Estéticas del error, cuerpo y palabra: los píxeles de Marta P. Campos

Laureano Debat

2 de agosto de 2025 23:46 h

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Cualquier persona que se esté iniciando en los lenguajes de programación se encontrará con ‘Hello, ¡World!’, uno de los algoritmos más sencillos para aprender. Marta P. Campos le dio una vuelta de tuerca al tema y pensó en ‘Goodbye, World!’, especulando sobre qué sucedería si una IA tomara conciencia y no sólo se pusiera a pensar e imaginar por su cuenta, sino que también comenzara a escribir su propio diario. Pero no de cualquier manera sino adquiriendo una personalidad similar a la del enigmático y retraído Bartleby, el protagonista del famoso relato de Herman Melville.

“Me creé un personaje que lo que hacía era escribir sobre diferentes temas en una especie de diario. La idea era que esa inteligencia artificial se había vuelto consciente y había empezado a escribir poesía con lenguajes de programación y, a la vez, estaba generando unas imágenes, que yo hacía con un programa de diseños en 3D”, dice la artista aragonesa que preparó este proyecto para una beca en la Casa Velázquez de Madrid, ciudad en la que reside actualmente. Como si el escribiente Batlerby se convirtiera en una IA y usara los lenguajes de programación para escribir. El gran hallazgo de Marta P. Campos es que se trata de una instalación que culmina en un libro de artista y que reflexiona sobre la inteligencia artificial sin utilizarla directamente, sino que se sirve de tecnología de diseño y lenguajes de programación que acaban estetizados, fuera del ordenador, con otro cuerpo.

Durante la residencia en Madrid conoció a la comisaria de arte Irene Mahugo, quien también estuvo becada en la Casa Velázquez. “Nos invitó a algunos artistas que trabajamos con la idea del cuerpo a participar de un encuentro entre los temas que a ella le interesaban. Yo partí de un texto de ‘Goodbye, World!’ que hablaba sobre el cuerpo, hice un vídeo y una performance en la que yo leía para sacar del ordenador y llevar a la oralidad los lenguajes de programación”, dice Marta sobre ‘main.java’, su siguiente proyecto, en el que profundiza aún más la pulsión original de esa IA que deja de funcionar y comienza a imaginar, de las posibilidades que surgen después del error.

Marta Pérez Campos nació en Zaragoza en 1990. Se graduó en 2012 en Bellas Artes por la Unizar, ha sido investigadora predoctoral invitada por el Institut Medien, Kunstuniversität de Linz en Austria y ya cuenta en su haber con un nutrido número de premios como el de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte (AACA) y de becas: además de la de Casa Velázquez fue seleccionada para las Ayudas a la Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de la Fundación Banco Sabadell, para una residencia de investigación en el Institute of Advanced Media Arts and Sciences en Gifu, Japón y también participó en convocatorias de Etopia.

Ahora está terminando su tesis de doctorado en lenguajes de programación, para la cual investiga su uso estético y pedagógico, como usarlos desde las artes y desde la docencia. Y siempre piensa en Etopia, para ella un sitio fundamental en su joven pero ya intensa carrera artística. Recuerda perfectamente la primera vez que fue al edificio, cuando todavía no habían empezado a hacer exposiciones y le comentaron que estaban por montar un centro de arte de nuevos medios, vio las flamantes habitaciones de las residencias para los artistas. Fue testigo de todo el proceso: vio como se iban llenando los espacios, el centro fue creciendo y cada vez había más convocatorias para artistas nacionales e internacionales. Y ella misma empezó a exponer allí. Hasta que llegó la gestión de Natalia Chueca para desmantelar todo. Incluso llegaron a borrar la web y todo su archivo, sus años de historia, como si nunca hubiera sucedido.

“Me enfadé muchísimo y lo pasé muy mal. Etopia hizo que Zaragoza estuviera en el mapa mundial del arte de los nuevos medios. Cuando yo estaba en Austria me decían: ‘Ah ¿Zaragoza? ¡Etopia!’. Y, de repente, de la noche a la mañana, todo ese trabajo desaparece, como si nunca hubiera existido. Para mí fue muy triste. Estuve mirando la web y me parece fatal que se siga llamando Etopia. Cámbiale el nombre ¿no? Están haciendo cosas de emprendimiento para niños de diez años. Pero ¿esto qué es?”, dice Marta, que seguirá en Madrid como tantos otros artistas que iniciaron la diáspora de la ciudad tras el desmantelamiento.

