Inquietud en el PSOE con Yolanda Díaz

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El miércoles de la semana pasada, día 10 de noviembre, se cumplieron dos años de las últimas elecciones generales. Estamos, por lo tanto, justo a la mitad de la legislatura. Si se considerara no la fecha electoral sino la de la constitución del Gobierno, que fue el 12 de enero de 2020, ni siquiera habríamos alcanzado aún esa mitad. Los Presupuestos de 2022 parecen encarrilados. Las fricciones entre los dos socios de Gobierno -PSOE y Unidas Podemos- se han suavizado en los últimos días. Todo indica, en consecuencia, que Pedro Sánchez podrá cumplir su deseo, docenas de veces formulado, de agotar la legislatura y no convocar a las urnas hasta cuando por la normativa toca, a finales de 2023. 

Tiene muchos meses por delante de ejercicio del poder, y además con un arma potente, los ingentes fondos europeos de recuperación postpandemia, y no parece que ni él ni sus socios de coalición vayan a desperdiciarla. Además, el segundo semestre de 2023 a España le toca ejercer la Presidencia europea, otro motivo de lucimiento. Ya se ha creado en Moncloa una Oficina de Coordinación para esa Presidencia, y se ha puesto al frente a la diplomática Aurora Mejía. La estrategia de la oposición, desde los primeros meses de 2020, con la pandemia, de forzar un adelanto electoral ha fracasado, al menos por ahora. Las encuestas le dan al PP de Pablo Casado unas buenas perspectivas electorales, es cierto. Pero de poco sirven las encuestas si no hay elecciones generales a la vista. Y no, salvo sorpresa mayúscula, no las hay.

Al PP aún le quedan algunas bazas que jugar en su estrategia. Por ejemplo, un adelanto electoral en Castilla y León y en Andalucía que le permita aumentar sus apoyos, acabar con Ciudadanos -tan declinante en ambas comunidades, pese a estar en el Gobierno, que corre un grave riesgo de no entrar en los nuevos parlamentos autonómicos, como no entró en el de Madrid en mayo pasado- e insistir en que el Gobierno central ha perdido el apoyo de los ciudadanos y tiene que someterse al veredicto de las urnas. Las elecciones podrían adelantarse en Castilla y León a febrero próximo. Las andaluzas, que toca celebrarlas a finales de 2022, quizás sean medio año antes, en primavera.

En Moncloa y en el PSOE han dejado de mirar y de analizar esos escenarios de la derecha y ahora están mucho más atentos a otro fenómeno político. A los intentos de la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz de liderar un movimiento que aúne todo lo que hay a la izquierda del PSOE. Díaz habla de elaborar “un proyecto de país” basado en personas, no en partidos. No habla de hacer un nuevo partido paraguas, ni un “frente” ni un “bloque” ni una “confederación”. Busca una cierta transversalidad. El éxito del acto del pasado sábado en Valencia, con mucha mayor asistencia de la prevista y con gritos de “presidenta, presidenta” para Díaz, se ha interpretado no solo dentro de ese entorno sino en el resto del espectro político como el fundacional de ese nuevo agente político aún sin nombre. “Esto es el comienzo de algo maravilloso”, proclamó Díaz. “Que este tsunami feminista sea lo que marque el próximo ciclo político”, proclamó Mónica García, portavoz de Más Madrid en la Asamblea de Madrid. 

En el PSOE se observan los movimientos de Yolanda Díaz con predisposición positiva, pero también con inquietud. Con gesto relajado pero así mismo con el ceño fruncido. Por un lado, creen que la unidad de su izquierda será clave en las siguientes elecciones. Consideran que si hay varias candidaturas a la izquierda de la papeleta de los socialistas, mucho voto en las circunscripciones pequeñas y medianas de la España poco poblada será voto inútil, no generará escaños, lo que le podría poner al PP en bandeja el Gobierno, apoyándose en Vox. Por otro lado, temen que la popularidad y aceptación que está logrando Díaz incluso entre electorado tradicional socialista y entre mujeres y jóvenes siga creciendo o incluso disparándose, rompa el techo que logró en su día Pablo Iglesias (20,66% de los votos en las generales de 2015, a solo punto y medio porcentual del PSOE) y se aproxime mucho a los resultados del Partido Socialista. Incluso que los supere, como afirma ahora Iván Redondo, asesor áulico de Sánchez hasta julio pasado.  

Díaz, García, Mónica Oltra -vicepresidenta de la Generalitat Valenciana-, Ada Colau -alcaldesa de Barcelona- y Fátima Hamed Hossain -portavoz del Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía en Ceuta- participaron en el tsunami del sábado pasado. Quienes no estaban en el Teatro Olympia de Valencia fueron las dos ministras que Podemos tiene en el Gobierno: Ione Belarra e Irene Montero. ¿Renunciará Podemos a su propia marca y se sumará al “proyecto de país” de Yolanda Díaz? ¿Y Pablo Iglesias qué piensa realmente de todo esto? Fue Iglesias quien, al salir del Gobierno en marzo pasado, propuso a Díaz como lideresa de la izquierda, pero es poco probable que buscara con ello una forma de liderazgo sin partido, sin su partido, sin Podemos. Probablemente Iglesias observe ahora a Yolanda Díaz con una inquietud similar a la del PSOE. O incluso mayor.