Espacio de opinión de Canarias Ahora
Como todo el mundo sabe
Homenaje a David Lynch
He seguido la serie de Luis Socorro Los astrónomos del pasado, la arqueoastronomía de Canarias con un rebumbio de estados de ánimo y edades. El asombro infantil en el tobogán vertiginoso de la piedra al cielo. La intriga del lector por unir las pistas de un misterio: qué sabían del cielo los antiguos canarios, qué buscaban ahí arriba. Unas veces, la serie se lee como una trama detectivesca y otras, como si se viera Lost highway por primera vez, una road movie de la identidad, en busca del otro que somos sin saberlo. También, vergüenza, mucha vergüenza propia, la del ignorante de los prodigios rupestres de Canarias, que Luis Socorro muestra con la naturalidad de quien tiene un Rothko colgado en el cuarto de estar.
Me da mucho coraje cuando dice que los grabados podomorfos de Tindaya o los Soles de Tejate son bien conocidos. Es como cuando alguien empieza a hablar de cualquier cosa, diciendo: “Como todo el mundo sabe…” ¿Cómo que todo el mundo? ¿Lo sabemos quienes fuimos a mi colegio, un colegio público de Las Palmas de Gran Canaria, en los años 80 del pasado siglo? ¿Lo saben los que van hoy al mismo colegio o a otros de Canarias? ¿Lo saben sus maestras y maestros? ¿Lo saben sus padres y madres?
¿Has visto alguna vez los efequenes de Pájara?
Como todo el mundo sabe… Luis Socorro lleva divulgando el legado arqueológico de los antiguos canarios desde 1984. Publicó en 2022 Amaziges de Canarias. Historia de una cultura (Mercurio), volumen en el que reúne una serie de reportajes publicados en CanariasAhora.ElDiario.es en 2022. Para descubrir el patrimonio arqueológico y el estado de los saberes que lo estudian, no hay, hasta ahora, una fuente mejor informada y escrita. Ojalá haya llegado ya a las bibliotecas escolares y públicas. En estas últimas 21 semanas, en que ha recorrido los observatorios astronómicos aborígenes de Canarias, le he puesto algunos whatsapp a Luis Socorro para preguntarle por lo que iba contando en la serie. Sé que son las preguntas de un tolete. El típico balbuceo del asombro. No me atrevo ni a repetirlas por aquí. El asombro no siempre es el principio del conocimiento. También produce boberías monstruosas. Hay mucho asombrado por whatsapp. Aun así, Luis Socorro siempre responde a los pocos minutos, aportando información inédita. Como cuando te compras una caja de discos de vinilo de Gorillaz y te viene con un cómic de los avatares brutalistas de Damon Alban y compinches, y de regalo, una versión acústica de Clint Eastwood. Hace que mi pregunta chorra sobre los podomorfos de Tindaya parezca la de un genio. Dignifica la ignorancia del interlocutor. Hace falta apasionarse mucho por una materia y ser muy humilde para responder así. En su caso, cuando dar por sabidas las maravillas del patrimonio cultural canario lo hace por humildad, no pedantería. No conozco a nadie menos humilde que Luis Socorro ante una primicia periodística. Ha dado muchas de política, economía y sociedad, a lo largo de su carrera. Sin embargo, cuando escribe del legado de los antiguos canarios, deja claro que el descubrimiento le precede. Siempre ha estado ahí, conocido por los mayores, estudiado por los expertos.
Cuando Luis Socorro describe los tesoros de un yacimiento, la memoria oral y la memoria científica del lugar dialogan para mostrar el misterio. Lo dejan intacto. Es un periodismo extraño en estos tiempos. Que tiene preguntas, no respuestas. Lectores acostumbrados a esperar todas las respuestas de una lectura de diez o quince minutos, exaspera, intriga y fascina, al mismo tiempo, descubrir mediante la narración adictiva de Luis Socorro el lenguaje que nuestros antepasados escribieron en las piedras y no poder leerlo, o no poder leerlo en su sentido último. Es como ver un capítulo de Twin Peaks: te encanta, todo te parece nuevo y visionario, quieres ver el próximo, pero no entiendes nada.
Periodismo que sabe que el saber científico es limitado y el saber del lugar arrastra material mitológico, lo más valioso de esta aproximación a la cultura de los antiguos canarios es que guarda el secreto. Guardar el secreto, señala el antropólogo Pablo Estévez, era el modo en que los antiguos canarios preservaban su forma de vida de la aculturación por el empuje de la sociedad colonial. Estévez cita a Alonso de Espinosa, quien, a finales del siglo XVI, testifica de la negativa de los guanches a hablar de sus costumbres, diciendo que “si las saben, no las quieren decir, pensando que divulgarlas es menoscabo de su nación”. El sociólogo Roberto Gil Hernández se refiere a “los fantasmas de los guanches” para significar una presencia que sigue siendo problemática en la Canarias de hoy. Refiriéndose a esta metáfora, Daniel Barreto dice que los aborígenes, o sus espectros, están ahí para desafiarnos con su ausencia, para recordarnos “un resto no asimilado”. El otro que somos. Como todo el mundo sabe, menos nosotros.
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