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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Con Unamuno contra el párroco Fernando Báez

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El presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, pidió a la Iglesia una respuesta “más contundente” ante las palabras de Fernando Báez Santana, conocido como el padre Báez, que difundió por redes sociales un mensaje que parece justificación del asesinato de Anna y Olivia y  en el que culpa de sus asesinatos a la “infidelidad” de la madre de las niñas, Beatriz Zimmermann.

Así lo ha manifestó en declaraciones a los medios a raíz de que el Obispado de Canarias, en nombre del obispo José Mazuelos, y de toda la comunidad diocesana comunicara su rechazo “tajante” ante las “indignas” manifestaciones que ha expresado el sacerdote. El presidente del Cabildo señaló que la Iglesia, más allá de enunciar estas palabras, tendría que ser “más contundente” ante las reiteradas declaraciones de este párroco, que le resultan inaceptables, como a mí.

Ampliando el contexto de la demanda del Cabildo a nivel europeo recordemos: a nivel del Parlamento Europeo se discutirá el 7 de junio el llamado Informe Matic presentado por el socialista croata Predrag Feed Matić, patrocinador de la resolución, que dice que la salud sexual y reproductiva es un “derecho humano clave”. La resolución se dirige a los países europeos como Polonia y Malta, que prohíben o restringen el aborto. Pero también pretende desregular el aborto y limitar las negativas de algunos médicos y proveedores de servicios médicos que se oponen ideológicamente a los abortos.

El pasado 27 de enero entraba en vigor la sentencia del Tribunal Constitucional de Polonia que prohíbe abortar pese a la malformación del feto, supuesto al que se acogían, según datos del Parlamento Europeo, el 96% de las mujeres que decidían interrumpir su embarazo. La ilegalización de este supuesto fue impulsada por el partido de extrema derecha Ley y Justicia, actualmente en el poder. Como respuesta a esta vulneración de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres se produjeron protestas pacíficas que se han extendido durante meses por toda Polonia, siendo duramente reprimidas por la policía.

Ante esto 56 organizaciones españolas pidieron en un manifiesto de apoyo a las mujeres que los gobiernos europeos, las instituciones y a la sociedad civil actúen para que se respeten los derechos de las mujeres en Polonia, y en el resto de Europa y el mundo, a interrumpir su embarazo de forma segura, a recibir educación sexual, a la dignidad y la autonomía. A este manifiesto se  unieron también cuatro diputadas del Congreso de los Diputados y del Parlamento Vasco.

Casi coincidente en el tiempo sale un Informe del (EPF) Foro Parlamentario Europeo para los Derechos Sexuales y Reproductivos, sobre la Financiación europea e internacional contra Derechos de la Mujer que resumimos bajo el concepto de feminismo. Las fuerzas regresivas dentro y fuera de Europa, especialmente grupos ultra-conservadores religiosos, han arreciado sus campañas con medios financieros que permanecen clandestinos al ciudadano. El Informe del Foro Parlamentario abarca desde 2009 hasta 2018.

En ese espacio de tiempo se  financiaron los anti-feministas con 81,3 millones de dólares de los Estados Unidos, 188,2 millones llegados de Rusia y 437,7 millones de la Unión Europea. El dinero de los financiadores asentados en la Unión Europea se ha triplicado en los últimos 10 años. En este tiempo se han abierto oficinas antifeministas en la cercanía de las instituciones europeas. “Su labor como lobby  se ha vuelto masiva y hecha con profesionalidad”, ha constatado  Terry Reintke, europarlamentaria de los Verdes, pero cargada tal labor de odio encubierto.

Por cierto, contra la aceptación del Informe Matić se han pronunciado la representación de la ultraderecha polaca y la eurodiputada de VOX  Margarita de la Pisa. La torre de Pisa está inclinada a la derecha, como es el caso de esta Margarita sin pétalos que afirma que la propuesta pro-feminista de la EPF : “Es la máxima expresión de la ideología de género”.

