El Tenerife resucita liderado por Aitor Sanz

Enric Gallego celebra su gol

José Miguel Galarza

Santa Cruz de Tenerife —
11 de enero de 2025 23:01 h

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Los descreídos en la recuperación para el fútbol del tercer jugador con más partidos de blanquiazul deberíamos escribir hoy cien veces: “Nunca debí dudar de Aitor Sanz”. Antes de cumplir el castigo, merece una glosa sobre este Tenerife-Castellón del que se sabrá su verdadero efecto en unos meses. Se verá si fiesta efímera o punto de inflexión, aunque este sábado obrará como un estimulante, una oda al fútbol colectivo con once jugadores entregados sin un mal reproche a una victoria obligada.

Ganaron los de Cervera fiados de su guía como si no hubiera otra oportunidad para creer en un milagro aun lejanísimo. Antes con la aplicación –siempre con la atención a los detalles tantas veces descuidados esta temporada– y luego con el fútbol hacia la puerta contraria que cabe esperar de este Tenerife, menos limitado de lo que aparece cuando Cantero o Gallego, por ejemplo, deciden con remates fiables.

Un guía en el campo y otro en el banquillo, Cervera ya había avisado del partido que se venía. Respondieron los suyos a las dos obligaciones que les planteó –robar en todos los duelos posibles y jugarle las vueltas a los orelluts en velocidad– y desnudaron a un rival tan aseado con la pelota al pie como temerario en su despliegue, empeñado en atacar con los diez de campo a setenta metros del portero. Un ejercicio reducido al efectismo cuando se te cierran las calles interiores, no desbordas por los flancos y te expones sin pudor a las contras.

El Tenerife pudo sentirse intimidado defendiendo con las líneas juntitas en el partido en un cuarto de campo que le propuso el rival. Cuando comprobó que el Castellón no era más que una defensa de tres y siete por delante para jugar aseados a la corta, le igualó en la intensidad de los duelos, le discutió la posesión y se vio armándose salidas por los flancos para explotar las llegadas de Waldo y Mellot por la diestra y las caídas de Gallego en la opuesta.

Ya había avisado pronto Cantero (m.4) con un cabezazo a bocajarro que remató mal orientado, pero lo que vino consumido un cuarto de hora de tanteo fue media docena de ocasiones con valor de gol, los dos que fueron y los cuatros desperdiciados –Cantero, dos veces Waldo, una en cada puerta, y Enric–, más propios del equipo dominado por la ansiedad de este curso.

Para definir sin remedio se aparecieron, perfeccionando esos últimos pases que aligeran la mitad del trabajo, Cantero para el 1-0 y Gallego para el definitivo. Y como actores no tan secundarios este Diarra rehabilitado por delante de los medios como un interior para cualquiera de las bandas, un robo y una conducción espléndida hasta servir a Cantero un caramelo que resolvió orientándose para dar rosca a un tiro inalcanzable.

Luego la carrera de cincuenta metros de Mellot tras la enésima recuperación desde la zaga convertida en otra conducción, una pared con Waldo y un fin de fiesta colocándosela a Gallego al palo largo para que borrara el pecado cometido cinco minutos antes, cuando encarado con le portero se sacó un remate violento, casi al cielo.

El Tenerife decidió esta victoria desconocida desde noviembre con la efectividad de Cantero y Gallego y las asistencias de Diarra y Mellot, pero ni eso explica el partido ni fue fruto de la casualidad que brota de un arrebato de inspiración. Este Tenerife fueron estos cuatro y los otros siete que amarraron los puntos hasta que Cervera movió las piezas de un once que sale casi que titularísimo, a salvo de lo que dé Luismi Cruz en adelante.

Desde atrás, Badía respondió seguro a lo poco comprometido que le llegó. Sergio y José León funcionaron con la armonía de los tiempos de Ramis y David, a pie cambiado, osciló entre mantener la marca sin comprometerla y atacar los balones divididos con el tino de convertirlos en robos. Y el Waldo de hoy –aun impidiéndose la gloria por no cazar el balón sin portero en el 33 o por resolver con un tiro inconcebible una vuelta con Mellot y Cantero por delante librados para el remate– fue el más cercano al Waldo verdadero, un dolor de muelas jugando en carrera al espacio. Y este Bodiger redivivo por la palabra de Cervera. Un modelo del seis imprescindible para su forma de entender el fútbol, el medio de cierre que tapa líneas interiores, barre todo lo que cae a cuatro metros y se apunta a cualquier balón dividido.

Y al cabo Aitor –“nunca debí dudar de Aitor Sanz…”–, reobrado como capitán para arengar antes de cada tiempo, meter una pierna para desarmar una contra, no perder una marca, darle pausa al partido o lanzarte un pase orientado de treinta metros mientras el reloj corre y esconde la fatiga que todos, salvo él, creemos adivinar.

Después de ocho meses de penitencia, Aitor acalló esta boca y las de todos los ignorantes que no supimos recordar que la pasta de este tipo –proyectado al fútbol profesional por el mismo Cervera– es como madera de pino canario. El imposible en el que vuelve a creer el Tenerife solo será con diez al nivel de los de hoy. Obviamente, el undécimo será Aitor.

(2) CD Tenerife: Édgar Badía; Mellot, Sergio, José León, David; Waldo (Marlos, m.74), Aitor Sanz (Aarón, m.85), Bodiger, Cantero (Maikel Mesa, m.69); Diarra y Enric Gallego (Ángel, m.85).

(0) CD Castellón: Gonzalo; Salva Ruiz, Alberto, Willems (Gonzalo Pastor, m.58); Chirino, Moyita (Traore, m.58), Van den Belt, Raúl Sánchez (Douglas, m.58); Mamah, Isra Suero y Camara (De Miguel, m.58)

Goles: 1-0, m.34: Cantero. 2-0, m.59: Enric Gallego.

Árbitro: Carlos Muñiz Muñoz (Comité Aragonés). Amonestó a Sergio (m.70) y a los visitantes Chirino (m.54) y Salva Ruiz (m.83).

Incidencias: Partido de la vigésima segunda jornada de LaLiga Hypermotion disputado en el estadio Heliodoro Rodríguez López ante 12.876 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento de Alberto Morín, jugador del CD Tenerife (101 partidos) entre 1963 y 1969.

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