Roberto Gil Hernández: “Si las canariedades no contienen soluciones para la emancipación de la mayoría social del Archipiélago, entonces son parte del problema”
La discusión sobre Canarias, y de qué cosa es su diferencia, ha pasado de un tiempo a esta parte al primer plano. Las jornadas Identidades Culturales, organizadas por la Casa Museo Néstor Álamo, que se celebrarán del 26 al 28 de febrero en el teatro Hespérides de Guía, en Gran Canaria, apuntan en esa dirección. Antes de esta eclosión en la academia, las políticas públicas y los medios, pensar la identidad ha venido siendo un conocimiento soterrado y discontinuo, el “saber incompleto de Canarias”, como lo llamó Viera y Clavijo. No es que haya faltado introspección; hasta el punto de que, por definición del poeta lagunero Luis Álvarez Cruz, isla es una “porción de tierra rodeada de teorías por todas partes”. Más bien, es que todo ese mar de teorías responde a su propia naturaleza líquida e invertebrada, rompiendo una y otra vez contra un malpaís indiferente. “Canarias se ignora, y lo que es peor, ignora que se ignora”, escribió Juan Manuel Trujillo, famoso diagnóstico auto cumplido en el que nadie se da por aludido de la enfermedad. Hasta ahora. ¿Puede que los tiempos estén cambiando, como canta Bob Dylan, y la conversación sobre Canarias haya encontrado un suelo más propicio para articularse?
Se ha generalizado el uso del término “canariedad”, cuya primera referencia se remonta a un texto del poeta Félix Delgado de 1935, sobre Alonso Quesada, en el que afirma que su obra tiene “un alto timbre de canariedad”, según han podido rastrear Paula Fernández Hernández, Silvia C. Zelaya Álvarez y Roberto Gil Hernández en el ensayo introductorio al volumen Canariedades. Textos para pensar una Canarias otra (2023), de varia autoría. Aunque la Academia Canaria de la Lengua ya lo ha incorporado al Diccionario de Canarismos, el María Moliner todavía incluye “canariedad” como un sub lema de “canarismo”, al que identifica con una variante local del regionalismo político. Frente a esta reducción, voces emergentes en el ensayismo y la literatura de las Islas están resignificando el término “canariedad”, para sugerir una identidad problemática y plural, que se afirma dialécticamente por los antagonismos de colonialidad, clase, género y raza que la atraviesan, y cuestiona los mitos del jardín paradisiaco, el mestizaje o la atlanticidad que constituyen las esencias de una canariedad hegemónica que perpetúa la relaciones de poder en la sociedad.
Roberto Gil Hernández es una de las referencias de los nuevos asedios a la cuestión de la identidad de Canarias. Este viernes 28 de febrero intervendrá en las jornadas Identidades Culturales organizadas por la Casa-Museo Néstor Álamo en el Teatro Hespérides de Guía, en Gran Canaria. Es doctor por la Universidad de La Laguna, donde investiga y enseña en el Departamento de Sociología y Antropología. Forma parte del Grupo de Investigación de Estudios Descoloniales y Pensamiento Crítico y del Centro de Estudios Africanos. Es investigador asociado al Grupo de Investigación Laboratoire d’Études Romanes de la Universidad París 8. Ha publicado Los fantasmas de los guanches. Fantología en las crónicas de la Conquista y Anticonquista de Canarias (2019), En el nombre de Canarias. Repensar la sociedad del Archipiélago más allá de su imposibilidad (2022) y Patrimonializar todo. Una contribución a la crítica de la industria cultural y del ocio (2023). Junto a Paula Fernández Hernández y Silvia C. Zelaya Álvarez, investigadoras y profesoras de la Universidad de La Laguna, ha editado el volumen Canariedades. Textos para pensar una Canarias otra (2023), que reúne ensayos de quince autoras y autores.
Esta entrevista se formuló en el contexto de mi lectura de En el nombre de Canarias y de los ensayos que integran el volumen Canariedades. La hicimos por correo electrónico, entre los meses de octubre y diciembre de 2024.
Pregunta: A tu juicio, ¿qué elementos configuran la diferencia de un pensar acerca de Canarias?
Respuesta: En “Pensar las canariedades. Una genealogía posible”, la introducción al libro Canariedades. Textos para pensar una Canarias Otra, Paula Fernández Hernández, Silvia C. Zelaya Álvarez y yo ponemos el centro del problema en la definición de lo canario. Para nosotras, los saberes y experiencias producidos en el Archipiélago deben reparar en la diferencia. Entendemos así las canariedades, como un conglomerado plural y, por tanto, contradictorio. Por eso creemos que no se puede hablar de identidad sin reparar en cómo esta se afirma a partir de la otredad que la niega o se le opone. Quienes reproducen la “canariedad hegemónica”, esa que reduce nuestra realidad a una serie de tópicos que apuntalan el statu quo, se enfrentan a quienes intentamos salirnos del tiesto, apostando por “canariedades subalternas” como forma de existencia y resistencia. La oposición a los tópicos coloniales que insisten en que vivimos en unas islas paradisíacas, en la insularidad y la atlanticidad o en un mestizaje blanqueante, se basa en la defensa de visiones alternativas sobre los efectos devastadores del capitalismo en el Archipiélago, que destruye el territorio y perpetúa formas de desigualdad basadas en el sexo, la clase, la raza y el conocimiento.
P: ¿Hay algo aprovechable, para una canariedad transformadora, en los mitos esencialistas que atraviesan la canariedad hegemónica a la que ustedes se refieren?
