Un Niño Jesús 'emblemático'
Esta pequeña representación del Niño Jesús es una talla de madera policromada que data del siglo XVIII, una joya que forma parte del patrimonio de arte sacro de La Gomera. Considerada una de las imágenes del Niño Jesús más antigua de la isla y de las mejores conservadas, se debe en gran parte también a la poca existencia de imágenes de este tipo tan antiguas.
La figura fue adquirida por la familia Ossorio de Arguamul (término municipal de Vallehermoso) y actualmente se localiza dentro de la colección privada de Juan Hernando Ramos Ossorio en Alojera (Vallehermoso) descendiente de los propietarios originarios. Después de su restauración en el año 2006, sólo se ha expuesto en dos ocasiones. La primera fue en una obra teatral sobre el nacimiento de Jesús en el CEIP Áurea Miranda González de Agulo, en el año 2012; y la segunda hace escasas semanas en el CEO Nereida Díaz Abreu, dentro de la colección de “Belenes del Mundo”. En ambas ocasiones causó admiración a su público, debido a su importante valor histórico.
La imagen, como otras similares, fue utilizada para la costumbre familiar de hacer un pequeño altar en el comedor y engalanarlo con flores y frutas de la época navideña, mayormente naranjas y limones, y cintas de telas de diferentes colores desde la Nochebuena hasta el día de Reyes. Los familiares hacían peticiones diarias por los que estaban ausentes. Primero en Cuba y luego en Venezuela, en las guerras o en el servicio militar y por último en el sur de Tenerife. Convirtiéndose el emblemático Niño Jesús en un depositario de la fe de las familias a las que la emigración dividió y alejó, una triste tradición en nuestras islas. No obstante, con el paso de los años el altar también se dedicó para realizar oraciones por los difuntos, los presentes o incluso or las enfermedades de los animales y las cosechas venideras. Pero no todo eran deseos o peticiones, también se realizaban frente al altar las plegarias de acción de gracias por los favores alcanzados a lo largo del año que terminaba, encendiéndose velas de cera de abejas o mechas de algodón mojado en aceite mezclado con agua por cada petición o favor realizado.
En el siglo XVIII, en las iglesias y los palacios, se colocaba el Misterio o Belén completo e incluso con los Reyes Magos y pastores. La tradicional imagen usada hasta entonces pasó a ser sustituida por una inmensidad de figuritas decorativas que progresivamente fueron haciendo más y más grande a la representación del nacimiento hasta el día de hoy. Las personas menos adineradas sólo colocaban el Niño Jesús ya que el coste de hacer piezas talladas en madera era muy elevado para las familias más humildes, las cuales sin quererlo se convirtieron en “ortodoxas de la tradición histórica del nacimiento”.