí”, señala Paloma Oliveros, que aparece en la imagen junto a las tiendas y las pancartas, y que trabaja desde hace once años en el departamento fiscal de Abenewco, una de sus sociedades filiales a la que se traspasó la mayor parte de los activos de Abengoa, fundada en 1941 por Javier Benjumea. “Espero que sea por poco tiempo”, confía respecto a la acampada, incidiendo en que la compañía ha avanzado en cuanto a “flexibilización en todos los aspectos”.

“Se han ido ganando derechos”

“Un cambio increíble”, porque “todo era demasiado estricto antes”, explican con alusiones al sistema informático Bizagi, que controlaba sus horarios hasta el minuto. “Los tiras y afloja” con el departamento de recursos humanos han estado presentes desde todo aquello, “como en cualquier otra empresa”, comenta Da Silva, que aún recuerda las carreras desde el parking hasta el puesto de trabajo “para no llegar ni un minuto tarde a picar”, porque la empresa sancionaba por ello. “Antes se trabajaba el 24 y el 31 de diciembre”, añade Da Silva, que repasa las “mejoras” que se han ido consiguiendo desde entonces desde el punto de vista de las condiciones laborales.

“Se rinde mejor si hay condiciones más aceptables”, reconoce el representante de uno de los comités de empresa, que entiende que así “los empleados no se van a querer ir”, amén de defender su trabajo en la empresa, de quien dependen unas 16.000 personas entre empleos directos e indirectos en todo el mundo. “Se han ido ganando derechos, eso está claro. Si las condiciones laborales mejoran, también mejoran las relaciones con la empresa. La gente se ha dado cuenta de que la empresa no es nada sin los trabajadores, y la defendemos también, claro, porque nuestros dependen de la empresa”, resume.

Manuel Ponce, que les acompaña, es memoria histórica de la mutinacional en el sentido sindical y laboral de un tiempo a esta parte. El secretario general de UGT-FICA en Sevilla conoce bien la idiosoncrasia laboral de Abengoa, ha estado desde el comienzo de aquella apertura a la representatividad, ha participado en las negociaciones con la compañía y se ha encerrado cuando ha hecho falta. El sindicalista se retrotrae a aquel preconcurso de 2015 (coincidente en el tiempo con la indemnización de 11,5 millones de euros que percibió el anterior presidente ejecutivo, Felipe Benjumea) y a la creación de los comités de empresa en todas las sociedades, con “85 delegados sindicales” en Palmas Altas. Las reestructuraciones de las plantillas y los sucesivos ERE, hasta un total de 34, “el primero en Inabensa en marzo de 2016”, han sido un continuo en Abengoa. “Hasta entonces no había interlocución con la empresa, ni negociación para los convenios”, recuerda de la compañía, que llegó a sumar 8.000 millones de euros de deuda porque “está claro que las cosas no se hicieron bien empresarialmente”, indica Ponce.

La “pasividad” del Gobierno y el “baile de la SEPI”

“Los comentarios de la gente al principio se centraban en la rigidez de los horarios, etc. pero ahora hay una tremenda conciencia de empresa”, explica el sindicalista en cuanto a las movilizaciones de los últimos meses “para mantenerla viva”. “Abengoa es un cañón social, con mucho caché a nivel mundial. No entendemos que esto no pueda seguir adelante”, comenta. La compañía “va a seguir creciendo”, asegura tras repasar las “desinversiones” y la “paralización de la actividad” padecidas a raíz de la pandemia. “En tres o cuatro meses se vino abajo todo el crecimiento que había conseguido desde 2018”, apunta respecto al “bloqueo” de la multinacional. Ahora los trabajadores “están con la empresa”, sabedores que “algunos países están pidiendo su rescate” para que puedan seguir acometiendo proyectos.

José Luis de Miguel, 'Pepelu' entre su compañeros, también está formando parte de la acampada “sorpresa” junto a la Torre Norte tras las malas noticias llegadas el día anterior desde Moncloa. Este ingeniero industrial ofrece unos churros al agente de la Policía Nacional que se acerca a preguntar y que les va a acompañar a la Torre Sur de la plaza en su siguiente movilización de protesta. “Hemos perdido el miedo a todo. Vamos a por todas. No nos queda tiempo”, lamenta con referencias a la “pasividad” del Gobierno de España y al “baile de la SEPI” en cuanto a las posibilidades de ser rescatada.

Proyección y futuro

Para José Hurtado, secretario general de la federación de industria de CCOO de Andalucía, sindicato con representación en las empresas auxiliares que trabajan dentro del grupo de Abengoa y cuyas condiciones laborales “no son malas” y están “dentro de la industria media” en Andalucía, según explica, la multinacional se metió en proyectos importantes pero “las crisis le pasaron por encima” pero “tiene proyección y puede tener futuro, aprendiendo de los errores del pasado” en donde hubo “mala gestión”. Hurtado apunta que “las administraciones deberían implicarse un poco más, tanto la central como la andaluza, porque la Junta en su momento pudo haberla rescatado de manera más simple”.

La empresa pidió a la SEPI 249 millones de euros para completar una operación por la que lleva más de un año negociando con el fondo estaudounidense Terramar. Tras serle denegado por no cumplir varios requisitos, el pasado fin de semana presentaba sus alegaciones para agotar el penúltimo cartucho, temporalmente desechado y a expensas de otras opciones, siempre mirando hacia el Gobierno central toda vez que la Junta de Andalucía se negó a entrar en cualquier plan de rescate pese a tener líneas de avales posibles.

De Miguel recuerda también que los recursos humanos de la compañía se veían antes entre los empleados “como un organismo instigador” y “en este tiempo nos hemos ido acercando en ese sentido y somos todos uno” para poder “remar todos juntos”. El portavoz lamenta, pese a todo, que Clemente Fernández, presidente de Abengoa SA, no les ha recibido pese a las “múltiples peticiones” precisamente “para crear lazos humanos y generar más confianza”. “Nunca se ha dignado a verse con nosotros”, ha denunciado. “Ante nuestra incertidumbre, necesitamos cercanía, y eso no lo estábamos recibiendo”, concluye.