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El intenso tráfico del Estrecho, trampa letal para cientos de tortugas marinas y cetáceos

Guía práctica para convertirse en socorrista de delfines

Alejandro Ávila

Mecidas por los vientos de levante y poniente, las aguas del Estrecho esconden bajo su superficie una intensa vida marina. Frontera entre el Atlántico y el Mediterráneo, el litoral andaluz es testigo de las migraciones de decenas de miles de cetáceos y tortugas marinas que llegan a las cálidas aguas del Mediterráneo en busca de alimento y cobijo. Sin embargo, algunos de estos animales terminan encontrando el varamiento y la muerte en nuestras costas.

A lo largo de 2013, según el último informe del medio marino de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, se detectaron hasta 294 varamientos, 110 de cetáceos y 184 de tortugas marinas. Es decir, 54 casos más que el año anterior. Si damos un paseo por nuestras playas… ¿dónde es más probable que nos encontremos con uno de estos animales varados? Mientras que la costa del Golfo de Cádiz y del mediterráneo occidental fueron testigos a lo largo del año pasado de un mayor número de varamientos de cetáceos, las tortugas marinas estuvieron presentes en toda la costa andaluza, sobre todo en las provincias de Huelva y Málaga.

Las especies más frecuentes fueron la tortuga boba, el delfín común y el delfín listadodelfín comúndelfín listado, todas ellas especies amenazadas, aunque a lo largo del año pasado también se dieron casos excepcionales como los de un cachalote enano, una cría de yubarta o un rorcual tropical.

Cuando un animal de estas dimensiones se queda varado en la costa suele hacerlo muerto o moribundo. Apenas 14 individuos, el 13% de los cetáceos varados, llegaron vivos al centro de recuperación. Ni siquiera eso les garantiza su supervivencia. Como indica Carolina Fernández, coordinadora de la Red de Varamientos de Andalucía, “por muchos cuidados que les demos, son muy delicados y estar fuera del agua les afecta a todo el organismo y les genera un síndrome de estrés. Los que sobreviven son la excepción”.

En el caso de sus acorazadas compañeras, las tortugas marinas, la situación se invierte: tres de cada cuatro se recuperan y pueden volver al mar. “Las tortugas tienen un aguante muy grande, son muy resistentes y responden muy bien a los tratamientos”, destaca la veterinaria.

Si bien un centenar de tortugas bobas se vieron muy afectadas el año pasado por una epidemia de parásitos (epibiontes), que se quedan adheridos a su cuerpo y les impiden nadar, la mano del hombre es la que resulta letal tanto para las tortugas como para los mamíferos marinos. En el 60% de los casos, las tortugas terminan malheridas por haberse quedado atrapadas en mallas de pesca, golpearse con las hélices de los barcos o ingerir anzuelos. En el caso de los delfines comunes, el 60% muere “por interacción con pesca o captura accidental”. Fernández reconoce que estas muertes son complicadas de evitar en una zona tan transitada como el Estrecho de Gibraltar, por donde transita el 30% del tráfico marino mundial. “Otros países han sacado normativas en determinadas áreas para que los buques reduzcan la velocidad, pero este área ni siquiera está protegida”, afirma.

Tanto la concienciación de los ciudadanos (los expertos recuerdan que hay que llamar al 112 y no tocar el animal) como de los profesionales del ar resulta imprescindible para aumentar las posibilidades de supervivencia de estos seres marinos. Actualmente, un proyecto financiado conjuntamente con fondos europeos y la Fundación Biodiversidad se encarga de formar a los pescadores para reducir la mortalidad de las tortugas marinas.

Mariluz Parga, responsable del proyecto a través de la organización Submon, cuenta que les explican “cómo quitar un anzuelo o cómo reanimarlas”. La veterinaria afirma además que “se ha descubierto recientemente que las tortugas pueden sufrir la enfermedad de la descompresión, de la que no sabemos casi nada. Hasta dos o tres horas después no hay síntomas, así que le pedimos a los pescadores que las mantengan en cubierta durante este tiempo antes de tirarlas al mar”. En caso contrario, podrían terminar varando moribundas en la playa. Parga reconoce que la respuesta por parte de los pescadores está siendo positiva, ya que “un barco se puede encontrar un par de ellas al año y con que estén a la sombra y se les eche un poco de agua, no hay que hacerles nada más”.

Un problema global

Pablo Álvarez, experto en varamientos de Ecologistas en Acción, cree que hasta ahora no se estaba “gestionando bien” el problema de la pesca y ve muy positivo que se sensibilice a los pescadores, “que no tienen mucha conciencia ambiental”.

En cualquier caso, Álvarez insiste en que “por mucho que actúes a nivel local, el problema es global. Tiene que ver con la salud de los mares, sí aquí hay medidas de protección, pero más allá del Estrecho hay redes ilegales. Todo el esfuerzo que haces aquí, se pierde allí”. El ecologista recuerda además que “la conservación de los cetáceos va en picado. Se le acumulan los problemas de interacción con barcos, ferrys, artes de pesca y contaminación como el polo químico de Algeciras. Acumulan metales pesados, se reducen sus defensas y mueren antes”.

Por último, las prospecciones petrolíferas previstas en zonas como la costa de Mijas podrían ser la puntilla para estos habitantes marinos, cuyo sistema natural de geolocalización se vería severamente afectado por las ondas sónicas de este procedimiento para encontrar combustibles fósiles.

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