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El rescate de las voces y los cuerpos de trece poetas olvidadas

María Alcantarilla

Alejandro Luque

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Sevillana afincada en Cádiz, María Alcantarilla lleva algunos años interesándose por las poéticas del cuerpo como lectora, escritora y fotógrafa. Ahora también lo hace en calidad de antóloga, pues acaba de publicar en la colección Vandalia de la Fundación Lara la antología El cielo de abajo, una gavilla de trece poetas hispanoamericanas que gira precisamente en torno a las formas de abordar la corporeidad desde ángulos muy diferentes.

“Empecé a interesarme por el tema a través de narradoras a las que admiro mucho, como Clarice Lispector o Dubravka Ugresic” recuerda. “Hasta que me dije que tenía que haber también representación de estas preocupaciones en la poesía, y empecé a indagar. Decidí acotar el marco al territorio hispanoamericano, y el resultado es este libro”.

Según explica Alcantarilla, “me apetecía salir del cuerpo como objeto, para tratarlo como canal o código no restrictivo. El cuerpo es el medio entre nuestra interioridad, nuestras emociones, y la realidad. Hay que ir más allá de su fisicidad y su organicidad”. En este sentido, le llamó la atención cómo la mayoría de las autoras que empezaba a descubrir “trataban el cuerpo de manera indirecta”.

Un archivo orgánico

Así, una voz como la de la colombiana Mery Yolanda Sánchez (Tolima, 1956) “se desenvuelve en un contexto opresivo, agresivo, de guerrilla”, dice la antóloga. “El cuerpo es un archivo orgánico. En él se queda el miedo, la parálisis”. Como en este fragmento:

Qué pensaste cuando al cerrar los ojos dejaste la carga de tu silencio en mil cuerpos. Cuando descargaste tus vísceras en el baño y te sentiste liviano y liberado de las quejas que ercura la tierra. En tu rostro quedaron señales, miradas pasadas y ajenas…

La venezolana Hanni Ossot (Caracas, 1946-2002) se orienta en cambio hacia “interiorizar el cuerpo desde un punto de vista más metafísico, frente al discurso amoroso que suelen vendernos, confesional, con el hombre siempre muy presente”, señala Alcantarilla:

Cuerpo: no sabemos de ti porque en este exceso lo hemos dado

Mira: ahora escuchas otras habitaciones

              suelos sin luz

              únicamente de vientos

También destaca la antóloga a Ana María García (Perú, 1948), “una autora con poquísima obra, apenas dos libros en una editorial menor, pero que posee una forma anchísima de entender el cuerpo, desestructurando todo el poema, deconstruyéndolo y jugando con la sonoridad”:

Encárgase la vida. La vida es una masa triste que se pega

en los dedos. La vida, a la que hay que acudir cada noche o

cada día con voz nocturna. La vida, que a todos nos afilia

para nada.

Del yo al nosotros

En opinión de María Alcantarilla, hay una serie de características que distinguen claramente la mirada de las poetas de la orilla americana de las que se proyectan a este lado del Atlántico. “Tienen una manera muy particular de expresarse. Están mucho más liberadas de prejuicios, quizá porque aquí nos pesa todavía mucho la tradición judeocristiana. Nos lastran mucho las argumentaciones lineales, que agotan el proceso creativo”.

“Además”, prosigue, “no cierran tanto los conceptos como nosotros. Se enfrentan a la realidad dejando los poemas abiertos. En España abordamos los temas de una forma muy directa y explícita, el amor, la muerte… Allí se dejan espacios a la hora de construir su narrativa, mientras que aquí somos buenos cronistas”.

La presencia femenina en este tipo de libros es irrisoria, inferior al cinco por ciento. Siempre se menciona a los mismos nombres, Alejandra Pizarnik, Sor Juana Inés de la Cruz, Gabriela Mistral, pero hay muchas más.

Y está, cómo no, “el compromiso ético y político que tienen con su obra, en el que la Historia está siempre muy presente. Son menos ególatras, no aparece tanto el yo doliente, y más en cambio el nosotros. Su pensamiento se mueve en conjunto y no como asunto individual, que es lo que nos caracteriza a nosotros”.

El volumen está acompañado por trece fotografías de la propia Alcantarilla. “El editor me dijo que podía incluirlas y para mí fue un regalo”, afirma. “Aunque no hay una relación directa con las autoras seleccionadas, la fotografía abre puertas interpretativas. Una imagen puede orientar o abrir escalas de significado, y estas responden más bien a un coloquio, a una decantación que he hecho de sus poéticas”.

Mayor presencia

Tras la elaboración y publicación de El cielo de abajo, Alcantarilla confiesa que su propia poesía ha cambiado. “Me he reconciliado con una parte de mí, me han ayudado a entender mi feminidad de una forma más libre. Parte de lo que estas mujeres proponen estaba ya en mi proceso. Lo que me impresiona es que muchas son de principios del siglo pasado, y se pueden leer todavía como una propuesta de lo más actual. Han envejecido muy bien”, asevera.

Una antología, en fin, que Alcantarilla cree necesaria para redibujar el mapa de la poesía en nuestro idioma, “ya que la presencia femenina en este tipo de libros es irrisoria, inferior al cinco por ciento. Siempre se menciona a los mismos nombres, Alejandra Pizarnik, Sor Juana Inés de la Cruz, Gabriela Mistral, pero hay muchas más. Yo partía de una preselección de 50, pero la cantidad es inabarcable. Y no se trata de que sean solo mujeres, no es rescatar por rescatar, hay muchas voces que merecen ser conocidas”.   

“En todo caso”, concluye la sevillana, “creo que es conveniente entender que lo masculino no es solo hombre, y lo femenino no se refiere solo a la mujer. Todos tenemos una parte de cada, construimos nuestros yoes con ese edificio. Nos ayudaría a entendernos mejor”.           

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