Aunque los de VOX sean anti-rusos aquí coinciden en el propósito no solo con financieros ultra-cristianos USA afines a la antigua Administración Trump. sino también con los oligarcas rusos Vladimir Yakunin y Konstantin Malofeev, de cuyas cuentas fluyeron por distintos vericuetos trucados más 180 millones de dólares a Europa con los propósitos antes denunciados por Terry Reintke, europarlamentaria de los Verdes.

Escritor. Pregonero y Conferenciante. Motero-motorista y piloto de Helicóptero. Tractorista. Independentista (Mpaiac). Conocedor de los guanches (siglo XV). Enemigo de los pinos. La desvergüenza del texto del párroco Báez va más allá de falta de empatía ante el dolor de una madre y  se convierte en complicidad y justificación del parricidio. Cuando escribo este artículo se dice que el presidente del Cabido está recabando la documentación necesaria para presentar una denuncia ante la Fiscalía contra Fernando Báez para que investigue y califique los hechos referidos a sus manifestaciones que justifican el último crimen de violencia vicaria. Violencia vicaria es aquí un tipo de violencia física, que utiliza a los hijos como instrumento para causar daño a la expareja.

Se puede entender la frustración e incluso que afloren sentimientos vengativos en momentos de rabia. Pero es injustificable y cruel en elevadísimo grado matar a niñas inocentes para hacer daño a la madre, imposible de comprender cuando el criminal resulta ser el padre de las criaturas, lo que indica la total falta de afecto y de respeto a esos seres indefensos y/o un enorme grado de narcisismo machista.

Pero todavía más difícil de comprender es que el individuo Báez Santana sea sacerdote de una religión cristiana. Hay muchas iglesias e interpretaciones del cristianismo: católica, protestante, ortodoxa, etc., pero ¿qué cristianismo profesa ese indivíduo?

Yo reniego y abomino de un “cristianismo” que sea de inquisidores, de perseguidores, de absolutistas poseedores de una verdad única que quieren imponer al resto del mundo. Simpatizo y sintonizo con el cristianismo de los humildes, de los desheredados, de los perseguidos, de los que buscan la verdad y tratan de aplicar el amor al prójimo en su existir diario.

Un cristianismo del amor y de la comprensión del dolor de la existencia humana. Como el profesado por un escritor que tuvo mucha influencia en mi juventud: Miguel de Unamuno. Recuerdo muy especialmente su novela San Manuel Bueno, mártir (1931), enfocando dos obsesiones: la inmortalidad y la fe. Narra la historia de un cura que ha perdido la fe y la esperanza, pero pese a ello se convierte en ejemplo de caridad, luchando con la razón y la fe. Unamuno contrasta la verdad trágica con la felicidad ilusoria, a diferencia de sus anteriores obras. El lugar escogido por Unamuno para esta obra es un pueblito ficticio, al que llamó Valverde de Lucerna. Ya en 1921 en otra novela, La Tía Tula, destacaba  que “amar a Dios es estar al pie de la Cruz, cuidar y atender a los hijos, a los enfermos, los moribundos.”

Como se ve un cristianismo que nada tiene que ver con el mensaje del mencionado Báez Santana en que el asesino resulta ser “la primera victima de una sociedad que sabe de rupturas matrimoniales, que son las que causan esto y peores dramas” .

Según él la ruptura matrimonial fue causa de la tragedia. Por tanto, siguiendo la ideología machista, en los matrimonios donde existe violencia matrimonial o enemistad continuada mientras no haya divorcio no habrá causa de dramas ni tragedias. Hay, pues, que anular las leyes del divorcio o separación, etc. Incluso habrá que eliminar del Derecho Canónico, lo que permite anular matrimonios (eso sí, con tiempo de espera y gastos económicos). Y si un padre engendró un hijo debe tener derecho de propiedad eterna aunque descuide la alimentación y educación de los niños, y si lo engendró tendrá derecho a que no se le quiten los hijos aunque los maltrate violentamente. Y después de conocerse el hallazgo de los restos de Oliva (6 años) en el fondo del mar atados al ancla de la embarcación de recreo de su padre, según la lógica baeziana-santanera se debería devolver el cuerpo al que la engendró y asesinó.

