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Diez razones que te harán plantearte una escapada a Cabo de Gata este otoño

Nacho S. Corbacho

Habitual destino veraniego, este Parque Natural ofrece multitud de motivos para perderse por su paisaje desértico durante la temporada baja. Te contamos una decena de ellas.

Bucear en praderas de posidonia

Son muchos los clubes de buceo y empresas que ofrecen la experiencia de sumergirse bajo las transparentes aguas de Cabo de Gata. Se ubican en la práctica totalidad de las localidades costeras y suponen una excelente oportunidad para conocer los fondos marinos donde las praderas de posidonia ofrecen refugio a multitud de especies marinas. Sin embargo, esta costa almeriense rezuma vitalidad en casi cualquier rincón y, por eso, bastan unas gafas para mirar bajo el agua y encontrar coloridos peces, estrellas de mar, pulpos y una amplia variedad de especies a apenas unos metros de la playa. Por la superficie también son más que agradables los paseos en kayak. 

El arroz  de la pizzería Isoletta

Con mariscos, negro, caldoso, de bogavante... Los arroces de la pizzería Isoletta convierten a este restaurante en una excelente escusa para acercarse hasta La Isleta del Moro, en pleno corazón de Cabo de Gata. Con larga tradición familiar, el local cuenta con una amplia carta en la que se incluye una gran variedad de pizzas y pastas. Destacan, además de sus arroces, las propuestas con pescado del día, donde destacan la gallineta y el gallo San Pedro, así como los sabrosos y pequeños saltones. Un tiramisú casero pone el punto final a estupendo menú.

Más allá, una escapada gastronómica por esta parte de la costa almeriense debe llevar también a lugares como La Gallineta, Lakshmi, La Tasquilla, El Jardín, 4 Nudos, Bar Treze Sur, la Pela Flamenca El Palmito o El Manteca para saborear salmonetes de roca, galanes o gambas rojas junto a una cerveza El Cabo. Sin olvidar, eso sí, la tarta de zanahoria del restaurante Lebeche. 

La planta Denver

Con un nombre que parece sacado de una serie creada por el guionista Damon Lindelof, la Planta Denver es una de las instalaciones más sorprendentes de la vieja mina de oro de Rodalquilar. Situada en la ladera de la sierra de El Cinto, las instalaciones albergaron a centenares de trabajadores en los años 50 y 60. Hoy el espacio está en ruinas y pasear por él es hacerlo por un escenario fantasmagórico, sacado de otra época y, también, algo peligroso debido a las malas condiciones de los edificios.

Como otros muchos rincones de la zona, las minas también se utilizaron para rodajes cinematográficos convirtiéndose en un orfanato futurista en la película Guerreros del Sol o en una aldea medieval en El Misterio de Wells. A su lado, la Casa de los Volcanes posee numerosa información acerca de las diferentes formaciones geológicas de Almería y Andalucía. 

Senderismo entre volcanes

El sol aprieta en verano en Cabo de Gata. Una bendición para amantes de las playas y un problema para quien quiere disfrutar del senderismo. Pero el otoño la situación cambia. El astro rey sigue brillando, pero con menos intensidad, y se convierte en el perfecto acompañante para pasear entre paisajes desérticos.

Una de las rutas más espectaculares es la que se acerca hasta la caldera de Majada Redonda desde la barriada de Las Presillas Bajas y donde se puede conocer más a fondo la geografía volcánica de la comarca, así como una naturaleza única en toda la península ibérica. Pero existen otras muchas opciones, como los senderos que transcurren junto a las playas de Los Genoveses y El Mónsul, el que acerca hasta la Cala de San Pedro, el sendero Requena junto a la Cala de los Toros o la circular que recorre parte de la vía verde de Lucainena a Agua Amarga. Quienes prefieran las dos ruedas también tienen numerosas rutas ciclistas para calentar las piernas.

