María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra: un matrimonio en crisis y una empresa boyante
El auge que en los últimos tiempos ha venido teniendo la figura de María Lejárraga (San Millán de la Cogolla, 1874, Buenos Aires, 1974), especialmente tras el estreno de la obra de teatro Firmado Lejárraga de Vanesa Montfort y el documental María Lejárraga, a las mujeres de España de Laura Hojman, ha provocado que los libros de la autora riojana vuelvan a ser reeditados y con unas ventas sorprendentes.
Una verdadera lejarragamanía que continúa con el rescate de dos títulos descatalogados, ambos en la editorial Renacimiento: Gregorio y yo, la segunda entrega de sus memorias tras Una mujer por los caminos de España, y Feminismo, feminidad, artículos que completan las Cartas a las mujeres de España, que van ya por la séptima edición. Al cuidado de estos títulos se encuentran dos expertos en la figura y la obra de la autora, Juan Aguilera Sastre e Isabel Lizarraga, quienes ya se preparan para celebrar lo que será el Año Lejárraga, pues en 2024 se cumplen 150 años de su nacimiento y 50 de su muerte en el exilio.
Sobre Feminismo, feminidad, señalan que se trata de una recopilación de artículos aparecidos en la revista Blanco y Negro entre 1915 y 1916, en la sección La mujer moderna. Para el libro Cartas a las mujeres de España se seleccionaron 25 de esas piezas, mientras que los otros se reservaron para el volumen titulado Feminismo, feminidad, españolismo, aparecido en 1917 y luego reeditado con su título definitivo.
Feminismo internacional
No obstante, la época, el tono y la visión son los mismos que en Cartas, “aunque quizá está un poco más orientado hacia el feminismo internacional y lo que pasa en Europa”, explica Lizarraga. “En estos textos comenta cosas como que una mujer en Suecia había ingresado en la academia, mientras aquí se le negaba la entrada a Emilia Pardo Bazán, o la elección de la primera mujer alcaldesa en Francia. Todo ello era para María el camino a seguir para las mujeres de España”. Este ciclo se cerrará con otro libro, Nuevas cartas a las mujeres de España, en el que sí hay una distancia temporal de más de diez años y diversas diferencias de tono y formas, y cuya reedición verá la luz este año.
Cabe destacar que el libro viene firmado por María Lejárraga y su marido, Gregorio Martínez Sierra, que durante mucho tiempo figuró como único autor de toda la producción de su esposa. “Estamos convencidos de que estos artículos los escribe exclusivamente ella, pero desde el punto de vista de los derechos, se llegó a un acuerdo con los herederos actuales de Gregorio para que saliera así, con una solución de compromiso para no borrar del todo a Gregorio”, apunta Juan Aguilera. “Por otra parte, aunque él no escribía los textos, contribuía a su difusión. Por ejemplo, hay una conferencia suya en el Teatro Eslava en 1917, abarrotado por lo más granado de la sociedad madrileña, en el que explica los fundamentos del feminismo y por qué no hay que tener a las feministas”.
Asimismo, cuando se les pregunta si el feminismo actual ha seguido las recomendaciones de Lejárraga, plantean sus dudas. “Creemos que está bastante alejado de sus teorías en lo básico. María quería justificar que, aunque la mujer trabajara, seguía siendo femenina, y eso parece bastante superado. Pero por ejemplo se ha olvidado algo que ella defendía, la relación entre feminismo y pacifismo, como demostró con su implicación en la Conferencia de La Haya de Mujeres por la Paz, intentando parar la I Guerra Mundial. Para ella, ser madre te hace pacifista, porque ninguna mujer quiere que sus hijos mueran en la guerra. Otra cosa en la que no le hemos hecho es en la banalización de la belleza física de la mujer. Ella quita importancia al aspecto físico, habla de la belleza de las canas, de las arrugas. El feminismo verdadero está en el cultivo individual de las potencialidades de cada mujer”, dice Lizarraga.
Comunidad espiritual
“También dedica un capítulo a la futilidad de la moda”, agrega Aguilera, “para ella la esencia de la mujer nunca puede estar sometida a la tiranía de la moda, y siempre es más importante que se eduque, que estudie y que sea importante como persona, no como figurín. María tiene evidentemente el lastre de la época en que vive, no cuestiona el modelo social, la familia, pero se adelanta con otras demandas, como su oposición a la prostitución, que para ella es una esclavitud y un sometimiento a un mercadeo intolerable, como les parecía a Clara Campoamor o Carmen de Burgos”.
En cuanto a Gregorio y yo, para Lizarraga y Aguilera supone una reivindicación del papel de Gregorio Martínez Sierra en la creación de María Lejárraga a través de medio siglo de colaboración. “Es un libro que ella escribe en el exilio, tirando mucho de memoria, por lo que encontramos algunos pequeños errores”, señala Aguilera. “Yo digo que, más que de colaboración, hay que hablar aquí de colaboraciones, con distintas formas a lo largo del tiempo. Evidentemente hay textos que escribió ella sola, como los feministas, o los que hizo con músicos como Falla o Turina. Pero Gregorio está siempre detrás, animándola y sugiriéndole temas, como cuando va a Argentina y le propone escribir en la prensa de allí unas Cartas a las mujeres de América, marcando directrices para que ella las desarrolle”.
Lo que parece claro es que en una primera etapa, hasta 1908, cuando María abandona su trabajo como maestra, la colaboración entre ambos es impecable, hasta el punto de que ella misma llega a decir que no podría distinguir lo que salió de su pluma que lo que se debe a la de Gregorio. A ambos les une, además, el deseo de triunfar, lo que acaba derivando en “una especie de comunidad espiritual perfecta”.
Las cuentas claras
Una segunda etapa, desde aproximadamente 1915, presenta ya a una María autora en exclusiva de todas sus obras, si bien “las siguen planteando juntos, deciden juntos la estructura, los personajes, aunque es ella la que se encarga de escribir los diálogos y decidir la organización de la trama”. Para Aguilera, hay una tercera fórmula, que es la de una Lejárraga en completa soledad, “pero no puede decirse antes que Gregorio se aprovechara de su mujer, porque él tenía una idea clara de cómo sacar toda aquella producción a escena y promocionarla”.
“Eran una empresa, una pareja que tenía perfectamente dividido su trabajo”, agregan los estudiosos. “Tenían las cuentas muy claras y María siempre controló lo que cobraban. Ambos sabían lo que tenían entre manos, y ninguno se bajó del carro, ni siquiera cuando Gregorio se casa con la actriz Catalina Bárcena y tienen una hija, porque tenían mucho éxito. Sus producciones se vendían muy bien, se estrenaban en todo el mundo y publicaban en los mejores periódicos. Eran una máquina de hacer dinero”.
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