Recuérdese que, según el todavía párroco Báez, la primera victima fue el cobarde y desaparecido parricida Tomás Gimeno y que, según lo escrito por el sacerdote, “hay muertos que están vivos y siguen sufriendo las consecuencias de la infidelidad”. ¡La infidelidad!, he aquí el meollo del escrito archimachista y justificatorio del crimen. (No la infidelidad probada del marido, sino la supuesta infidelidad de la ex-esposa).

En segundo plano de interés para Báez están “las segundas victimas”, o sea, los “dos angelitos que no tuvieron culpa, sino que las quisieron cambiar de padre, siendo el suyo Antonio, y eso, insiste don Fernando Báez, es robar hijos y darlos a quien no los engendró.”

Está claro, si soy padre engendrador tengo derecho de vida y muerte sobre mis hijos. Los puedo matar a palos o de hambre, puedo prohibirles lo que a mí no me gusta y obligarles a lo que me place, sea lo que sea. Deben seguir atados a mí aunque llegue borracho a casa o pegue a su madre... Es mi derecho patriarcal.

Por eso, el párroco o párroco del patriarcado antediluviano critica a la  “prensa y medios que sólo piensan en dos niñas y no en su padre, victimas los tres: dos de su padre; y el padre, no digo de quien, pero quien me escucha si no es tonto sabe a lo que y a quien me refiero.”  Yo debo ser del pelotón de los tontos porque no puedo entender que si mi esposa hace algo contrario a mí o me es infiel, eso me dé derecho a matarla o a matar a mis hijos y suyos. Y menos aún entiendo que en este caso a la madre se pueda aplicar lo que afirma el párroco Báez de que “recogemos de lo mismo que sembramos.” ¿Qué crimen cometió la madre que pueda ser la justificación de la violencia vicarial? Al párroco no le parece suficiente el dolor que la acompañará toda su vida, sino que le quiere añadir el estigma de ser culpable mientras que el parricida es solo “la primera victima”.

El matrimonio debe ser un enlace mantenido por amor y amistad y no por cadenas que solo podrá romper la muerte. Los dinosaurios ya han desparecido de la faz de la Tierra. No habrá que esperar millones de años a que desaparezcan concepciones machistas heredadas de milenios pasados. Ni desear la muerte del conyugue como forma de separación.

El tipo de este sacerdote real (que a mí me parece ficticio, inventado por algún enemigo de las mujeres y de la Iglesia del Papa Francisco)  es todo lo contrario del sacerdote ficticio de la novela de Unamuno San Manuel Bueno, mártir, situada en una aldea española de 1930, alejada de las influencias de las grandes urbes, lo que hoy se ha convertido en “la España vacía” y de donde sólo quedan  los hoy derruidos casorios que entonces conformaban gran parte del territorio nacional. Calles y casas formaban un circulo imperfecto alrededor de un plaza que solía llamarse Plaza Mayor.  La iglesia era el edificio principal de la aldea y obligadamente situada en la Plaza Mayor. Y en algún sitio no muy alejado, pero no necesariamente central, estaba la Escuela. El cura era más importante que el alcalde aunque este fuera uno de los ricos de la aldea; el cura era padre espiritual, consejero, confesor, y acompañaba a sus feligreses desde la cuna hasta la sepultura.