R: Creo que no. Hay quienes afirman que es tolerable cierto “esencialismo estratégico”. Con él serían posibles “conquistas” puntuales que abrirían el camino a la emancipación. Desde mi punto de vista, por contra, donde hay esencialismo no puede haber política. El esencialismo tiende a presentar como naturales realidades que obedecen a condiciones históricas concretas y que, por tanto, se pueden y deben transformar. Tales condiciones no son eternas, sino contingentes, inestables. Por eso integrar mitos como los que insisten en negar la existencia en Canarias de conflictos sociales o que falsean nuestra complejidad geopolítica, es improductivo. Y te pongo ejemplos: no se puede cuestionar la necropolítica que nos ha vuelto insensibles a la desaparición en el mar de miles de seres humanos que intentan alcanzar las Islas si no asumimos primero que estas existen debido a nuestra pertenencia al marco geográfico del que estas personas provienen. La “lejanía” fabricada durante siglos entre el Archipiélago y el continente no solo contribuye a deshumanizar nuestras relaciones con África, también refuerza la presencia en nuestro territorio del colonialismo que la legitima. Por otra parte, tampoco se puede combatir la desigualdad que nos atraviesa si seguimos repitiendo, con una de cada tres personas en riesgo de pobreza y exclusión social, que vivimos en el paraíso.
P: Los antiguos canarios son un espectro en las páginas de este libro. Como señala Daniel Barreto, apoyándose en tu libro Los fantasmas de los guanches, su ausencia es un desafío. ¿Cómo se gestiona e integra esta espectralidad en el saber acerca de Canarias?
R: Los fantasmas guanches nos asedian sin descanso, especialmente en lo que atañe a cuestiones de raigambre histórica. Su presencia ausente nos recuerda que se puede hacer las cosas de otro modo, quizás con más justicia. Lo que nos falta es aceptar lo que estos fantasmas parecen susurrarnos: que no existe un saber sin límites y que la categoría del ser es refractaria a la totalidad.
P: Paula, Silvia y tú advierten en el ensayo introductorio de Canariedades del riesgo de un movimiento pendular, desde la auto-negación a la auto-afirmación ubicua y folclorizante de la canariedad, como la promovida actualmente desde las instituciones, Internet y los demás medios masivos. Una canariedad plural y anti-esencialista, como la que emerge de este conjunto de ensayos, ¿no puede acabar teniendo también un efecto banalizador? Si todo es canariedad, nada sería canariedad en absoluto.
R: Quizás ese sea el punto. Ser conscientes de la nada que esconden las narrativas y sentimientos de los que se alimenta la identidad. En este sentido, considero que es clave entender cómo operan las canariedades para ponerlas al servicio del cambio social. La naturaleza plural de cuanto constituye y excede lo canario, así como su comprensión alejada del esencialismo, es decir, separada de toda atribución a sus componentes de una naturaleza inmutable, es el primer paso. El primero para entender el carácter histórico, construido, contingente y, por ello, sensible a la transformación de toda identidad. En mi perspectiva, si las canariedades no contienen soluciones para la emancipación de la mayoría social del Archipiélago, entonces son parte del problema.
P: En el ensayo introductorio de este libro se apuesta por un aparato epistemológico que, esencialmente, se corresponde con las corrientes del postestructuralismo.
R: No comparto del todo esta afirmación. Cuando hablamos de una Canarias Otra, lo hacemos bajo el influjo de lo que Abdelkebir Khatibi denomina “pensamiento otro”. Con tal concepto se pone en valor el conocimiento producido por quienes son condenados a los márgenes de la modernidad, esto es, la colonialidad. Para combatir esta exclusión, el pensamiento otro plantea un modelo de relaciones entre grupos y sociedades que no reproduce los privilegios de los saberes modernos ni tampoco la subalternidad de los conocimientos que provienen del mundo colonial, en el cual nuestro Archipiélago ha jugado un papel histórico reseñable. Así, el pensamiento otro no glorifica la experiencia de los oprimidos por ser oprimidos per se, lo que busca es el reconocimiento de su pluralidad epistémica, haciendo hincapié en las carencias, violencias y silencios que los atraviesan. No se trata de reivindicar aquí el relativismo inerte del posmodernismo ni de reducir la realidad a sus formas de enunciación, como plantea el posestructuralismo. La Canarias Otra que defendemos quiere reconocerse a sí misma tras siglos de negación.
P: ¿Una genealogía del pensamiento sobre Canarias sin mujeres? Solo hay una referencia de pasada a la poeta Victoria Ventoso Cullén. En este sentido, ¿la canariedad es también un saber deficitario?
R: María Rosa Alonso, Victorina Bridoux, Manuela Marrero, Vicenta Cortés, María del Carmen del Arco, María de la Cruz Jiménez, Dolores Corbella, Yolanda Arencibia y Ángeles Abad, entre otras, aparecen también en nuestra genealogía, pero no como figuras centrales. Además, escriben en el libro Paula Fernández Hernández, Carmen Marina Barreto, Larisa Pérez Flores, Claire Laguian, Daniasa M. Curbelo y Silvia C. Zelaya Álvarez. Pero, efectivamente, las canariedades arrastran un intolerable sesgo de género y, en tanto tal, representan un saber deficitario.
P: ¿Se puede pensar la diferencia con un instrumental crítico que es en sí mismo hegemónico, al estar validado por la academia?
Si se apela a la diferencia como una cuestión retórica, pero no se hace un esfuerzo real por pensar desde los márgenes, es muy probable que se termine reproduciendo lo que hay: la hegemonía. En cambio, si se asume que cuanto ha sido negado puede convertirse en motor del pensamiento crítico, las posibilidades de desarticular las visiones totalizantes que colapsan la realidad se multiplican. De hecho, nuestra apuesta por pensar una Canarias Otra se basa fundamentalmente en eso: en huir de las esencias para residir en la contradicción.
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