Estudiar como acto de resistencia frente a la falta de oportunidades: “Me ha dado libertad”

“Me vi con la suerte de poder salir de ahí y hacer algo de lo que sentirme orgulloso”. Esa frase resume el camino de Muad, Ángela y Rafael. Los tres acabaron el Bachillerato con excelentes notas, aunque ninguno tenía claro si podía ir a la universidad.

En su entorno, estudiar una carrera no era lo habitual, ni lo fácil, ni lo lógico. Pero a veces, la diferencia entre quedarse fuera o cruzar esa puerta está en una beca. O, más aún, en alguien que mire de verdad, que vea el talento escondido detrás de una economía precaria.

Eso hace la Fundación Dádoris, que desde 2018 identifica a estudiantes con expedientes brillantes en contextos de vulnerabilidad. Les ofrece apoyo económico, un tutor voluntario y una red personalizada de acompañamiento.

“Nos mueve la defensa del talento, el esfuerzo y la generosidad demostrada con hechos”, explica su presidente, Pedro Alonso. Y sin ánimo de sustituir a las becas del Estado, recalca, llegan a quienes tienen todo en contra, excepto las ganas y la capacidad.

La primera vez que alguien cree en ti

Muad Mohand tiene 22 años y acaba de terminar el grado de Matemáticas en Zaragoza. Esta disciplina ya era su vocación desde hace tiempo, inspirada por un profesor de instituto que le mostró que esta ciencia no son solo números, sino una forma de pensar. Sin embargo, no siempre esta meta fue tan clara. “Hasta que alguien me dijo que sí podía estudiar en la universidad, todo era incertidumbre. Hubo momentos en los que pensé que no iba a poder. Era como tener la meta cerca, pero con una valla enorme delante”, recuerda.

Cuando llegó la beca de Dádoris, además de ganar confianza, admite que pudo estudiar sin ese “peso constante” en la cabeza. “Me cambió. Me dieron el empujón que necesitaba justo cuando más lo necesitaba. Y menos mal que no me rendí. Porque estudiar no solo me ha dado conocimientos, me ha dado libertad”, confiesa.

Mientras aprendía a adaptarse, a priorizar lo esencial y a no rendirse pese al cansancio, Muad se convertía en un referente para su entorno.

“Mis hermanos pequeños ya sueñan con ir a la universidad. Lo ven como una meta real, no como un deseo inalcanzable. Me hacen preguntas, me piden consejos y hasta me dicen qué carreras les gustaría estudiar. Eso para mí es lo más bonito de todo, saber que mi camino está inspirando el suyo”, comparte emocionado.

No obstante, señala que le hubiera gustado que alguien le dijera que no tenía que hacerlo “todo perfecto”, sino seguir avanzando. Para él, hubiera sido fundamental que le recordaran que estaba ahí porque se lo había ganado y solo tenía que confiar en sí mismo y disfrutar del proceso.

“Ahora que he terminado me permito soñar en grande. Antes era llegar a la universidad, estudiar y terminar. Ahora siento que se me ha abierto un mundo de posibilidades. Además de querer encontrar un trabajo que me apasione, quiero devolver todo lo que me han dado y ayudar a otros jóvenes que están donde yo estuve”, admite.

Estudiar es transformarse

Aunque el camino de Ángela Malka Salvador, ingeniera biomédica de 22 años, es diferente, el talento, la incertidumbre y la decisión siguen siendo los pilares fundamentales de su historia. “Siempre fui buena estudiante y tuve claro que quería aprender todo lo que pudiera. Pero ser buena en clase no siempre significa que lo tengas fácil. Cuando se fue acercando el momento de decidir qué estudiar, y sobre todo cómo hacerlo posible, la cosa cambió”, explica.

Tal y como añade, a veces se piensa que estudiar en la universidad es solo una decisión académica, pero para muchas personas es “una montaña rusa, con muchos factores en juego que solo elegir carrera”.

Nacida en Zaragoza, descubrió casi por azar que existía una carrera que reunía todas sus pasiones en Pamplona, lo que suponía marcharse fuera y “no era algo que tuviera tan fácil”. “No me lo había planteado siquiera. Pero ese día, al leer sobre Ingeniería Biomédica, sentí una seguridad que nunca antes había sentido”, subraya, por lo que la ayuda de Dádoris fue “más que una beca” y le ayudó a que continuar con sus estudios dejara de ser una “incógnita”.

Con ella, según admite, pudo seguir con esta formación y se le abrieron otras realidades, como el voluntariado, donde tenía la posibilidad de relacionarse con gente muy distinta, pero con historias parecidas a la suya. “Te cambia la mirada y te enseña que crecer como persona también forma parte del proceso, que estudiar no es solo aprobar asignaturas sino transformarte tú también”, destaca.

Entre la frustración, el diálogo interno, el miedo a fallar o la presión, en la vida de Ángela también latía con fuerza la pasión. Para ella, salir de su entorno supuso un reto emocional. “La universidad te lanza al vacío. Nadie te empuja. Tienes que empujarte tú”, admite. Aún así, no se detuvo. Y hoy, de hecho, sueña con seguir formándose y, si es necesario, fuera de España. “Lo importante no es dónde, sino no detenerse”, dice.