Las aldeas de entonces estaban más aisladas de lo que hoy uno se puede imaginar, incluso en aquellos años no había teléfono, ni radio. Eran burbujas sumergidas en un mar de poco movimiento. En el breve prólogo que antepuso a San Manuel Bueno, mártir en la edición de La novela de hoy comentaba Unamuno: “Esta novelita ha de ser una de mis obras más leídas y gustadas en adelante como una de las más características de mi producción toda novelesca. [...] Y quien dice novelesca dice filosófica y teológica. Y así pienso yo, que tengo la conciencia de haber puesto en ella todo mi sentimiento trágico de la vida cotidiana”.

Parece don Manuel -sacerdote ficticio- todo lo contrario del sacerdote canario real salido don Manuel Bueno de una obra de madurez y de síntesis, en la que el escritor vasco plasmó algunas de sus más hondas preocupaciones. Incluso se podría pensar en una identificación del autor Unamuno con su personaje, lo cual no sería descartado si se recuerda que Unamuno mismo escribiría en otro momento que: “Toda novela verdaderamente original es autobiográfica. El autor -- poeta más bien, o sea creador - se pone, o mejor se da, en todas y cada una de sus criaturas”. En cualquier caso, el ficticio don Manuel tiene más vida real encarnada en sus entrañas literarias que el rastrero don Fernando Báez en su torpe creencia de que basta ordenar desde su púlpito, como él escribe: “Paremos rupturas matrimoniales, reforcemos la fidelidad”. Ese lenguaje es más propio de un guardia municipal que trata de parar el tráfico automovilistico que de un sacerdote. El municipal podrá  parar el tráfico con los gestos de sus manos, pero este sacerdote no podrá impedir las rupturas en las relaciones humanas, ni podrá imponer fidelidades donde no exista amor o, al menos, respeto mutuo. Así Don Manuel sobrevivirá en los tiempos con su ejemplo a los aspavientos de Fernando Báez, que será olvidado como ceniza restante de hogueras inquisitoriales.

Tanto en la Tía Tula como en San Manuel Bueno, mártir, plantea Unamuno el afán de superar la muerte a través de la propia obra, de la paternidad y del sacrificio por los demás. Este sacrificio está con frecuencia imbricado en la necesidad de elegir entre lo real -que mata por su crudeza- o lo que permite seguir viviendo. San Manuel Bueno, mártir es el hombre que de puro “querer creer” logra mantener en un pueblo la fe que él mismo no tiene en realidad. Es el hombre de la fe como ideal, de la fe ideal, de la fe agónica. Su lucha por el ideal de la fe es el origen de su vigorosa personalidad.

No serán las prédicas del odio y la desconfianza en los otros las que no harán avanzar. Será más el ejemplo del amor y la lealtad vividos , del cumplimiento de lo prometido que harán que la fidelidad, la amistad y la concordia, la tolerancia y la reconciliación se abran paso. No la imposición externa,  sino la propia voluntad tomarán tal camino.

Unamuno se equivocó muchas veces en su “contra esto y aquello”, pero en su novela del párroco de aldea, Manuel, que tenía fe “volitiva”, muestra Unamuno la fuerza creadora del ideal, del “querer ser más”. Don Manuel Bueno (cura que ha perdido la fe en la existencia de un dios) es el caudillo que conduce a su pueblo a una “tierra de promisión”. Y como Moisés, llevará a su pueblo a la tierra prometida, sin embargo, él no podrá entrar en ella. Pero es el caudillo que con su fuerza personal conduce al pueblo. Es el hombre trágico que vive de su esfuerzo, un esfuerzo que no siempre será coronado por el éxito personal, pero que abre nuevos caminos. Entre el Manuel agónico de Unamuno que ama y trabaja por los otros por encima de las propias creencias y el “moderno” don Fernando Báez yo me quedo con el que lucha con sus dudas e ideales pero nunca condenando al inocente y colocándose del lado de “fidelidades” ordenadas que son cadenas.

