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La docente interina o la consideración de la Junta hacia el profesorado

Unos niños acceden al aula en un colegio público andaluz.
16 de noviembre de 2023 12:43 h

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Mediado ya el primer trimestre del curso académico, se pueden contar numerosas y serias incidencias en el sistema educativo andaluz. Incidencias sonrojantes para la gestión del Gobierno autonómico, que sigue avanzando a pasos agigantados al modelo ideológico que siempre ha defendido la derecha, alejado de cuidar la Educación como un derecho para reforzar la igualdad. Sirvan como ejemplo las protestas de AMPAS, de familias de alumnos y alumnas con necesidades especiales a los que se les ha recortado la atención de personal especializado, imprescindible para seguir las enseñanzas en los centros educativos en condiciones de igualdad con el resto del alumnado, o las protestas por el recorte de unidades y masificación de aulas, sin contar con las incidencias en infraestructuras que han producido que algún instituto de titularidad pública haya tenido que suspender sus clases presenciales un par de semanas por daños estructurales tras una tormenta que desnudó las necesidades que desde hace tiempo fueron comunicadas a la Delegación correspondiente sin que se hiciera nada al respecto. Ninguna de estas incidencias es propia de este curso en particular, pero como se han acumulado tantas al principio del mismo ya se ha dado en calificar desde sectores importantes de la Comunidad Educativa a este comienzo de curso como el “peor de la historia”.

Hay un aspecto más que es el que motiva la redacción de estos párrafos. Concretamente, la forma en la que avanza hacia el abismo la consideración de la administración del gobierno de Bonilla hacia la figura del profesorado. Año tras año, curso tras curso, las incidencias desde cualquier ámbito de la estructura del sistema educativo andaluz que tienen como diana al profesorado van aumentando cuantitativa y cualitativamente. No en vano, el profesorado es el rostro de todo el sistema educativo ante el alumnado y sus familias. Carga con toda la responsabilidad de lo que ocurra en sus aulas ante ellos, pero también ante directivas de los centros y ante las Delegaciones correspondientes sin que nadie les aporte más herramientas para facilitar el ejercicio de su responsabilidad en su trabajo.

Para ver cómo hemos llegado a este punto de desconsideración hacia la figura del profesorado, basta ver la trayectoria del profesorado que peor situación laboral tiene, la más precaria e inestable a todos los niveles. Me refiero al profesorado integrante de las bolsas de trabajo de la Educación Pública, el que está sometido a los designios de un sistema de provisión de interinidades (SIPRI) que no puede ser más opaco, más ineficaz y menos “humano” para gestionar algo tan importante como las sustituciones de profesorado. Un diabólico artefacto al que la administración solo le hace funcionar 2 veces por semana y que tarda una semana en dar cobertura a las bajas por su propio procedimiento.

Mirentxu, como la llaman en casa, es andaluza, de Córdoba capital, su padre es donostiarra, y su madre de Valladolid. Sus padres se conocieron en Sevilla. Ha terminado Periodismo y Filología. Desde entonces, su único pensamiento era dar clase en secundaria

En este inicio de curso, cuando Mirentxu avanza por el pasillo hacia el aula en la que tiene que realizar la presentación de su asignatura de Lengua Castellana y Literatura a un grupo de 3º de ESO nadie percibe en ella más que una profesora, como las demás, ni más ni menos, a ojos de todo el alumnado, el profesorado y todo el personal que el primer día de curso se da cita en el instituto. Es una mujer joven y ha acudido arreglada para la ocasión. Al abrir la puerta del aula, mientras las alumnas y alumnos entran y se van sentando, ella se dirige a su mesa, deja encima el libro de texto, las carpetas, el cuaderno del profesorado y algunos juegos que ha comprado para desarrollar las situaciones de aprendizaje que van a comenzar de forma inminente. Descuelga su bolso del hombro y lo cuelga en el respaldo de su silla. Enciende el ordenador y la pizarra digital. Está lista para empezar.

Mirentxu, como la llaman en casa, es andaluza, de Córdoba capital, su padre es vasco, donostiarra, y su madre de Valladolid. Sus padres se conocieron en Sevilla, coincidiendo por el trabajo que les trajo a Andalucía. Ha terminado Periodismo y Filología. Desde que terminó de estudiar, su único pensamiento en cuestiones profesionales era dar clase en secundaria.

Es la primera vez que comienza el curso el primer día de clase. En todo el trayecto hacia el aula desde la sala de profesores le ha dado tiempo de recordar cómo suspendió inesperadamente -le tocó un tema que había preparado- el primer examen de sus primeras oposiciones; en las siguientes no consiguió la plaza en su tribunal por un puesto, aunque sacó más nota global que otros que sí la consiguieron en otros tribunales. No consiguió la plaza, pero, tras muchas lágrimas, se consoló pensando que había entrado en la bolsa de su especialidad.

