Merced a todo ello, y a las experiencias acumuladas tras una década cubriendo y organizando eventos en este país, puedo decir que Finlandia no está a salvo de los excesos que, por ejemplo, son moneda de cambio en un país como España, cuando se habla de estos temas.
Es cierto que el concepto de voluntariado que se estila en este país nórdico difiere, por lo menos en buena parte de su soporte argumental, del que esgrimen las empresas, organismos públicos y asociaciones sociales hispanas. En el caso de todos los anteriormente citados, el voluntario suele ser el basurero/ recadero/ mulo de carga y/o elemento que “lo mismo sirve para un roto que un para un descosido”, pero en un sentido que a muchos se les debiera caer la cara de purita vergüenza, como diría el gran Mario Moreno. Raramente se concibe el trabajo voluntario como un primer escalón para que, quien se encuentra en dicha tesitura, aprenda los rudimentos de un trabajo. A lo más que se llega es a tener que soportar una charla “lúdico-festiva”, carente de cualquier valor didáctico, la cual suele enmascarar los posteriores abusos a los que el voluntario/a se verá luego sometido.
En Finlandia, al igual que sucede en otros países nórdicos, germánicos y francófonos, las cosas suelen discurrir por derroteros bien distintos y a los voluntarios se les suele tratar con bastante más respeto y consideración, además de buscar nexos de unión válidos para con el mercado laboral contemporáneo, porque, de eso se trata; es decir, de enseñar y formar, NO de abusar.
Otra cosa muy distinta es que el sistema se pueda adulterar y, como he podido comprobar, prostituir por parte de quienes buscan el beneficio propio, a costa del trabajo ajeno. Además, tampoco se puede, ni se debe descargar en los voluntarios tareas que necesitan de una experiencia que dichos voluntarios todavía no han adquirido. Escudarse en que el presupuesto y los modos del lugar no llegan y/o no justifican el pagar a uno o varios profesionales es una pobre, muy pobre excusa, diría yo, la cual no enmascara la falta de profesionalidad y gusto por la chapuza de quienes organizan dichos eventos.
No obstante, hay quienes llegan un paso más allá y articulan sus propuestas sobre un entramado de voluntarios, colaboraciones, cesiones desinteresadas de material y/o de trabajos y, luego, una vez que logran orquestarlo todo, se dedican a cobrar la entrada y a disfrutar de los beneficios sin tener en cuenta a quienes les han ayudado a lograrlo. Estos espantajos, por no decirles, directamente, parásitos, olvidan que una cosa es el trabajo voluntario y desinteresado en un evento de carácter socio-cultural, pensado como un bien para toda una sociedad, y otra cosa, bien distinta, es aprovecharse del trabajo ajeno en beneficio propio y, encima, justificarlo todo amparándose en los modos y las maneras del lugar cuando se trata de una propuesta privada y con ánimo de lucro.
Con su comportamiento, están cayendo en los mismos usos y abusos que han terminado con buena parte de las propuestas socio-culturales en España y que, de seguir como van, acabarán con otras tantas en países como Finlandia, mucho más impermeable y crítica con este tipo de actitudes.
Lo peor de todo es que elementos de esta calaña siempre terminan dando con personas llenas de entusiasmo que sólo quieren hacer cosas, aprender y formarse y que, luego, se encuentran con los excesos, los abusos y la mala praxis de quienes anteponen su beneficio personal a cualquier otra consideración. Quizás, engendros como éstos olvidaron que la esclavitud se abolió hace siglos, pero, ya se sabe, como muy bien se empeña siempre en recordarnos ese gran filósofo que es Mortadelo: “la carne es débil y la cara, durísima”.
Todo esto no significa que no haya eventos y organizaciones a sus espaldas que se merezcan todo el respeto profesional -y que hacen gala de los mejores modos y maneras- pero, entre medias, los hay dignos de figurar en cualquier feria de los horrores y a poco que uno se para a pensar, el oro del envoltorio se transforma en latón de pésima calidad.
Por todo ello, si viven en este país y/o acaban de llegar, sopesen muy bien el apuntarse y trabajar de voluntarios en cualquier evento que se les presente, no vaya a ser que, al final, terminen muy cansados, decepcionados y con la impresión de que han malgastado su tiempo y su esfuerzo para beneficiar a un reducido grupo de personas a las que solamente les interesa, y les ha interesado desde el principio, -a pesar de su palabrería hueca y baladí- su propio beneficio.
© Eduardo Serradilla Sanchis, 2018