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Una década de contratos temporales: la realidad de los jóvenes investigadores

María José Estarán, galardonada en los X Premios Aragón Investiga

Marta Salguero

Zaragoza —

La décima edición de los premios Aragón Investiga, que reconocen el trabajo de los investigadores, fue amenizada por el grupo teatral Las titánicas. El nombre de esta compañía define la realidad de muchos de los investigadores que acudieron al evento que tuvo lugar el pasado 15 de enero en Zaragoza. Ellos, especialmente los más jóvenes, tienen que hacer gala de una fuerza titánica para continuar con su carrera profesional hasta lograr cierta estabilidad; y eso en el caso de que la alcancen.

La trayectoria profesional de María José Estarán, galardonada con el Premio Joven Investigador, evidencia las dificultades de la vocación científica. Con un expediente académico brillante, Estarán ha encadenado durante una década contratos temporales desde que se licenció en Historia en la Universidad de Zaragoza. Eso sí, contratos temporales de las becas más prestigiosas. Ha publicado en revistas internacionales; ha asistido a congresos especializados; ha escrito libros, ha colaborado en las Universidades de Roma, en la École Normale de París y Bruselas, e incluso ha trabajado en un proyecto para la Universidad de Oxford.

A pesar de su experiencia como investigadora y de varios contratos temporales, Estarán continúa sin tener estabilidad. La suya es una profesión, explica, en la que el “fantasma del paro” se hace presente cada dos años por la temporalidad de los contratos.

Por eso, esta joven investigadora cree que la palabra pasión, por su significado, define la carrera científica. A los investigadores les mueve su vocación, la pasión por lo que más les gusta hacer, pero esta palabra es doblemente adecuada en este caso porque “en su sentido etimológico significa padecer”. “Y padecemos muchas vicisitudes, muchas penas”, resalta. Desde la inestabilidad económica y laboral hasta la precariedad de los medios de los que disponen.

Estarán trabaja con su propio ordenador. Recientemente ha conseguido que le pongan un flexo, pero en algunas de las universidades donde ha estado ni siquiera ha contado con un espacio adecuado donde trabajar.

“Hasta que nos han cambiado de edificio por las obras, otra compañera de la beca Juan de la Cierva y yo hemos estado trabajando en una mesa en el pasillo en la Facultad de Filosofía y Letras”, sostiene.

Por todo ello, esta joven investigadora aprovechó el micrófono y el tiempo que tuvo al recoger su premio para reivindicar su profesión ante las autoridades aragonesas. “Quería decir bien alto que por mucho que digan que la investigación es muy importante, nadie se para a pensar en los casos concretos y problemas que tenemos los investigadores”, precisa.

Ahora tiene un contrato temporal de dos años, llamado Juan de la Cierva Incorporación, que otorga el Ministerio de Economía. Es un contrato con fecha de finalización, que le llevará una vez terminado a solicitar otros contratos postdoctorales para continuar con su carrera como investigadora. Pero el embudo se va cerrando, y esas becas son cada vez más competitivas porque apenas se ofertan plazas. De hecho, el contrato Juan de la Cierva Incorporación se otorgó en la pasada edición a solo tres personas en su especialidad. Y, según cuenta, el próximo contrato postdoctoral al que aspira (la beca Ramón y Cajal) solo ofrece una plaza de su área. “Es muy complicado, te exige estar al máximo nivel”.

Estarán explica que, si hubiera fondos para ofrecer más plazas, la producción investigadora sería también “más relajada”, pero para ello, se necesita que desde los poderes públicos se invierta más en investigación. Esta profesión requiere investigar, pero también asistir a congresos, estancias en el extranjero en otras universidades y publicar artículos en revistas especializadas. Por este contenido los investigadores no obtienen ningún tipo de remuneración, más bien al contrario: “en algunas revistas científicas cobran por publicar ese contenido”, cuenta.

“Las editoriales se están lucrando y haciendo un negocio fuerte, se entiende que ya nos beneficiamos si lo publicamos porque es una manera de justificar que estamos trabajando”, sostiene.

María José Estarán ha centrado su investigación en Historia Antigua. Realizó su tesis doctoral sobre Epigrafía Bilingüe con la Beca predoctoral Formación del Profesorado Universitario, por la que cobraba 1.000 euros netos al mes. Era un contrato de cuatro años, pero ella dedicó a su tesis un año más, un tiempo que tuvo que financiar con la prestación por desempleo. Además, recuerda, los dos primeros años de esta beca no cotizaban.

Una vez terminada la beca, y tras dar clases en varios institutos y colegios aragoneses, además de en la Universidad de la Experiencia, le concedieron la beca Marie Curie de la Unión Europea y se trasladó a la Universidad libre de Bruselas. La primera diferencia con el contrato del Gobierno de España fue el sueldo: se multiplicó por tres, indica. Después trabajó para la Universidad de Oxford en un prestigioso proyecto sobre la latinización de las provincias de occidente, hasta que consiguió un contrato de dos años ‘Juan de la Cierva Incorporación’, con el que trabaja actualmente en la Universidad de Zaragoza.

Con casi 35 años, y a pesar de una brillante carrera, María José Estarán todavía no ha alcanzado esa estabilidad profesional. ¿Ha merecido la pena? Pese a todos estos obstáculos, responde afirmativamente porque ha podido dedicarse a lo que más le gusta y trabajar en diferentes países. Pero, añade, “siempre tienes que tener un plan bBpor si las cosas no salen”.

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