“Si el hígado está sano, no necesita ayuda externa”: lo que debes tener en cuenta sobre las supuestas soluciones 'detox'
En redes sociales encontrarás vídeos con todo tipo de recetas para limpiar o “hacer detox” del hígado. Desde un batido de apio y manzana hasta una infusión de laurel y romero, pasando por aceite de oliva con limón. Después vienen los suplementos de herbolario como el cardo mariano, extracto de alcachofa, diente de león o cola de caballo.
Todo esto nos lleva a pensar en nuestro hígado como el filtro de aire del carburador del coche, lleno de suciedad, grumos y secreciones pegajosas –y en algunas imágenes de redes sociales se presenta así–, pero nada más lejos de la realidad.
“En su gran mayoría es pseudociencia”, afirma la doctora Francis García Iglesias, internista en el centro Creciendo de Madrid sobre esas supuestas recetas para limpiarlo. “El hígado sano no necesita ‘desintoxicarse’. Esa es precisamente su función: es un órgano que dispone de mecanismos fisiológicos muy eficaces para metabolizar y eliminar toxinas. De hecho, el concepto de ‘acumulación de toxinas’, que según la publicidad de estos productos habría que eliminar mediante su uso, no está definido médicamente”.
El hígado sano no necesita ‘desintoxicarse’. Esa es precisamente su función: es un órgano que dispone de mecanismos fisiológicos muy eficaces para metabolizar y eliminar toxinas
El hígado es un laboratorio, no un filtro
El hígado es el gran laboratorio químico del organismo. Recibe buena parte de la sangre que viene del intestino, cargada de nutrientes y también de compuestos potencialmente dañinos, y decide qué hacer con cada uno: qué se almacena, qué se transforma y qué se expulsa.
Una de sus funciones principales es regular los niveles de glucosa en sangre, almacenando azúcar en forma de glucógeno y liberándola cuando hace falta. Además, sintetiza compuestos que necesitamos como colesterol, triglicéridos y las lipoproteínas que transportan estas grasas en la sangre. También fabrica proteínas como la albúmina y factores de coagulación.
¿Cuál es entonces su papel en relación con las toxinas? El hígado no retiene toxinas, sino que las transforma en compuestos inofensivos que luego se eliminan por orina o por la bilis. “El hígado es un órgano increíblemente eficiente que ya cumple la función de detoxificación de forma natural. Si está sano, no necesita ayuda externa”, afirma el endocrinólogo Joaquín Puerma Ruiz.
Un ejemplo claro es el alcohol, que es tóxico. Cuando bebemos alcohol, pasa del intestino a la sangre, llega al hígado y allí se descompone en diferentes etapas hasta quedar transformado en CO₂ y agua, que se eliminan. También se encarga de metabolizar muchos fármacos y compuestos de nuestra dieta, convirtiéndolos en otros más útiles para el organismo y, como hemos visto, neutralizar las toxinas que nos puedan llegar. Pero todo esto es un proceso dinámico, como una cinta transportadora. No es un almacén.
Precisamente, cuando el hígado enferma es porque esta cinta transportadora no da abasto o se atasca.
Por qué sufre el hígado
Cuando enferma, lo hace de varias maneras que hoy se conocen bastante bien. Entre las afecciones más frecuentes están la enfermedad hepática grasa no alcohólica (NAFLD), la cirrosis de distintas causas y las hepatitis virales crónicas.
La NAFLD, cada vez más común en países con altos índices de obesidad, consiste en la acumulación de grasa en las células del hígado. Se hace la distinción porque este trastorno está asociado normalmente al consumo de alcohol, pero en ausencia de alcohol lo puede causar el síndrome metabólico: exceso de peso, resistencia a la insulina, hipertensión y triglicéridos altos. En definitiva, demasiada grasa para que el hígado la pueda procesar. Esta grasa produce inflamación y fibrosis progresiva, y en el peor de los casos acaba en cirrosis y cáncer hepático. Afortunadamente, el hígado se puede recuperar, y el tratamiento es tan sencillo como una dieta saludable y ejercicio regular.
