EN PRIMERA PERSONA

Cuando te dicen que tu sangre salva vidas, se te quita el miedo a los pinchazos

Fermín Cabanillas

Fermín Cabanillas

Sevilla —

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Jueves, 8 de octubre de 2020. Entro en el Centro Regional de Transfusiones Sanguíneas, en la Avenida Manuel Siurot de Sevilla. Desde fuera no parece la referencia nacional en este tipo de lugares. Es como una casa en una avenida con viviendas parecidas en tamaño. Pero dentro está la tecnología más avanzada para que la sangre, ese bien preciado que no se puede fabricar artificialmente, sea extraída, analizada y usada para múltiples fines.

Dentro me espera Adoración Guerra, la técnico de promoción del centro, una periodista con la que he ido teniendo contacto más a menudo por aquello de los charcos en los que a ambos nos gusta meternos de vez en cuando para echar una mano. Sonríe, porque ha conseguido el objetivo que busca desde que me conoce: que done sangre. En 50 años nunca me he planteado hacerlo, y cuando lo he pensado, el miedo a los pinchazos me ha echado para atrás. Pero ahora es distinto.

En septiembre pasé la COVID-19. Ya ha pasado, estoy bien y eso es lo que importa. Pero no quería salir a la calle con un positivo, aunque fuera con carga viral baja como me explicaron. Así que me planté en el centro de salud y conseguí que me hicieran un análisis de sangre otra vez. Fue entonces cuando me dijeron que mi sangre había generado hiperinmunidad. Sonaba a superhéroe. O a cobaya. Porque lo primero que me recomendaron fue que donase sangre para que mi plasma fuese directamente a salvar vidas de personas en hospitales. Cuando te dicen que con un bote de tu sangre se salvan dos vidas, el miedo a los pinchazos desaparece de repente.

Rafael Lebreros, el coordinador, me hace una entrevista previa. 12-8 de tensión y 100 pulsaciones en reposo, demasiadas para mi altura, peso y edad. “No se preocupe, doctor, es su bata blanca, nada más”. De ahí, a la sala de extracciones.

Antes de llegar a UCI

Un enfermero veterano, una mujer algo más joven y una chica de veintipocos años inician el proceso de encontrar la vena ideal para sacar el plasma. Extraer el plasma es un proceso complejo, más que la propia sangre. Los enfermeros hacen magia, en realidad. O eso me parece a mí. Consiguen sacar solo el plasma en un proceso que dura poco más de media hora, que centrifuga la sangre y se queda con lo que quiere: el plasma. Prácticamente el cuerpo ni lo nota. Cuando ha pasado un rato, ya se ha regenerado.

Lo primero, de todas formas, es comprobar el estado general de la sangre. Para eso, salen cuatro botecitos de camino del laboratorio. En esencia, el plasma se analiza, y cuando llega a la persona que se encuentra en la habitación del hospital a punto de pasar a UCI, se le aplica ese plasma, una vacuna en potencia. Es un proceso que se aplica, según los médicos, en el sexto día de ingreso hospitalario, cuando se producen las complicaciones que en ocasiones terminan en cuidados intensivos. Al inyectar el plasma de tu grupo sanguíneo, el cuerpo genera las defensas, consigue “echar al bicho” y se recupera.

¿Cuánto tiempo durará ese anticuerpo en mi sangre? Puede que se vaya hoy o que dure toda la vida. En realidad, un médico me dice que puede que tenga COVID desde antes de llegar oficialmente a España. Ese anticuerpo me protege de contagiar y contagiarme. No tengo que llevar mascarilla, me dicen algunos. Pero, como no hay acuerdo médico y no cuesta trabajo llevarla para que la gente se sienta segura, pues ya está.

Sobre las cifras, no se sabe con exactitud. Algunas personas hablan de un 5% de inmunes, pero lo cierto es que las reservas son de solo 1.000 bolsas de plasma. Si corresponde cada una a un donante, quiere decir que o estamos donando poco o poca gente sabe que puede hacerlo. Cuando se puede donar plasma en un hospital de referencia por cada provincia andaluza y solo hace falta hacerse un análisis de sangre después de haber pasado la Covid.

Una vez empezadas las pruebas de donación en el Centro Regional, si todo va bien, cada vez que me pinchen (cada quince días, dado mi peso y altura), dos personas podrían salvar la vida. Se da por bueno todo lo malo pasado.

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