Todas las playas a tu disposición

Cabo de Gata es de esos lugares en los que, incluso en el punto álgido del verano, es posible encontrar un rincón de playa solitario. Sus muchas calas, algunas solo accesibles desde el mar o tras largas caminatas, regalan esa posibilidad. Pero en otoño la operación se vuelve más sencilla: es el momento de degustar las mejores orillas con total tranquilidad. El tiempo acompaña, sobre todo al principio de la estación, para darse un chapuzón; pero cuando no lo hace, basta un libro y un poquito de sol para mimetizarse con la naturaleza como lo hacen los camaleones que habitan estas tierras. Bajar hasta la Playa de los Muertos, pasear por las playas de Vera o recorrer El Playazo desde la Torre de Los Alumbres hasta el castillo de San Ramón (y rememorar viejas historias de piratas o soñar con adquirirlo si se tienen tres millones de euros en el bolsillo) son motivo más que suficiente para viajar al Parque Natural.

Rodalquilarte: cultura al aire libre

En las estrechas calles de Rodalquilar se respira tranquilidad incluso en temporada alta. Sin embargo, la caída del turismo en otoño ayuda a entender que aquí la vida transcurre de otra manera: aquí las prisas no son tantas prisas. En numerosas fachadas y rincones de esta localidad del municipio de Níjar se puede encontrar un sin fin de especies de cactus; pero también casi un centenar de trabajos artísticos pertenecientes a la iniciativa Rodalquilarte, que este año vive su tercera edición.

Son muchas las lonas que reproducen obras de artistas locales, nacionales e internacionales de todas las disciplinas artísticas, como la fotografía, el diseño gráfico, la pintura o la escultura y que, con calma, se disfrutan mejor. E incluso puedes hacerte con la que más te guste en una subasta que se celebra en el hotel Oro y Luz, a las afueras de la villa.

La lluvia

Aunque parezca mentira, en el desierto almeriense también llueve. Y, cuando lo hace, el entorno se convierte en un lugar muy especial. El olor a tierra mojada inunda los valles, las oscuras nubes dan mayor contraste a las montañas doradas y hay algo de festivo en la naturaleza, que se muestra exuberante para celebrar a su manera la llegada del agua dulce. El otoño es uno de los momentos del año donde la lluvia tiene más posibilidades de aparecer y, lejos de convertirse en un problema, supone una oportunidad para conocer el Cabo de Gata bajo otra interesante óptica.

La luz

Existe un momento del día que el turismo veraniego apenas puede reflejar en las fotografías que inundan sus cuentas de Instagram o Facebook. Es esa luz amarillenta que, al atardecer, va pintando el desierto, que se torna naranja hasta aumentar la saturación de cada elemento de un paisaje que cada tarde parece diferente al de mediodía. Es esa luz que se va tan rápido como llegó, que avisa de la necesidad de una manga larga, que invita a abrir un buen vino almeriense mientras el sol se esconde tras las montañas. Es el momento de encender la luz, esta vez eléctrica, y lanzarse a una buena lectura. Campos de Níjar, de Juan Goytisolo, es una buena propuesta.

Conducir

La cuesta que asciende desde el Valle de Rodalquilar en dirección a San José derrama, bruscamente, la carretera en dirección al Mirador de las Amatistas, con el Mediterráneo enorme de fondo. Le siguen unas cuantas curvas de herradura y, después, una recta que se pasea junto a la costa de La Isleta del Moro y Los Escullos. Es solo uno de los muchos tramos de carretera en los que conducir se convierte placer. Como el que transcurre desde Fernán Pérez hacia Agua Amarga por pleno desierto, las curvas que descienden hasta Las Hortichuelas o las rutas que se introducen en el interior del Parque Natural hacia Los Albaricoques. Ojo, que ya se sabe: precaución amigo conductor.

Una escapada a Almería

La capital almeriense se encuentra a poco más de una hora, como máximo, de casi cualquier punto del Parque Natural. La ciudad se convierte una perfecta escapada en la que conocer el magnífico Conjunto Monumental de La Alcazaba, dejarse llevar por las callejuelas del centro histórico, adentrarse en la Catedral de La Encarnación y su amplia plaza o disfrutar de las vistas junto al Cable Inglés. Su gastronomía, con la tapa como protagonista, ayuda a saborear el viaje gracias a espacios míticos como Casa Puga y otros muchos espacios que son una apuesta segura

 

 

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