Pasión por lo “exótico”

Rafael Carmona, de 23 años, vive en Cadrete y estudió Filología Clásica. “Desde el principio me apasionó mucho. En cuarto de la ESO tuve una profesora que me marcó, por lo que me fui alejando de las matemáticas y fui directo al bachillerato de Humanidades”, cuenta.

Sin embargo, hasta estar graduado en su “pasión”, Carmona pasó momentos de incertidumbre y dificultades económicas en casa. “Quizá por estar acostumbrado no lo veía como un obstáculo, pero la verdad es que lo era”, admite.

Gracias a la fundación, de la que percibía cada mes un “colchón”, pudo dedicarse solo a estudiar sin necesidad de trabajar. Así, asegura, pudo tener “tranquilidad” y centrarse en sus objetivos.

A pesar de que estudiar clásicas siempre supone un revuelo por no detectar a priori un gran número de salidas profesionales, este becado de Cadrete asegura que desde la fundación solo recibió curiosidad.

“Me preguntaban qué me había llevado ahí. Y la verdad es que es curioso que 25 personas, cada año, se vean atraídas por algo tan exótico”, reflexiona.

Además, su familia, lejos de dudar, se alegra: “Siempre han estado orgullosos. Me vieron perdido y nunca imaginaron que me fuera a ir tan bien”.

Romper el techo de cristal desde abajo

Pedro Alonso, presidente de la Fundación Dádoris, tiene claro que lo que más cuesta no es pagar una matrícula, sino resistir cuando todo empuja en contra. “El mayor obstáculo para muchos jóvenes es la falta de referentes. En el 90% de nuestras personas becadas, nadie en su familia había ido a la universidad. Y si además su entorno tampoco valora la educación como vía de ascenso social. La incomprensión es total”, comparte.

Por eso, insiste, el acompañamiento es fundamental. Y es que, tal y como afirma, “no basta con dar dinero”, sino que “hay que ayudarles a entender qué es el mundo profesional, animarlos a hacer prácticas, a aprender idiomas y a salir al extranjero”. “Muchos de nuestros estudiantes se sienten fuera de lugar. Y ahí es donde entran los tutores voluntarios que les guían”, detalla.

La fundación, compuesta por 302 voluntarios distinguidos en once comités, selecciona a jóvenes que combinan excelencia académica, notas sobresalientes o matrícula, con una situación económica extrema. El proceso incluye entrevistas donde se valoran también la madurez, el liderazgo o la capacidad de resiliencia.

“Hay que reconocer el talento porque no siempre lo valoramos y a veces lo ligamos a la suerte. Creemos también que el esfuerzo es imprescindible, más en una sociedad que quizás no lo tiene tan priorizado, y que la meritocracia debería ser el mecanismo de asignación de responsabilidades”, asume.

Hoy en día, 77 estudiantes reciben esta ayuda, aunque en total han sido 135 personas las que han podido formar parte de la iniciativa. Algunas ya están en el mercado laboral, pero hay quien ha terminado un máster de física cuántica en Zúrich o que aspira a convertirse en el primer juez de etnia gitana de España.

“Lo que más admiro de nuestros estudiantes es reconocerles su talento, que es inmenso, y su capacidad de esfuerzo. Pero lo que más es que han sido capaces de mantener viva esa llama de esperanza en un entorno en el que todo era oscuridad y bloqueaba esos sueños”, incide.

No obstante, para animar a otros estudiantes que puedan pensar que no lo conseguirán, el presidente admite que es necesario que “vean que, cuando uno cree que las puertas están cerradas, siempre hay una puerta que se abre para no dejar perder ese talento que tienen”.

Asimismo, si algo no deben perder, es “esa luz que llevan dentro”, que les tiene que “iluminar y alimentar la fuerza para seguir hacia adelante” abriendo incluso camino para otros.

No rendirse, aunque todo esté en contra

Cuando se pregunta a estos jóvenes qué le dirían a alguien que hoy está en su misma situación de entonces, la respuesta es clara: No te detengas”.

Muad lo resume así: “Tú también puedes. Da igual de donde vengas. No pienses que por venir de un entorno complicado tu futuro está escrito. No hace falta tenerlo todo claro desde el principio, pero sí hace falta dar el primer paso. Y luego el siguiente. Y luego otro más. Yo estuvé ahí, con dudas y miedo, pero hoy estoy aquí con la certeza de que sí se puede. Solo no te detengas”.

A esta idea, se suma Ángela, quien añade que hay que confiar porque, aunque no lo parezca, “vas a poder”. “Las oportunidades están ahí, aunque no siempre se ven a simple vista. Y por eso creo que es clave enseñarnos a no quedarnos quietos, a preguntar, a formarnos más allá de lo obligatorio, a rodearnos de gente que nos inspire”, explica.

Además de añadir que es importante creer en sí mismo y “soñar en grande, sin pedir permiso”, esta joven becada, aunque admite que a veces las cosas no salen como uno quiere, “si tienes claro hacia dónde vas, mantienes la ilusión y te permites adaptarte, siempre hay forma de seguir”.

Y Rafael, con una mezcla de humildad y orgullo, concluye: “Me vi con la suerte de poder salir de ahí. Hoy he hecho algo de lo que puedo sentirme orgulloso”.

Lo que une sus voces no es solo el talento, sino la resistencia en silencio. Contra todo pronóstico, pero hasta encontrar a alguien que les dijera: “Sí puedes y te vamos a ayudar”.