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Espacio de opinión de Canarias Ahora

Antonio Doreste, el cancerbero de Coalición Canaria

Santiago Pérez

La Laguna —

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“…la democracia se despliega y sufre un proceso de metamorfosis en el tiempo, renovándose a través de tanteos e intentos sucesivos que no cesan de modificar las vías y enriquecer las formas.Desde hace unos veinticinco años ha surgido una configuración inédita donde la opinión pública y el juez han pasado a ocupar el primer rango”. (Marcel Gauchet)

Recién terminada la declaración judicial del investigado, ciudadano Clavijo, el jefe de prensa del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, -es decir, la voz de Antonio Doreste-, desplazado para la ocasión a los juzgados de la Plaza del Adelantado, enviaba este mensaje a un grupo de WhatsApp integrado por periodistas: “en el actual momento procesal, la magistrada instructora está investigando; no imputa ningún delito al presidente del gobierno”…“cuando termine la instrucción apreciará si aparecen delitos y a quiénes se les imputan”.

No he visto desvergüenza o ignorancia más grande en una vida, la mía, que ya empieza a ser larga.

Creo que desvergüenza; pero no del jefe de prensa, sino del jefe del jefe de prensa, que se comporta como un rabioso perro guardián de este Régimen corrupto.

Este WhatsApp pornográficamente mentiroso no merece la más mínima protección constitucional, ya que no es veraz en absoluto, sino absolutamente mendaz; ni contribuye a formar una opinión pública libre -sino manipulada desde el poder y los intereses que representa-; fue concebido para que los órganos de propaganda del Régimen de Coalición Canaria, léase El Día, La Provincia y los que ustedes quieran añadir, salieran online a reinventar de nuevo nuestro Derecho Procesal.

Digo una nueva reinvención, después de las dos últimas que he podido conocer en las últimas semanas. Y todas en relación al caso Grúas, que no es el más grave asunto de corrupción de los últimos años; pero tiene categoría delictiva, multidelictiva, y es una radiografía del modo de ser y de hacer de Coalición Canaria.

La primera fue el inefable voto particular de Antonio Doreste, en funciones de cancerbero, cuando convierte el aforamiento de Clavijo en una “spes (esperanza) de sobreseimiento”. Cómo que una esperanza de sobreseimiento. Dónde residía esa esperanza, después de los rotundos pronunciamientos de la Audiencia Provincial constatando la existencia de indicios de varios delitos, que apuntan todos hacia el ciudadano Clavijo, alcalde de La Laguna a la sazón.

La esperanza residía en el propio Antonio Doreste, empeñado en arrastrar a la judicatura canaria hasta más abajo del fango. Él era la spes Claviji.

Después vino lo de que Clavijo había sido citado como “interviniente”, no como imputado, aprovechando un membrete de la resolución judicial aplazando su declaración como imputado. El propio Juzgado tuvo que aclarar la falsía del Régimen y de sus voceros, que no depararon que en la primera citación, del propio Clavijo como imputado, también estaba impreso ese membrete. Y que ese membrete no forma parte de la resolución judicial. Qué más daba una raya, digo una mentira, más pa´un tigre.

La última es la de “investigado; no imputado por ningún delito”, que al día siguiente cacarearon en titulares El Día y La Provincia.

Ni el aforamiento es un recurso, ni una esperanza de sobreseimiento, más que en el universo de venalidad o de ignorancia de quien se atreva a firmarlo en un “voto particular”. Y tan particular.

Ni existe la condición procesal de “interviniente”, sino la de investigado, testigo, perito, acusador (público, popular o particular). Y ya.

Ni existe la de “investigado, pero no imputado por ningún delito”. Porque adquieres la condición de imputado o la de procesado sólo cuando existen indicios de delito(s), en los que apareces con algún grado de participación criminal. Imputado, investigado o procesado por ningún delito es una contradicción en sus propios términos. Simplemente es algo que no existe.

Por eso, la jueza de Instrucción lo primero que dijo al ciudadano Clavijo es “se le imputan presuntamente los delitos de prevaricación administrativa, malversación de caudales públicos y tráfico de influencias” (Acta judicial de la declaración de Clavijo).

Y lo primero que contestó Clavijo fue que “entiende los presuntos delitos que se le imputan”.

Pero qué importa la realidad si te puede estropear un titular, tan útil para el Régimen como falso. A La Provincia y a El Día, nada.

Yo sé que este es un Régimen de chochos y moscas; pero un Régimen. Y como tal, no puede renunciar a tener sus rejos en el poder judicial ni a controlar los medios informativos. Ni, por tanto, a cargarse la separación de poderes, tal y como hoy funciona realmente. Otra cosa es que lo consiga. Porque, afortunadamente, no se puede controlar todo ni a todos durante todo el tiempo. Y por una rendija, florece la libertad.

Porque hoy, cuando gran parte del poder económico, del poder político y de los medios informativos de estas Islas están en las mismas manos, la única separación de poderes (sin la cual la libertad está amenazada) reside en una opinión pública libre y un poder judicial independiente, sólo sometido a la ley, que puedan contrapesar esa concentración de poder en las mismas manos. Que no son las manos de Clavijo, sino las de sus amos.

Estas cosas las aprendí hace tiempo del maestro Enterría. Y él, a su vez, de Ronald Dworkin (Talking rigths seriously), Alain Touraine (Qu´est-ce que la Democratie?) y Marcel Gauchet (La souveraineté, le peuple et la répresentation). Y se las he intentado explicar durante muchos cursos académicos a los estudiantes de Derecho Constitucional.

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