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Las 'cantadas' del falso Mencey Loco por José Carlos Martín Puig

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Al menos coincidirán conmigo en que las cosas hay que tomarlas de quien vienen y no hay que darle más importancia porque, con eso, con extravagancias, no convencen ya a nadie con sentido común. Pero ojo, que ese no es el caso de Don José. Si Aznar hablaba catalán en la intimidad, este ínclito no dedica sus conversaciones confidenciales a Gran Canaria ni a la independencia, ni sus importantes anfitriones le citan para oír semejantes soflamas inventadas de falso Mencey.

La cuestión es que ayer me decidí a compartir humildemente algunas reflexiones sobre este tema, habida cuenta de tras su GRANfobia empieza a supurar otra estrategia más dañina, más oscura, más oportunista aún, que merece destaparse y denunciarse. Al menos en mi opinión.

Pese al humo que quiera vender Don Jose, él no ha sido, no es, ni será nunca independentista canario, ni siquiera nacionalista ahora que parece que son cosas distintas. Todo lo contrario, es un dependentista más que pretende asustar a lo que llama metrópoli agitando banderas en las que realmente, no sólo no cree, sino que usa, como otras, para el beneficio de la beautiful people del Tenerife más profundo. Don José siempre fue un buen vocero de esa oligarquía tinerfeña que vivió y vive muy bien gracias a las milongas, las subvenciones, los regímenes especiales, las untadas y tajadas negociadas en Madrid con esos que ahora llama españoles. Don José, vivió bien, muy bien, en los años en que el Tenerife profundo no veía más allá del muelle de Santa Cruz y la sigla de ATI. Luego abrazó la idea de CC por la misma conveniencia cuando algunos próceres del tinerfeñismo pensaron que era mejor si cambiaban espejitos por votos en las Cortes Generales y ahora, ahora, cuando ya la nave hace aguas, Don José agita un terremoto independentista a control remoto mediático para ver si caen algunas moneditas mientras dura el meneo.

Don José no se acuesta y se levanta pensando en nuestra geografía o en el Gran, no tiene bellos sueños patrióticos con el noble mencey de Anaga, ni pesadillas con Rajoy o Zapatero llegando en plan Adelantados conquistadores. Don José se acuesta tras quedar para desayunar y tertuliar con quienes marcan la verdadera estrategia y que no son precisamente los independentistas, sino los que ahora quieren pedirle más perras a Madrid, nuevas prebendas, nuevas limosnas millonarias, nuevas RIC que les permitan hacer mil diabluras capitalistas en el plan de penetración norteamericana en Africa. Para entendernos, eso que Zerolo dice que es acuciante y Zapatero coloca como borrador de Plan estratégico para Canarias. Algo para empezar a negociar, vamos.

Don José piensa en eso cuando escribe, se acuesta pensando en cómo dividir un pueblo para que multipliquen sus dividendos los de siempre, los del Club Oliver, las familias multimillonarias chicharreras y se levanta pensando con que nueva treta le sacará a Cubillo que le redacte su próximo editorial, el que curiosamente releerá junto a las medallas y diplomas del Ejercito que tiene en el salón de su casa ganadas a pulso gracias a un fervor patriótico, que no es precisamente canario.

Si el ¿independentismo? del dueño del periódico El Día fuera un peligro, su edición ya estaría cerrada con cualquier argumento. Pero es que aquí lo que interesa es precisamente esta agitadera, esta cortina de humo, estos sacar pecho en plan gallitos mientras el gran debate queda debajo, mientras el verdadero pleito, que no es insular, no sale en ningún periódico y queda sumido en el no coment. El periódico El Día hace su labor, como otros medios en otros lados del Archipiélago hacen la suya o ¿es que alguien piensa realmente que detrás de todos ellos no hay también intereses concretos? Ya no quedan medios que defiendan grandes causas ideológicas, como apenas quedan políticos de fuertes convicciones en ese terreno. Lo que prima, como en El Día, es ver donde hay que situarse en cada momento y con quien, qué papel deben jugar unos y otros en un combate de cartas marcadas. Quien paga manda y si no logra mandar, se acabó tu publicidad, se fastidió la ayudita electoral, se castiga tu desacato a la autoridad, se te condena al linchamiento mediático más salvaje hasta que desaparezcas del mapa o escarmientes. A eso juega El Día pero también muchos de los que lo critican.

Personalmente no llamo a nadie a cambiar la opinión que tenga sobre este tema, pero sí a que vayan un poco más allá de lo que nos dejen traslucir unos y otros. Nadie me quitará nunca la convicción de que cualquier rinconcito de este Archipiélago también es mi tierra, cualquier persona que viva en ella es mi paisano, cualquier problema que la agobie es mi problema y cualquier deseo compartido de avance y autogobierno real será para bien. Ni Don José ni otros que se esconden tras otros Días en despachos que no son sólo de periódicos, me lograrán convencer nunca de que este paisito nuestro estará mejor dividiendo la fuerza que juntas tienen sus gentes, esas que sí que merecen que se resuelvan los grandes retos, desafíos y causas importantes que tienen en su día a día y para el futuro colectivo.

En fin, en aquel arreglo musical tan sentido que hizo el folklorista Elfidio Alonso con un poema de Ramón Gil-Roldán de 1920 y que tituló la Cantata del Mencey Loco, se decía que el noble Beneharo, el aborigen caudillo de Anaga, prefirió riscarse que entregarse a aquellos mercenarios y buscadores de fortuna de la época que venían a conquistar su patria, también la mía. En esta otra cantada, los papeles se han troqueado; aquí es un falso Mencey el que porta la cruz y la espada, el mercenario y buscador de fortuna con tintes de locura y los que se aventuran, incluso se enrriscan ahora lo hacen en las olas llegando en patera con el único ánimo de conquistar su derecho a la vida. Sobre los Virreyes mejor ni hablar. Imaginen y acertarán. José Carlos Martín Puig

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