Pero “¿no vale la pena este esfuerzo de ser vivido y realizado?” Uno no alcanzará la otra orilla, pero habrá conseguido que su pueblo se salve de la frustración y de los males que acompañan a la depresión y el desánimo. Es con el propio ejemplo de amor y entrega a los próximos que se levantan los ánimos y se construyen proyectos de vida; no son las amonestaciones condenatorias ni las inútiles propuestas las que en las aldeas de hoy harán felices a las gentes. En los años 30 del siglo pasado la palabra del cura Manuel Bueno elevaba a las alturas los espíritus de aquel aislamiento, hoy con radios y televisiones, con móviles y ordenadores e internet estamos en un mundo amenazado de mentiras y falsedades, en un aislamiento de la verdad.

Uno puede comprender sin ser cristiano el dolor de María, madre de Jesús crucificado, y admirar la belleza del amor materno que representó Miguel Ángel en la Mater Dolorosa. Las pasiones humanas y las tragedias resultantes las hemos visto en el Arte y en la Literatura, tanto en la griega como en Shakespeare que nos dio un Otelo asesino por celos y un malvado Yago que los impulsó llevado y carcomido por la envidia y el rencor. Uno siendo ateo o musulmán, hindú o judío, seguidor de Confucio o cristiano, siente empatía ante el dolor vicario irreparable por la pérdida de dos niñas inocentes.

Pero atribuir cualidades mágicas a una fidelidad no nacida del amor o del respeto es tan alejado del acuerdo amoroso como de la realidad humana. El texto elaborado por este sacerdote Fernando Báez es sin duda un intento de impedir la desaparición del patriarcado machista. Y en la cultura greco-judea occidental tenemos tradiciones oscuras de sometimiento de la mujer al hombre y nos vemos otra vez confrontados con la magia y las pasiones. En la Grecia Antigua la obra de Eurípides Medea nos muestra un parricidio similar al cometido por Tomás Gimeno en Tenerife. Medea es una fascinante figura de la mitología que aparece en múltiples obras y con diversas interpretaciones. Una versión de la historia dice que fueron los de Corinto quienes mataron a los hijos de Medea, como castigo por el hechizo que había hecho contra Creúsa. Pero también como castigo, una epidemia fue acabando con todos los niños de la ciudad. Los corintios no se libraron de esta maldición hasta que, por consejo del oráculo de Delfos, realizaron sacrificios solemnes a los hijos de Medea y obligaron a los suyos a guardar luto.  Eso justificaría que los dirigentes de Corinto, en el siglo V a. C., pagaran al dramaturgo Eurípides para contar la tragedia de Medea atribuyendo a la protagonista los homicidios y lavando así la imagen de la ciudad. Esta manipulación acabaría con otras versiones que consideraban a Medea como una mujer virtuosa que no había cometido más pecado que profesar un profundo amor a su marido, que la abandonó injustamente. Fakenews a la antigua, se puede decir.

Después de la Medea de Eurípides se abre paso en el mundo greco-latino y cristiano la caracterización de Medea como “la mujer que mató a sus hijos”. Naturalmente acentuando su ser „bárbara y extranjera“ puesto que no era nativa de Corinto, lo cual redondearía la degradación del papel de la mujer en la sociedad, favoreciendo el papel ascendente del patriarcado. Jasón el marido machista será exculpado de sus infidelidades, desagradecimientos y traiciones.

En 1969 una película de Pier Paolo Pasolini, adaptación de la tragedia griega de Eurípides, Pasolini muestra la trágica confrontación entre dos culturas incompatibles: el mundo mágico e irracional de Medea y el mundo racional de Jasón. Supuso la única incursión en el cine de la gran diva de la ópera Maria Callas. El personaje de Pasolini es una mezcla de crueldad e inocencia, de barbarie y sentido de lo sublime, del mundo arcaico dominado por las emociones ante un mundo moderno regido por la racionalidad. Medea es una película de Pier Paolo Pasolini, donde los versos de Eurípides son salvajemente cortados y la alteración del orden de los protagonistas cambia hasta dejar a Jasón como un secundario, solo útil para narrar la verdadera historia, la historia de una mujer enloquecida por sus sentimientos. Una historia personal que rehúye la tragedia como camino narrativo y en cambio utiliza los sueños como elemento esencial para lograr entender la complicada y atormentada psicología de esta figura de la mitología clásica.

