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El pionero del cuento moderno en la Europa medieval nacido en Huesca que influyó en Cervantes y Shakespeare

Ilustración del libro los 'Diálogos' de Pedro Alfonso

Miguel Barluenga

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Fue el introductor del cuento moderno en la Europa medieval y de su trabajo bebieron Cervantes, Shakespeare, Molière, Dante o Boccaccio. Su influencia también se dejó notar en la astronomía, la medicina o la teología. De él se conocen pocos datos precisos. Sí, que nació en Huesca, fue educado en la religión judaica y se convirtió al cristianismo en 1106. Su nombre era Pedro Alfonso (Petrus Alphonsi en latín) y su huella se ha estirado hasta nuestros días. Fue asimismo el médico personal del rey Alfonso I de Aragón y Navarra.

Ayuda a precisar su biografía el prólogo de su Diálogo contra los judíos, en el que señala que residió en Huesca y a principios del siglo XII pertenecía a la comunidad hebrea del lugar, en la que ocupaba un puesto relevante, de rabino y médico. Su nombre judío era Rabbi Moseh Sefardí hasta que Alfonso I, su padre espiritual, le impuso el nuevo en la pila bautismal.

Su oposición a su antigua comunidad ha generado controversia. Ya lo hizo en su tiempo, de ahí que escribiera el Diálogo como una defensa frente al escándalo levantado entre la comunidad judaica de Huesca, muy numerosa en aquel tiempo. Su conversión fue la primera de una larga serie de ilustres españoles judeoconversos. Para sus antiguos correligionarios esto equivalía a traición, odio religioso e ignorancia de la Torá.

Intentó justificar su decisión en una obra estructurada una conversación entre Moisés, su viejo yo, y Pedro, su nuevo yo. Cada uno defendía su religión y lo hacía de una forma didáctica y sincera, con una actitud conciliadora, moderada, sin fanatismos ni intolerancias. Eso sí, desprestigiando a los musulmanes. La obra gozó de una gran difusión por toda Europa. Y las críticas contra el islam serían empleadas predicadores cristianos para alimentar guerras y cruzadas.

Más allá de la controversia, este libro presentaba un rico contenido científico, con la afirmación de que la Tierra era esférica y no plana. Algo ya conocido en la antigüedad pero que en muchas partes de Europa se había parecido olvidar. Pedro Alfonso conocía las bases de la ciencia árabe, la más adelantada del momento, y además era un ferviente defensor de las comprobaciones empíricas antes de lanzar cualquier afirmación.

Conocía el hebreo, el árabe y el latín, viajó a Inglaterra, posiblemente para ejercer como médico del rey Enrique I, y allí dio clases de astronomía y sobre cómo calcular calendarios y prever eclipses. Sus enseñanzas incluían matemáticas, geometría, música y medicina y fueron fundamentales para que regresara a Occidente parte del saber perdido de griegos y romanos, que los musulmanes habían conservado, así como para difundir destacados avances hechos por estos.

La gran contribución de Pedro Alfonso llegó, sin embargo, en el campo de la literatura con el conjunto de narraciones breves que llamó Disciplina clericalis (Instrucción de estudiosos o Enseñanza de eruditos). Es considerada por algunos la primera novela medieval y disfrutó de un enorme recorrido e influencia durante siglos en la narrativa de toda Europa.

Este libro supuso la primera fuente de introducción en la Europa cristiana de la narrativa oriental por medio de 33 relatos tomados de fuentes árabes, así como persas e hindúes. Dicho por él mismo, “parte de proverbios de los filósofos y sus enseñanzas, parte de proverbios y consejos árabes y de fábulas y versos, y parte sirviéndome de las comparaciones con aves y animales”. La temática se podría agrupar en tres: vicios y virtudes del hombre como individuo; el hombre en sociedad con sus semejantes, mujeres y vecinos; y relaciones del hombre con la autoridad terrenal (rey) y divina (Dios).

En su mayoría, la estructura de estas narraciones presenta diálogos entre un maestro y un discípulo o entre un padre y un hijo. Con esas pequeñas fábulas se ensalzan virtudes y se denuncian vicios, se advierte de la fugacidad de la vida y de la importancia de la amistad y la buena conducta. Muchos de estos relatos surgieron en la India, en Persia o en la cultura hebrea y fueron adaptados por literatos árabes. Durante el dominio musulmán en la península gozaron de una gran aceptación y fueron luego traducidos al latín, por lo que resulta sencillo rastrear su influencia en numerosas obras de la literatura castellana: El conde Lucanor, El cantar de mío Cid, La Celestina o El libro de buen amor.

En el resto de Europa, la repercusión de la obra de Pedro Alfonso fue reseñable. Disciplina clericalis se leyó en todos los países y tras la invención de la imprenta se multiplicó su difusión y su influjo se mantuvo durante siglos en cuentos populares y en escritores de la talla de Boccaccio, Dante, Chaucer, Shakespeare, Molière, Cervantes, Lope de Vega, Zorrilla, Baltasar Gracián... que en general desconocían que el autor de los textos era un judío convertido al cristianismo que vivió en Huesca.

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