Los grandes enemigos del hígado no son las toxinas ‘mágicas’ de Internet, sino cosas mucho más comunes
“Los grandes enemigos del hígado no son las toxinas ‘mágicas’ de Internet, sino cosas mucho más comunes: el alcohol en exceso, una dieta rica en ultraprocesados, el sobrepeso, el sedentarismo y el uso de medicamentos o suplementos sin prescripción”, aclara el doctor Puerma.
Cuando hay problemas, por ejemplo, por tóxicos muy persistentes, dosis masivas de tóxicos (como una borrachera) o enfermedades genéticas, el daño se produce por saturación o fallo de los procesos de metabolización en el hígado, no porque de repente se haya convertido en un depósito de venenos.
La idea de que el cuerpo, y en particular el hígado, se ensucia y necesita 'limpieza' periódica no es nueva. Desde hace siglos, distintas tradiciones médicas han propuesto sangrías, purgas, infusiones o ayunos como forma de eliminar 'humores' o toxinas, mucho antes de que se entendiera la bioquímica del hígado. En la actualidad, a pesar de la evidencia, el mercado de los zumos, tés, suplementos y programas de 'detox hepático' crece sin parar.
Por qué los suplementos no funcionan
Pero entonces, ¿no es posible 'ayudar' al hígado a hacer su trabajo mejor? “El mejor cuidado del hígado en personas sanas es no sobrecargarlo”, explica la doctora García. “No existe evidencia científica sólida que respalde el hecho de que ninguna infusión, batido o suplemento ‘detox’, mejoren sus procesos en personas sanas”.
Los llamados “planes detox” suelen producir una sensación subjetiva de mejora porque se basan en la restricción calórica, es decir, pasar hambre, tomar más frutas y verduras y menos ultraprocesados, junto con diuréticos suaves que aumentan la orina o laxantes que aceleran el tránsito intestinal. Lo que se pierde sobre todo es agua y, a veces, algo de peso, pero no existe evidencia de que se eliminen depósitos misteriosos de toxinas del hígado.
Al contrario, algunos de estos productos pueden ser perjudiciales. “Algunos suplementos herbales pueden ser hepatotóxicos y causar daño hepático, incluso insuficiencia hepática”, advierte la doctora García. “El hecho de que un producto sea ‘natural’ no lo hace seguro”, concluye. Por su parte, Puerma corrobora que “se han documentado casos de hepatitis aguda y daño hepático por su uso, sobre todo cuando se toman sin control médico. Así lo advierte también la Asociación Americana para el Estudio de las Enfermedades Hepáticas”.
El doctor Puerma advierte que se deben evitar generalizaciones en el otro sentido: “¿Significa eso que todos los suplementos son malos? No, pero su uso debe ser puntual, con una indicación médica clara y sabiendo exactamente qué se está tomando. En salud hepática, como en casi todo, más no es mejor”.
“No existe un botón para que el hígado funcione ‘mejor’, pero sí muchas formas de evitar que se deteriore”, afirma el doctor Puerma. La buena noticia es que en muchas enfermedades hepáticas el hígado tiene una gran capacidad de regeneración si se actúa a tiempo.
Según la doctora García, las medidas más importantes para que nuestro hígado pueda hacer bien su trabajo son:
- Evitar o reducir al mínimo el alcohol. Es la medida más eficaz y con mayor impacto.
- Dieta equilibrada, con evidencia a favor de la dieta mediterránea.
- Actividad física regular, tanto el ejercicio aeróbico como el de fuerza, incluso sin gran pérdida de peso.
- Prevención de infecciones, vacunación frente a hepatitis A y B cuando esté indicada y control de factores de riesgo.
- Mantener un peso saludable.
“El hígado no necesita productos especiales, sino hábitos saludables mantenidos en el tiempo”, aclara la doctora García. “Lo que lo daña y lo protege está bien identificado y respaldado por décadas de investigación. La idea de ‘mejorar’ un órgano que ya funciona correctamente pertenece más al ámbito del marketing que al de la medicina”, concluye.
La relación con nuestro hígado, en definitiva, solo es tóxica si nosotros nos interponemos en su buen funcionamiento. El hígado no necesita que lo limpien, necesita que le dejen hacer su trabajo con menos obstáculos.
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