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Francisco Loscos Bernal, el botánico y farmacéutico rural que aportó a la ciencia desde un pueblo de Teruel

José Pardo Sastrón.

Nerea Lozano

Teruel —

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La botánica y la farmacia fueron los campos a los que se dedicó el turolense Francisco Loscos Bernal y en los que dejó aportaciones “excepcionales”, que todavía perduran en el tiempo y le convirtieron en el “faro” para las generaciones futuras. Así lo explicó la presidenta del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Zaragoza (COFZ), Raquel García, en un acto en homenaje a Loscos de la mano de la Universidad de Zaragoza. “Loscos con su trabajo enseñó que la conexión entre la botánica y la farmacia es profunda y valiosa”, recordó García, ya que la naturaleza ha sido “aliada” en la búsqueda de remedios para aliviar dolencias.

Su historia comienza en 1823 en el municipio de Samper de Calanda y ya su vínculo con la ciencia viene de familia, pues su padre Rafael Loscos era médico rural en Alloza. Como detalló en la sesión de homenaje el también farmacéutico en Luna, Jesús Catalán Sesma, Loscos deja su pueblo para continuar su etapa educativa en el colegio de los Escolapios de Alcañiz. De allí, partirá a Zaragoza para cursar bachillerato y culminará con la licenciatura en Farmacia en la Universidad Central de Madrid, la cual terminó en 1845.

Loscos no tardó en comenzar a ejercer y es que tan solo un año después -en 1846-, según anotó Catalán, recibió su primer destino, la localidad zaragozana de Chiprana. En 1853 llegará a la provincia de Teruel y rotará entre las farmacias de Castelserás, Calaceite, Peñarroya para volver y asentarse finalmente en el primero de los municipios turolenses. “Cuando trabajaba en Chiprana conoció a José Pardo Sastrón, quien era farmacéutico en Valdealgorfa y también conocedor de plantas. Fue un hecho bastante importante y decisivo porque se considera que es quien hizo que Loscos comenzase en la botánica”, indicó Catalán.

Un tándem perfecto

Francisco Loscos y José Pardo crearon un equipo de trabajo con el que recorrieron los espacios naturales de Teruel -Villarluengo, La Fresneda, Valderrobres, Aguaviva o Calanda- e incluso algunos lugares de las provincias de Huesca y Zaragoza, según enumeró Catalán. Él mismo apuntó que Loscos y Pardo se llegaron a “relacionar con científicos europeos” y por trabajo, en ocasiones, buscaban farmacéuticos que les “sustituyeran” en sus boticas rurales. Con todo ello, ambos lograron identificar 406 especies, reunidas en la obra que lleva por nombre ‘Plantas aragonesas, serie metódica de plantas medicinales’.

Algunas de las obras que elaboraron fueron reconocidas por “prestigiosas universidades y profesionales de la botánica”. Ejemplo de ello es ‘Una serie inacabada de plantas autóctonas de Aragón’. Una creación que publicó -con 100 ejemplares- el botánico alemán Mauricio Rillkomm en Dresde, después de que Loscos y Pardo recibieran varias negativas y en la que se habían catalogado 2.460 especies de las que algunas eran nuevas para la ciencia.

La forma de trabajar de Loscos tenía unos pasos muy marcados y tras la formación universitaria tenía claro que una colección tiene que estar “bien ordenada, conservada y etiquetada”, tal y como explicó el investigador del CSIC del Instituto Pirenaico de Ecología de Jaca, Luis Villar Pérez, quien fue otro de los participantes en el homenaje. Por esto, Loscos organizaba las colecciones para posteriormente crear un catálogo en el que las etiquetas daban información fundamental sobre la época de floración o el ambiente en el que crecía cada planta.

Algunas de las especies que descubrió fueron la Sisymbrium Assoanum, Erodium Aragonense, Reseda Aragonensis, Clematis Vitalba o la Microcnemum Coralloides. Estas y el resto aparecían habitualmente en los libros, siguiendo el método publicado por Linneo en 1753, que supuso un antes y un después en la botánica y se sigue utilizando en la actualidad. “En la botánica se entiende que hay dos épocas que son la prelinneana y la linneana. Loscos podría considerarse un introductor en su uso”, añadió Villar. La implantación de este sistema marcaba una línea de nomenclatura específica para las plantas además de tener que ordenarse por género y especie.

El herbario de Loscos

Uno de sus hitos y parte del legado es la creación del herbario de Plantas de Aragón formado por 1.353 pliegos y que evolucionó hasta ‘El herbario de Loscos’, cuando duplicó el número de pliegos hasta alcanzar los 3.378. Catalán destacó el buen estado en el que se encuentran y es que él mismo contó durante la sesión que ha asistido personalmente a la sede en Zaragoza -en el Arco de Deán-, donde guardan los miles de ejemplares en 36 cajas de cartón tras decenas de años.

También impulsó la creación de la Agencia Botánica de Castelserás o lo que en ocasiones se denomina la Escuela de Loscos. Esta idea surge, como destacó Catalán, gracias a que Loscos consiguió movilizar a numerosos farmacéuticos y botánicos de Aragón y le hacían llegar hasta el municipio turolense las muestras de las plantas halladas. Así, en “la Agencia” se hacían revisiones y se indicaba el nombre científico de los vegetales, que llegaron desde Huesca -Bielsa o Fiscal-, Teruel -Torrecilla de Alcañiz, Beceite o Mosqueruela- y Zaragoza - Épila, Aranda de Moncayo, Tarazona o Daroca-. No obstante, fue más allá y se recibieron envíos de fuera de la frontera aragonesa desde Segorbe en la Comunidad Valenciana, Olot en Cataluña o Logroño en La Rioja.

Como concluyó la presidenta del COFZ, Loscos desde su pequeña localidad ha conseguido estar en la “vanguardia” de la investigación botánica. Y fue una de las piezas para que Aragón fuese un “referente” en la historia de la botánica porque junto a Loscos destacan otros nombres como Mariano Lagasca, director del Real Jardín Botánico de Madrid, Pedro Echeandía, fundador de la cátedra de botánica, o Ignacio Jordán de Asso, que consiguió reunir 1.368 especies naturales.

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