Plaguicidas ecológicos combaten el picudo negro en las plataneras canarias
Atraer a insectos que dañan los cultivos usando de cebo sustancias químicas o feronomas que ellos mismos liberan a modo de llamada a sus congéneres para capturarlos y eliminarlos, se ha convertido en una nueva forma de luchar contra las plagas en medio del auge de la agricultura ecológica.
La apuesta cada vez más decidida por aplicar métodos ecológicos en la agricultura ha permitido que revivan plagas que se creían erradicadas hace décadas y que ahora afloran de nuevo al reducirse el uso de los pesticidas que en otras épocas las mantenían a raya, obligando a buscar fórmulas imaginativas para hacerles frente. Algo que, por ejemplo, se está haciendo en las plantaciones plataneras de Canarias para luchar contra el llamado picudo negro que las amenaza.
Este pequeño insecto puede acabar con árboles enteros, al anidar en ellos agujereando sus troncos y destruyendo sus raíces hasta hacerlos caer por su propio peso. El picudo reduce hasta en un 40% la productividad de las explotaciones plataneras, donde ha vuelto a aparecer desde los años noventa en terrenos de La Palma, Tenerife y Gran Canaria.
Autoridades y expertos de las tres islas comparten sus esfuerzos para combatirlo, según se ha puesto de manifiesto este miércoles en la presentación en una finca del municipio grancanario de Gáldar afectada por esa plaga de un proyecto que su Cabildo insular ha puesto en marcha este año con la intención de ponerle coto y neutralizar sus perjuicios.
Pérdidos de 20.000 kilos en una finca
Solo en esa finca de la zona de Sardina, donde se concentra la mayoría de la plaga del picudo negro detectada en la isla, la acción de ese pequeño insecto ha provocado pérdidas de 20.000 kilos de plátanos en un único año, conforme a los cálculos de su propietario, el agricultor Vicente Montesdeoca.
“Lo importante es que hay que combatirlo, porque yo mismo lo tengo ya medio eliminado”, ha relatado a los periodistas Montesdeoca, mientras mostraba los destrozos provocados en las raíces de las plataneras y los dañinos túneles horadados en los troncos de varias de ellas por el insecto. Todo ello, exhibiendo al tiempo en su mano media docena de ejemplares ya muertos de picudo negro, cuya apariencia contrasta con las dimensiones de los estragos que pueden llegar a causar, al tratarse de una especie de escarabajos de apenas dos centímetros de longitud y de aspecto inofensivo.
Su huella puede ser fatal, no obstante, si no se le hace frente a tiempo, como se demostró en la propia Gran Canaria hace ya más de medio siglo, cuando la plaga se extendió por los cultivos plataneros y obligó en 1945 a destruir numerosas plantaciones quemándolas por completo como única solución factible entonces para erradicarla, ha rememorado el consejero de Agricultura insular, Francisco Santana.
Experiencia palmera
Javier González, técnico especializado en la lucha contra ese insecto que ha sido contratado para ayudar a atajarlo en la isla después de que lo haya hecho ya antes en La Palma durante años, ha explicado que, a partir de aquel momento y por varias décadas, el picudo “dejó de ser un problema debido a que se usaban venenos muy fuertes” que impedían su expansión.
Ese tipo de pesticidas, “afortunadamente, se han dejado de utilizar”, permitiendo así que se obtengan frutas más saludables para el consumidor, aunque sin poder evitar que ello haya tenido un efecto indeseado: posibilitar el rebrote de algunas plagas. Problema este que, en todo caso, consideran que tiene solución tanto Montesdeoca como González y Santana, quien ha recalcado que, por ello, el Cabildo de Gran Canaria, para resolverlo, ha asignado este año una partida de 6.000 euros a comprar productos químicos, entre los que aún hay algunos pesticidas, pero menos agresivos y que se aplican solo a plantas cuyos frutos se han recogido ya.
De ese modo, la corporación confía en poder neutralizar los efectos de una plaga que en Gran Canaria se volvió a detectar hace unos dos años, con un radio de afección que se extiende por unas 60 hectáreas de 75 fincas mayoritariamente ubicadas en la zona de Sardina de Gáldar y también, en algún caso, en el vecino municipio de Guía.