Recuerda también cómo se emocionó cuando vio la adjudicación de su primer destino, una sustitución que surgió en noviembre de aquel año, un destino de los que el dichoso SIPRI, ofertaba como “voluntario”, en plata, de los que nadie elige entre sus primeras opciones por la situación del centro y la procedencia del alumnado. Pero ella aplaudía con las lágrimas saltadas cuando lo vio. Le daba igual cómo fuera el instituto, estaba no muy lejos de su casa, en la que ya vivía con su pareja, con una duración “sin determinar”, que finalmente se alargó hasta final de curso. Fue un buen curso pese a la dureza del trabajo, a la cantidad de horas de más para atender como tutora a alumnado y familias con enormes carencias socioeconómicas y la falta de recursos de apoyo. No importaban las casi 4 horas que hacía de trayecto entre trenes y autobuses de ida y vuelta. El trabajo daba sus frutos, merecía la pena.

También recuerda que el curso siguiente le adjudicaron una sustitución a mediados de octubre, después de estar pendiente del SIPRI desde agosto, que es cuando se adjudican las primeras vacantes, y la locura de septiembre, cuando las convocatorias implican un carrusel de nervios e incertidumbre. Esa vez fue un destino “obligatorio” a finales de octubre, una sustitución con tiempo “sin determinar” en otra provincia. Recuerda su viaje, con muchas lágrimas derramadas en el trayecto, y los avatares para alquilar una vivienda, a precio de turista porque el instituto estaba en un municipio de la costa del sol. Sin un medio de transporte propio, la vuelta a casa los fines de semana se convertía en una aventura que solo podía realizar muy de vez en cuando. Su relación de pareja acabó por resentirse.

Cuando Mirentxu ha dejado sus cosas sobre la mesa y mira hacia el aula, deja atrás todos esos recuerdos y ve una clase con 35 alumnos, más de los que permite la normativa, y en un espacio muy reducido. “Trabajo extra”, pensó. Sabía también que los recursos para el alumnado con necesidades educativas especiales se estaban compartiendo con un colegio de la zona, “más trabajo extra”, suspiró entre dientes. El ordenador encendía pero el monitor no… “Empieza el curso”, murmuró.

Al empezar el curso, la cara del sistema educativo andaluz no es ni la consejera del ramo ni la Delegada territorial, no. Es Mirentxu. Y para llegar allí ella ha puesto su cabeza, su corazón, sus lágrimas, su cuerpo y su energía, su dinero, y hasta su relación de pareja. ¿Y qué ha puesto quien la contrata? Obstáculos, dificultades, mensajes amenazantes del SIPRI y hasta reproches por algunas de sus dinámicas docentes. Ni siquiera se plantea darle la posibilidad de facilitar un doble acceso en unas oposiciones, dificilísimas de preparar en esas condiciones, en las que se valore un poco todo lo que ha ofrecido durante su carrera para ser profesora. La consideración por su trabajo y por su esfuerzo es prácticamente nula.

Para la administración, da igual, nuestro trabajo se valora de la misma forma con tendencia a la baja en cada curso

Hay miles de Mirentxus en Andalucía que han pasado por todo lo relatado antes y más. Representan la versión más vulnerable del profesorado en cuestiones laborales. Pero son el reflejo y el calibre de la consideración, o mejor dicho, de la desconsideración de la administración hacia la figura del profesorado. Una administración que ha lucido con todo su esplendor esa desconsideración el pasado 5 de octubre cuando, a la vez que en una de sus redes sociales “felicitaba”al profesorado por su labor en el día Internacional del Docente hacía una convocatoria en SIPRI en la que no ofertó ninguna sustitución ese día, dejando con un palmo de narices a todo el profesorado de las bolsas y tratando de ahorrar una semana de sueldo para no tener que pagar el puente de la semana siguiente a quien se incorporara esa semana. Un sonado desprecio a la labor docente y, como consecuencia, también al propio alumnado que no recibirá las clases a las que tiene derecho.

Para la administración, que parece haber inoculado en todo el cuerpo docente un virus de precariedad de forma que ya cuesta sentirse seguro en cualquier ámbito del trabajo, da igual que seamos funcionarios o una docente interina con poco tiempo de servicio y que tiene que realizar 3 mudanzas al año para realizar su trabajo. Da igual, nuestro trabajo se valora de la misma forma con tendencia a la baja en cada curso.

Cuando a estas alturas de noviembre Mirentxu entra en su clase ya ha visto cómo ha protestado el AMPA por la falta de recursos, cómo una familia ha denunciado a un profesor de su centro, cómo se ha cerrado el laboratorio por las grietas que tiene su techo, ha recibido algún mensaje en Séneca, en tono muy airado, durante la clase, de una madre de sus alumnas. A la hora del recreo, tomando un café y repasando las notificaciones de su teléfono, ve la convocatoria de la manifestación del próximo día 19 que se anuncia con el lema “Se acabó”.

Nunca ha sido de otra forma: la consideración de la administración al profesorado es la muestra de su consideración al propio derecho a la Educación. Al contrario, su desconsideración representa un desprecio a los valores de la Educación, que es lo que está ocurriendo con el gobierno de la Junta de Andalucía.

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