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Mil años sobre el rumor del agua

Sala templada de los Baños Árabes de Jaén.

Concha Araújo

Jaén —

Un milenio da para mucho: El asesinato de un rey; las voces de las mujeres en un lavadero; los llantos de niños abandonados; el soniquete de las monedas de las alcabalas; el hedor de pieles sumergidas en tintes… Ese viaje por mil años de vida sobre un rumor de agua puede disfrutarse en el Centro Cultural Baños Árabes de Jaén. “Si hubiera fantasmas, imagínate que lo que podrían contar”, explica la directora del centro, Rosa Morales.

Se trata de un edifico de siete plantas y más de 10.000 metros cuadrados que ha ido creciendo y adaptándose a la realidad de la ciudad desde el siglo XI, cuando el rey Alí mandó construir un hamman público y gratuito. Con 450 metros cuadrados es el más grande, de ese periodo, que se ha localizado en Europa y el Norte de África. El monarca desconocía que la sala caliente de esos baños se convertiría en el escenario de su muerte. La puerta atascada por el calor, una subida de temperatura hasta niveles extremos y una mínima apertura de las lucernas fue el cóctel de acontecimientos urdido por sus enemigos que ocasionó su muerte por deshidratación.

Cuando el gobierno de la ciudad cambió de manos y los usos del baño público desaparecieron, se convirtieron en una tenería (espacio dedicado al curtido de pieles). En el siglo XVI el conde de Villardompardo los utilizó como cimientos de su palacio, donde recaudaba las alcabalas para la corona. Muerto el noble, el palacio pasó a manos de la beneficencia que hizo de él un hospicio de mujeres y expósito de niños huérfanos.

Las necesidades sumaron nuevos espacios al edificio original para construir una capilla y ampliar los dormitorios. Construyendo escaleras interiores para salvar desniveles y crear nuevas estancias. Y las termas quedaron sepultadas bajo una sucesión de paños de piedra, hasta que hace 101 años, un hermano del pintor Julio Romero de Torres advirtió que las monjas del hospicio usaban como almacén el vestíbulo de lo que resultó ser un hamman del siglo XI, del que se tenían noticias pero no constancia.

Premio Europa Nostra

El estallido de la Guerra Civil en 1936 paralizó la restauración de los baños que había emprendido el arquitecto Luis Berges. Casi 50 años después, en 1984, la Unesco reconoció con el premio Europa Nostra la rehabilitación acometida por Luis Berges Roldán, hijo del primer arquitecto al que se le encomendó. Hasta 1990 permanecieron cerrados al público. Ese año se inauguró el centro cultural que, además de los baños, acoge un Museo de Artes y Costumbres Popular y el único Museo Internacional de Arte NaÍf que existe en España.

Este año, después de una larga remodelación, ya son plenamente visitables para cualquier turista. Una suerte de rampas y ascensores ha hecho que un espacio complicado para las personas con problemas de movilidad se haya convertido en un lugar accesible y cómodo. Más facilidades para descubrir la obra de singulares artistas Naif como El Boliche o Manuel Moral, reconocer oficios desaparecidos como el de albardonero o elementos singulares de la religiosidad popular. Piezas únicas que componen los dos singulares museos que crecen sobre el hamman.

La adecuación del inmueble ha revelado nuevos detalles que habían permanecido ocultos, desde el lavadero con pilas de asperón del hospicio a un diminuto retrete infantil incrustado en la pared de la sala de juguetes. Pero sobre todo han abierto el paso a miles de visitantes. Antes de su remodelación el centro registraba unas 50.000 entradas anuales. Desde su reapertura, en julio, casi 40.000 personas lo han visitado.

Actividades

Uno de los reclamos han sido las actividades, que pretenden tener continuidad a lo largo del año. Desde observaciones astronómicas en el privilegiado mirador del palacio –que ofrece una sorprendente panorámica de la ciudad- a talleres de repostería para adultos o de construcción de instrumentos musicales íberos para niños, conciertos o recitales poéticos –en su flamante espacio escénico al aire libre, conferencias y hasta un circuito de bares, en el entorno, con tapas de inspiración andalusí.

La directora del centro habla de las posibilidades del edificio, de la satisfacción de que sea accesible para todo el mundo, de todas las cosas que encierra este inmenso museo lleno de vida. Entonces una visitante entra en la sala fría de los baños y exclama: “¡Qué bonito!” Advierte la bata de personal del centro y puntualiza: “¡Qué hermosura de edificio!”. Rosa Morales sonríe.

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