La portada de mañana
Acceder
Feijóo reta a Abascal para asegurarse su apoyo ante el ciclo electoral
Análisis - ¿La paz en Ucrania está al caer, como dice Trump?
'El amor vuelve a cambiar', por Ignacio Escolar

ENRALOS
Aquí no hay nada que ver

Patti Smith, en un retrato de Robert Mapplethorpe, 1971.

Víctor Rodríguez Gago

0

29/11/2025

“El enralo es un estado de ánimo en que domina la alegría irreflexiva, una suerte de exaltación que hace perder al enralado la discreción, la mesura y el dominio de sí mismo. El enralo conduce al atrevimiento y a la familiaridad no autorizada”. (Millares Cubas, Léxico de Gran Canaria, citado por Corbella y Corrales, Diccionario Histórico del Español de Canarias)

30/11/2025

Ganas de mirar solo a donde no hay nada que ver. Leo que en la manifestación del templo de Debod han puesto a todo meter People have the power, de Patti Smith. Se me van los ojos, como al circular más lento por la autopista para ver un poco de un choque. No hay nada que ver en la playlist de un mitin, que solía ser una simple nota de color en la crónica electoral, como lo de bailar Macarena en la campaña de Bill Clinton, mucho antes de que los espasmos de Trump retorcieran el YMCA de los Village People hasta convertirlo en una magufada del movimiento MAGA. No hay nada que ver aquí, pero el morbo de lo insignificante ya ha hecho su hechizo. Me quedo bobiando en el gesto de mezclar a Patti Smith con el PP. Lo de las playlist de los mítines, así, en general. Quizá alguien debería decirles que paren. A todos, así, en general. Paren de querer decir cosas con significantes rellenos. Y guarden la distancia en carretera entre la chola anarquista y la zapatería mitinera de Sebago. Qué mal le ha ha hecho Patti Smith a nadie para que le den un taponazo por detrás a su icono del punk ochentero, utópico y redondeado como el Honda Civic original (no el engendro de ahora), embistiéndolo con un SUV eléctrico, chino y constitucionalista en leasing. Qué es lo que se ve cuando no hay nada que ver. De qué grietas de las cosas insignificantes salen los significados que me envician. Algunas cosas, las que me paro a mirar por delante y por detrás como un comprador de chatarra de siniestros, son tuneras duras y secas, y mi ojo es la cochinilla, un hongo, una plaga parasitándola en todas las direcciones con una nota de color.

01/12/2025

Patrick Bateman diseccionando No jacket required de Phil Collins para su colega de Wall Street, antes de matarlo a hachazos en el salón de su apartamento. Se ha puesto un chubasquero transparente para no mancharse la ropa carísima al abrir el melón de las canciones y el de la cabeza hueca de su invitado. Muy propio de psicópatas, hacer del vacío un signo.

02/12/2025

Busco en lo de antier el hilo que jaló de mí, antes de que me perdiese persiguiendo al conejo blanco por la madriguera de la digresión. Jalado por el cordón del que tira el pensamiento para hacer sonar las campanillas en el cuarto de los criados. Solo quería pararme a ver un poco este cancaneo de las playlist musicales en los mítines y las crónicas. Si aparte de lo grotesco, hay algo de sentido en darse lustre épico con una banda sonora deseca de epopeya. Si el apropiarse, mezclar, despiezar y resignificar canciones, series, mitos, tradiciones, nos dice algo de cómo se forman las identidades. Y si la tecnología que hace posible el sistema de producción es la misma que permite envasar las identidades y consumirlas en los formatos de la ilustración, la banda sonora, el meme, el fragmento, el collage y la cita, como significantes comestibles dispuestos en el lineal del supermercado. Una canción anarquista que habla de la utopía de una sociedad sin clases ni amos (“y el leopardo y el cordero yacían verdaderamente unidos”), imprimiendo carácter y destino en una manifestación dominical del PP. ¿Por qué no? Al fondo, la crisis de la escritura, de la tradición literaria como fuente, si no de identidad, porque hay otras no literarias, sí de modulación entre identidades posibles. En el texto se realiza el encuentro con el otro. El acto de leer, señala Steiner, nos pone ante la “presencia real” de una individualidad distinta a la nuestra. Sin tradición escrita, lo individual carece de trazabilidad en el tiempo, y las identidades se producen y se consumen en el reemplazo de lo individual por lo subjetivo; la diferencia, por el deseo; el reconocimiento, por la ingesta, y la crítica, por el comistraje. La comunión con la playlist del mitin, desollada como un kebab en lonchas de sentido, es básicamente un rito de canibalismo.