Pero el conflicto es más profundo que la interpretación de Pasolini,  Medea es una figura universal y terrible que se presta a la controversia. En 1996 aparece la novela de Christa Wolf  Medea Stimmen que renueva tan extraordinaria figura. Aparecen 6 personas que son las distintas voces en forma de monólogos, entrelazándose e impulsando la acción. La Medea de Christa Wolf mantiene su origen “bárbaro” o extranjero en el Mar Negro siendo Corinto el lugar donde se desarrolla el drama.

Han pasado más de 2.500 años de tal historia mítica pero pese a venir de un mundo pre-cristiano no ha perdido nada de su fuerza psicológica y proto-feminista, cargada de rituales y alusiones a la maldad y a las pasiones humanas. Cuando Medea acaba cometiendo el espeluznante acto de matar a sus hijos, Jasón exclama horrorizado: “no existe mujer griega que se hubiera atrevido jamás a esto” (Eurípides, Medea 1339-1340), frase lapidaria con la que el acto de Medea queda relegado para siempre al terreno de la barbarie, fuera de la civilización representada por lo helénico y lo ateniense. La identificación del Otro, del extranjero, con la barbarie, por puro desconocimiento o incapacidad étnica, es un pensamiento que ha sobrevivido hasta el día de hoy.

Lo sepa o no, el sacerdote Fernando Báez Santana representa con su texto los estertores de un patriarcado moribundo, pero que es mantenido en vida gracias a poderosas fuerzas financieras reaccionarias.

Una vez que la personalidad se nos revela como un misterio, no siempre accesible a la razón, a nuestros protagonistas (de la ficción o la realidad) solo les queda creerse o no el papel que han recibido; o dicho de otro modo, tratar de dar sentido a lo que son, a partir de lo que representan. Para Unamuno, éste es un ejercicio propio de la voluntad, ya que recordemos que es ésta, y no la razón, la que anhela, cree y quiere dar sentido a la vida. Según el escritor vasco, es la voluntad la que hace que sus personajes sean “reales, realísimos, y con la realidad más íntima, con la que se dan ellos mismos, en puro querer ser o en puro querer no ser”.  Si yo me creo que por “ser hombre” tengo derechos supremos sobre las mujeres estaré imbuido en un papel que tengo que desempeñar. Por eso, en las sociedades patriarcales, como vemos en donde impera la religión mahometana en su interpretación machista tradicional, los padres o los hermanos masculinos se sienten obligados a guardar el “honor de la familia” obligando a las hijas a casarse con el designado por el padre o a renunciar al matrimonio con “infieles”, o  a matar a la mujer que rompe la tradición machista, heredada de pueblos del desierto, no olvidemos la “costumbre” a matar a pedradas a la mujer infiel y las palabras de Jesús: “Que tire la primera piedra el que esté libre de culpa”.

 Jesús ya ha llegado a Jerusalén y pasa la noche en oración en el monte de los Olivos, a donde volverá en esa crítica noche después de la última Cena. Por la mañana regresa al Templo donde ha experimentado algunos encontronazos con fariseos, maestros de la Ley y otros. Mucha gente venía para escucharle y él les enseñaba. Los maestros de la Ley, escribas  y fariseos que no estaban de acuerdo con él ni con sus enseñanzas, “le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio”. El adulterio tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo es pecado y pecado grave. En los tiempos de Cristo era castigado con la muerte, como todavía lo hacen en algunos países hoy en día.

