“¿Nos podemos llevar el ADN de la fresa a nuestra casa?”: investigadoras acercan la ciencia al alumnado andaluz

Javier Ramajo

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“Y, ¿nos podemos llevar el ADN de la fresa a nuestra casa?”. Esta mañana en el CEIP San José Obrero de Sevilla se ha hablado menos de Mbappé o la youtuber de turno y más de Rosalind Franklin, cuyo trabajo fue fundamental para la comprensión de las estructuras moleculares del ADN. La rutina diaria en un par de clases de 5º de Primaria de este heterogéneo colegio se ha visto sobresaltada por la visita de cinco investigadoras que, con el proyecto 'Una científica en tu cole andaluz' impulsado por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), están acercando la ciencia a varios centros educativos y promoviendo las vocaciones científicas con la colaboración desinteresada de investigadoras de la Universidad de Sevilla, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), del Joint Research Centre (JRC) de la Comisión europea en Sevilla, y de la plantilla del Centro de Innovación e Investigación Traslacional en Europa (CITRE), una entidad propiedad de la compañía biofarmacéutica internacional Bristol Myers Squibb.

Estela García, Carla Guarinos, Alicia Sánchez y Cristina Méndez, coordinadas por Adela Muñoz, catedrática del Departamento de Química Inorgánica de la Hispalense, y con Ana Román de interlocutora con el CITRE, se apresuran en sacar los materiales de cajas y bolsas perfectamente preparadas para llevar a cabo el experimento 'El ADN de los organismos' con el que ilustrar a pequeños de diez años, más enfrascados en ver con quién se sientan en cada grupo de cuatro que de los detalles de esta particular visita bioquímica. “Si os portáis bien, luego habrá regalitos”, dicen como reclamo. No es un laboratorio pero “hay que hacer las cosas con cuidado”, advierte mientras Pablo, su profesor, que trata de controlar que todo discurra medianamente en orden.

Ellas reparten con mimo los materiales para que todo salga bien. Predominan las caras de ilusión, aunque solo sea por saltarse la última hora de 'mates', y la de alguno que otro que cree sabérselo todo antes incluso de la explicación. Se ponen con cuidado los guantes “demasiado chicos” aunque a uno de los chicos se le ha roto. Las gafas “aprietan” pero no importa porque “son chulas”. Se forma un poco de revuelo con las batas, parecidas a esas que han visto “en la tele” a cuenta del coronavirus. “Nosotras buscamos medicinas para nuevas enfermedades, porque cuando llegó la Covid-19 no había”, dice Estela García durante la presentación tratando de llamar su atención.

Rompiendo la fresa

“Porque los jarabes que tomáis cuando os duele algo tienen mucho trabajo detrás y nosotras es lo que hacemos”, explica Carla Guarinos. “¿Alguien sabe qué es el ADN?”. La pregunta al aire no sugiere muchas manos levantadas. La definición de la estructura celular de los organismos y la enumeración de algunos conceptos no despierta muchas pasiones mientras ellos y ellas siguen enredados en el material y comentando el gol de la noche anterior de Benzema. “¿Sabéis que frutas como la fresa tiene también células y ADN?”. Se acerca la hora de experimentar. “Y, ¿nos podemos llevar luego el ADN de la fresa a nuestra casa?”, pregunta una entusiasmada. Aplauso y manos a la obra.

Paso a paso, mezclan agua, sal y lavavajillas en la proporción exacta en que les indican las científicas, “seños” por un día, como todos las llaman durante el experimento para plantear sus dudas. Mientras el típico bromista amaga con beberse la solución, todos ejecutan la “rotura física” de la fresa para que las células individuales se vayan soltando dentro de una bolsa con cierre hermético. “Intentad que no se formen burbujas”, comentan las investigadoras que, mesa por mesa, les ayudan a que el experimento llegue a buen puerto. Vierten el resultado en un jarrita-colador y la cosa va tomando forma, aunque uno de los grupos ha equivocado el paso. “Es que no atendéis a la explicación”, les reprocha con suavidad el profesor.

Después de añadir “cuidadosamente” alcohol de 96º a la solución filtrada en vasos pequeños, la magia de la ciencia: el “moco blanco” que aparece, así le ha bautizado el alumnado, es el ADN de la fresa. Ahora sí, recogen con un palillo de madera el resultado y lo introducen en un tubo eppendorf al que, previamente, han añadido un poco de alcohol con el cuentagotas. “Ya tengo mi moco blanco”, dice uno. Una clase de Primaria convertida en laboratorio por una mañana y, quién sabe, despertando el interés científico de alguno o alguna.

'Una científica en tu cole andaluz'

Parejas de investigadoras que trabajan en química, física, biología, matemáticas y biomedicina están visitando desde hace un mes colegios sevillanos en los que hablan del trabajo de investigación que desarrollan y realizan experimentos sencillos como el de la fresa. La asociación AMIT cuenta con un programa similar que lleva años funcionado con gran éxito en Aragón, 'Una ingeniera en cada cole', que comenzó en 2016 y que ha servido de inspiración a este proyecto.

Hay equipos de Matemáticas ('Construyendo mosaicos con matemática'), para trabajar nociones y procedimientos geométricos: polígonos, tipos de polígonos, ángulos, medidas, perímetros, áreas y movimientos (traslaciones, giros y simetrías) o de Física ('Descifrando los Ma-tch-teriales'), con una introducción de la Ciencia de los Materiales y del concepto de sólido cristalino, así como de sus propiedades relevantes como resistencia mecánica, elasticidad, dureza, tenacidad y conductividad eléctrica.

También se abordan cuestiones químicas ('Ácidos y bases que nos rodean'), donde un concepto químico tan relevante se introduce con la ayuda del pigmento extraído de la col lombarda que es un indicador ácido-base. O biólogas ('La vida que no se ve'), donde se les explica que los microbios están por todas partes y no todos son peligrosos ni mucho menos, pero lavarse las manos es muy importante para mantener a raya a los que sí lo son.

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