03/12/2025

Si la realidad es comestible y somos lo que comemos, ¿qué más da este o aquel banquete, o uno después del otro?

En su diario, Friedrich Hebbel encuentra un símbolo perdurable para el canibalismo de las identidades, dándole una nueva pensada a la fábula. Citado por Hans Blumenberg en La inquietud que atraviesa el río, traducción de Jorge Vigil: “Se dijo tantas veces al lobo que no tenía nada de cordero, que finalmente decidió zamparse a éste para tenerlo todo de él”.

05/12/2025

Citar me parece una de las operaciones más peligrosas de la escritura. Al citar, nos apropiamos de fragmentos de sentido. ¿Existe tal cosa, los fragmentos de sentido? Para Blanchot, abre comillas, el fragmento es radicalmente no citable, cierra comillas, precisamente, por lo que tiene de apropiación, es decir, de violencia, ¿contra qué? Contra aquello de lo que la cita prescinde: el texto, el contexto, lo no citado. Nos apropiamos, no de la cita, sino de lo que esta violentamente desplaza. Citar equivale a apropiarse de todo lo que cuestiona o contradice el prominente lugar del fragmento en la escala evolutiva del sentido. Toda cita-lobo prevalece por selección natural sobre las citas-cordero a las que engulle, no como simple sustento, sino para tenerlo todo de ellas.

20/12/2025

Este año descubrí a Juan Ferrera Gil, escritor canario de cuentos. Llegué a su escritura gracias a José Miguel Perera, que epilogó y presentó en Arucas la colección de diez historias La esquina del fotógrafo (Mercurio Editorial, 2025). En su colofón al libro, José Miguel Perera define a Juan Ferrera Gil como un “irremediable ser literario” que existe únicamente en la escritura, es decir, leyendo y escribiendo. Esta imagen de una vida hecha solo e “irremediablemente” de texto muestra la conciencia meta literaria de que están hechos estos cuentos, en los que la escritura de otros, los que no han tenido quien les escriba, se disfraza de la referencia libresca, el diario, la historiografía apócrifa o el manuscrito encontrado, para meterse a la zorruna, bajo estas formas dignas de crédito, en el relato histórico del que han sido excluidos. Los personajes de estas historias se saben seres escritos. Sus vidas transcurren en Arucas, entre mediados del siglo XIX y la muerte del dictador en 1975, marcadas por el caciquismo, la Guerra y la represión franquista. 

Como dice uno de sus narradores, “ni siquiera pensaba que existía” antes del diario que está escribiendo. Tomar posesión de su voz como narrador equivale a existir, no solo dentro del cuento, sino en la historia colectiva, cuya escritura se alimenta del silencio y el encubrimiento. Antes de ser memoria escrita, dice el narrador, “vivíamos con la cabeza entre las piernas y el miedo en el cuerpo”. El lenguaje ostensiblemente literario que adoptan las voces narradoras de estos cuentos, con marcas lingüísticas que remiten a la forma de narrar de otro tiempo, proclama la naturaleza escrita de estas vidas, su condición de “seres literarios”. Su máscara de un lenguaje digno de escucha en el promontorio de la historia es demasiado evidente como para no ver al autor detrás de esta estrategia. La esquina donde se aposta el fotógrafo del título señala el cruce entre la memoria personal y la historia colectivo, pero la lente del objetivo es la del fotógrafo, que se cuela como un personaje tapado y decisivo. “Escribe como si lo que cuentas solo tuviera importancia para tus personajes, de los que pudiste ser uno de ellos”. Horacio Quiroga resume en este último mandato los otros nueve de su famoso decálogo sobre el arte de escribir cuentos. Es el único punto que va en serio de un decálogo que se puede leer como una broma a la proliferación de teorías sobre el cuento desde la que hizo a Poe formular su principio del “efecto único” del cuento. Los cuentos de esta colección de Juan Ferrera Gil siguen con bastante fidelidad el precepto de Quiroga. Se entra en ellos in media res, como si ya hubieran empezado antes de nuestra llegada, y tuviéramos que ponernos al día sobre la marcha.

