Tenemos un país, dividido en parcelas, llamadas autonomías, unas “históricas”, otras separadas quizás de las anteriores y algunas “histéricas”, con aspiraciones de convertirse en entes soberanos y con personalidad propia. Pero esas autonomías tienen un parlamento, un gobierno, un presidente, unos ministros (aunque se llamen consejeros) y poseen poder para legislar. O sea, actúan como un auténtico estado. Se comportan, pues, como un “estado federal”. ¿Por qué entonces andamos siempre con eufemismos y no llamamos a las cosas por su nombre? ¿Por qué al elaborar la Constitución, no se dijo claramente que España es un estado federal? Si funcionáramos como un verdadero estado federal tendríamos muchas ventajas, de la misma forma que la tienen Suiza, o Alemania, que son los ejemplos más evidentes de federalismo en Europa. Suiza es un país múltiple. Tiene cuatro idiomas, los cantones (que es como se llaman las parcelas que la conforman) son muy diferentes, con sus propias costumbres y sus leyes; profesan diversas religiones y viven un estado laico. Y no pasa nada. Nadie habla de desmantelamiento de la nación ni dice otras simplezas que se oyen en España para desgastar al gobierno vigente. Sin embargo en Suiza, los ciudadanos, sean del cantón que sean, se sienten “patriotas” y orgullosos de ser suizos, de su bandera, de su himno y de sus peculiares valores cantonales. Y, por supuesto, no existe “el nacionalismo”. Eso sería una perversión encaminada a la desintegración de la nación.Si España fuera un estado federal, no existiría “el nacionalismo”, que no tendría sentido y supone hoy en día en España una auténtica lacra. Así que sobrarían el PNV, CiU, el BNG, Esquerra Republicana, e incluso el seudo partido nacionalista canario, conglomerado de pequeños partidos caciquiles o insularistas que nos están empujando al caos.Los partidos nacionalistas puros, como su nombre indica, lo que persiguen es “una nación”, una secesión, y atentan contra la unidad de la patria y contra la Constitución. La España federal sería un estado respetuoso con las lenguas vernáculas, con las costumbres y tradiciones regionales, con una visión política responsable y solidaria, y comprometida con la consecución del bienestar de la ciudadanía.Ahora bien, poner de acuerdo a unos españoles acostumbrados al zancadilleo, a las guerras civiles, a la envidia, a la anarquía y al individualismo, para convertirlos en seres del siglo XXI y ofrecerles un estado moderno, es una tarea ardua. Los españoles no han estado nunca unidos ni se ha formado una nación compacta, como cuenta en su libro El pedestal de las estatuas Antonio Gala. La pretendida unidad de España propiciada por los reyes Isabel y Fernando fue un remiendo obtenido, basándose en la represión, las imposiciones, expulsiones de personas de otra raza u otra religión, y de pasar por la piedra de la Inquisición, de las mazmorras y la horca a todos los rebeldes, díscolos y herejes. Si, España es muy diferente. José M. Balbuena Castellano