Las palabras olvidadas

“El origen de mis proyectos suele ser una pregunta sobre la situación en la que me encuentro. Cuando salió el diccionario de la lengua española de 2017 vi una publicación sobre todas las palabras añadidas en esa edición. Y me pregunté: también saldrán palabras ya que otras están entrando”. Marta escribió a la RAE preguntándoles si contaban con algún listado de las palabras que quitaban, aunque no se publicaran, y le dijeron que no. Entonces, le pareció interesante hacerlo ella, intentar extraer esas palabras eliminadas.

A partir de un trabajo de visualización de datos surgió su proyecto más conocido, ‘1914 – 2014. Diccionario cementerio español’, un libro en el que le dedica una página a cada palabra eliminada de los diccionarios de la RAE. Y que formula la pregunta de si es posible devolver a la vida esas palabras que han caído en desuso, si merecen una segunda oportunidad. Por ejemplo, ‘lamentante’ (que merece ser sentido o es digno de llorarse), ‘cocadriz’ (el femenino de cocodrilo que no tuvo éxito) o ‘planura’ (terreno llano y dilatado). Así, con las 2793 palabras que en cien años, de 1914 a 2014, han sido eliminadas del Diccionario de la Lengua Española. El proyecto se realizó dentro del MUSAC (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León), se expuso en Linz, la Caja de las Letras del Instituto Cervantes de Madrid y en el Centro de Historias de Zaragoza. Aún hoy en el foro del proyecto hay gente que entra a comentar alguna cosa, que mantiene vigente esta iniciativa que, desde su gestación, prescribía este tipo de continuidad con a partir de la interacción digital.

La palabra escrita aparece de manera recurrente en las obras de Marta P. Campos. Ella dice que no ha sido demasiado consciente ni premeditado. Lo que más le interesa son sus posibilidades más allá de lo literario, también en lo visual o cómo se puede usar dentro del arte conceptual. “Dentro de mi trabajo no me pongo límites en cuanto a medios o lenguajes. No me considero tampoco artista digital tampoco. Para cada proyecto utilizo un medio diferente: aplicaciones, libros de artista, videoarte. Según la temática, según la idea, decido con qué medio trabajar”, dice Marta, que sigue siempre sus pulsiones y sus ganas, sin ponerse trabas. Su clave es la curiosidad y la investigación.

La exposición falsa ‘Glitchonomicon’ surge a raíz de su tesis de doctorado. “En una de las partes yo hablo de la estética del error. Y justamente cuando yo empecé a investigar sobre el tema fue todo este auge de Chat GTP y Midjourney. Entonces, fui a ver qué me contaba la IA sobre el glitch. Y fue curioso cuando yo le pregunté que me hablara sobre artistas y obras que en el año 2020 emplearan el glitch art. Me empezó a decir nombres de artistas que eran reales pero se inventaba las obras y las descripciones. Y me pareció divertidísimo que Chat GTP me estuviera dando información que no tenía ningún sentido sobre un tema sobre el glitch art que es el error”.

El glitch art es un movimiento artístico que parte de crear obras con los fallos o errores digitales y manipularlos para obtener determinados efectos. De esta manera, Marta P. Campos esta vez sí usó IA, concretamente Chat GPT 3.5, a partir de diferentes prompts que la llevaron a obtener descripciones de obras inventadas por la inteligencia artificial y adjudicadas a artistas reales. Con ese material, usó el programa DALL-E 2 y le agregó fragmentos de las descripciones de esas obras para crear las imágenes correspondientes. Y siguió con Chat GPT para crear el título de la exposición y el texto del catálogo de una exposición que, evidentemente, nunca existió.

“Lo que más me carcome y me inquieta de la IA es el tema del robo de información, la extracción de datos que se hace para alimentarla y que luego generen determinados resultados. No sé hasta qué punto se puede controlar eso por mucho que se legalice”, dice Marta, que también tiene sus dudas desde el punto de vista artístico sobre qué sucede cuando trabajamos con IA, si estamos utilizándola solamente como una herramienta o si se puede hablar de que estamos co-creando, que ella también participa en ese proceso. “Mario Klingemann, un artista de nuevos medios, dice que para él es una herramienta, como la cámara de fotos y ya está. Pero yo no sé, creo que hay diferencias. La IA tiene procesos que no podemos entender, que ni sus propios creadores los entienden”, dice Marta y cree que no se trata solo de una herramienta aunque tampoco le adjudica una creatividad humana. Pero sí que aporta algo, que es algo más que una herramienta. Y, evidentemente, un mundo de posibilidades inimaginables a las que Marta P. Campos ya les está sacando un suculento provecho creativo.