Los que traen la adultera a la presencia de Jesús, lo hacen no por seguir la Ley sino para atrapar a Jesús y deshacerse de él. Si Jesús se pone de parte de ella, claramente quebranta la Ley. Si por el contrario la condena lo acusarán de predicar una cosa y hacer otra. Jesús escribía en el suelo con el dedo. Como insistían, se incorporó y les dijo: “El que esté libre de culpa que tire la primera piedra”. Y volvió a inclinarse y a escribir en el polvoriento suelo.“ Poco a poco lo acusadores se marcharon.  Hoy todavía en tierras europeas que se llaman cristianas y católicas, se tiran piedras verbales condenando indultos o condenando al que no profesa las doctrinas de sacerdotes u obispos que VOX, sin tener que practicar la caridad, arrojan a sus contrarios estén en el gobierno o en la CEOE. Pero estos instigadores mentirosos no se marchan. Habrá que echarlos, no por odio sino por amor a la Verdad.

El amor y el perdón de Jesús es para muchos algo verdadero y maravilloso. Un cristiano ha dicho: Dejémonos abrazar por el amor de Dios. Ese alguien, que podría ser el existencialista Unamuno, tiene un Dios que es Amor y nunca de Odio, Castigo y Venganza.

El término intrahistoria tiene distintas connotaciones. Según la Real Academia Española, es una voz introducida por Miguel de Unamuno para referirse a la vida tradicional o “tradición eterna”, que sirve de “decorado” a la historia más visible. Comparaba Unamuno a la Historia oficial con los titulares de prensa, en oposición a la intrahistoria como todo aquello que ocurría pero no publicaban los periódicos. Más popularmente, los medios designan así a todo aquello que está a la sombra de lo más conocido históricamente. Los autores de la Generación del 98 procuraban, haciendo viajes por el país para descubrirla, revelar la “España real” frente a la “España oficial” de los periódicos, y publicaban libros de viajes con ese fin. En este artículo viajamos a la intrahistoria del conflicto entre patriarcado y una nueva cultura de igualdad no conocida de derechos entre los sexos.

La americanista María Dolores Pérez Murillo de la Universidad de Cádiz relaciona el término con la historia de los colectivos marginados históricamente (“las gentes sin Historia”), con la oralidad y las historias de vida como complemento de las historiografías más oficiales. Lo que nos recuerda los intentos machistas del pasado y presente de marginar , ignorándolas o culpabilizándolas, a las mujeres de la Historia, como el caso de Marie Curie, Rosa Luxemburgo, Dolores Ibárruri, Winnie Mandela y otras tantas.

El retorno a los orígenes míticos, a las imágenes oscuras y a la vez esclarecedoras de los mitos, representa una vía posible de acceso a la relación íntima entre las experiencias subjetivas individuales y las imágenes colectivas de mundo. El entender las culturas es esencial para entendernos a nosotros mismos y para entender a los otros.

Estamos en un mundo de globalización capitalista abocado a cambios acelerados no siempre previsibles, en un mundo que podría curar muchas enfermedades si determinadas empresas no controlaran con la propiedad de patentes el desarrollo farmacéutico, y en un mundo en que gracias a avances tecnológicos -si se pusieran al servicio de la comunidad internacional-  el trabajo necesario sería una satisfacción en vez de una maldición. La pandemia global podría haber sido controlada mucho antes si no fuera por ciertos grupos interesados en mantener su poder y privilegios tanto en Occidente como en Oriente.

Al mismo tiempo, estos residuos prediluvianos del patriarcado todavía vigente en muchos espacios de nuestra cultura son influyentes y resistentes. El patriarcado bíblico que hace de Eva la pecadora que influye negativamente en Adan y nos condena a la Muerte al género humano se entrelaza con la implantación de Medea como la madre que mata a sus hijos. Esta permanencia del míto patrialcal se reproduce en el texto de este sacerdote que busca a la mujer como culpable del parricidio cometido por un hombre. Trata de restablecer algo moribundo y sus palabras espero que solo sean estertores del Patriarcado.

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