Se publican tan pocos cuentos en Canarias, por la falta del interés y el espacio que en otro tiempo hubo para este género en los periódicos, y la escasez de editoriales que apuesten por el género, que la publicación de esta colección me cogió por sorpresa y la he disfrutado como uno de los libros canarios que más me han interesado este añLao. Le sobran dos cuentos, El desembarco y Mi tía Lola, por incurrir en lo que dice Augusto Monterroso de este género: “Pocas cosas hay tan fáciles de echar a perder”. Un renglón de más, y se convierte en costumbrismo; uno de menos lo reduce a una anécdota, “y nada más odioso que las anécdotas demasiado visibles”. Aun así, Juan Ferrera Gil parece tener claro qué es y, sobre todo, qué no es un cuento, ese género cuya forma elusiva consiste siempre en un disfraz negativo: no ser nunca lo que parece.

26/12/2025

El desplazamiento como condición de una insularidad específica de Canarias. Nilo Palenzuela, en su discurso de ingreso en la Academia Canaria de la Lengua (2017) y en su largo poema Otro mar, otro suelo (2024). El insular es por su naturaleza histórica un desplazado: “procedemos de aquí y de allí, y nos constituimos con lo de aquí y lo de allá”. Mediante el viaje y la traducción, el insular se apropia de otras tradiciones y aporta interpolaciones que las modifican. “El desplazado, por así decir, cambia cosas de sitio, las inserta en un relato, las trae, las lleva. El desplazado traduce en todas las direcciones. Traduce literalmente o traslada motivos, herramientas de análisis, mediaciones poéticas, palabras y conceptos, de una a otra lengua, de un lugar a otro”. Deslumbrado por esta visión de la identidad, hecho en falta en ella, no obstante, la marca de lo histórico en el cuerpo del desplazado. En La desnudez como naufragio, Margo Glantz alude a estas marcas en los cuerpos de los cronistas, que venían a demostrar así la veracidad de sus relatos. Bernal frente a Gómara, por ejemplo, o la crónica escrita con el cuerpo frente a la que se escribe desde la Corte, que aquel moteja de “borrón”. ¿Y si el eje humanista fuera un simple “borrón” y la escritura del cuerpo desplazado por el trauma y la herida de la historia, un saber distinto? Cabeza de Vaca invocando los estragos que los infortunios de la expedición de Narváez a La Florida ha dejado en su cuerpo, como marcas de autenticidad de su relato, al pedir rentas y prebendas al Consejo de Indias. ¿Y si el infortunio fuera nuestra forma de ser reconocidos? ¿Cuáles son las marcas de lo histórico en los desplazamientos, interpolaciones y traducciones de Cairasco, de Viera, de Graciliano Afonso o de Antonio Dorta? La perspectiva humanista no explica por sí sola la naturaleza del desplazamiento. Aimée Cesaire señala que el humanismo como fuente de identidad es “histórica y moralmente insostenible”. El por qué de esta retiencia de la crítica cultural en Canarias a abrirse a lo histórico, desde una imagen exclusivamente humanista y mitológica de la identidad: me lo anoto para pensar en ello.

28/12/2025

Cairasco vs Quesada. Dos formas de posicionarse ante el espacio colonial en el que habitan. Cairasco: cómo se llega; Quesada: cómo salir corriendo.

Etiquetas
stats