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Familia, hoy y siempre

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Corren tiempos difíciles para la humanidad, pues este año 2020 que se va, ha sido marcado por la aparición de una enfermedad. Una enfermedad extraña, llamada Covid-19, que nos ha dejado ya más de 1,5 millones de muertes en el mundo, a través de una pandemia que marcará un antes y un después en la historia de la humanidad, y que estudiarán generaciones futuras en los libros de historia.

Todo esto ha supuesto una caída económica global que ha afectado a la gran mayoría de los países y sus habitantes, muchos de ellos pasando penurias al verse obligados a cerrar sus negocios, o perder sus empleos. Una situación que trae dolor, tristeza, mucha inseguridad y una inestabilidad mental que, en muchos hogares, está pasando una factura enorme.

Tras todo este caos mundial llegan unas navidades diferentes, unas navidades difíciles para muchos, unas celebraciones que nos dejan un sabor agridulce. Después de una pandemia que ha provocado que, para muchos, esta se haya convertido en una época triste, siendo muchas las familias que dejarán una silla sin ocupar a lo largo de estas festividades, estas navidades nos hacen reflexionar, y mucho.

Todos estos problemas se presentan en una época mágica, la navidad. Son momentos en los que nos juntamos con la familia, quizás la palabra clave (familia) para resolver una gran parte de problemas en nuestras vidas, desde que nacemos. Y es que, en familia somos reales, cometemos errores, pedimos perdón, nos peleamos, damos oportunidades, hacemos ruido, tenemos paciencia y nos queremos. Pero no importa cuál sea el problema, que ellos siempre van a estar para sufrirlo con nosotros y buscar una solución eficaz para nosotros.

Es aquí cuando nos damos cuenta de que la familia puede convertirse perfectamente en un hogar, un rincón inmenso al que siempre se puede acudir, estemos pasando un gran momento, o estemos pasando el peor momento de nuestra vida, la familia es el refugio del que nunca deberíamos desprendernos.

Familia, hoy y siempre, porque familia es el pañuelo que seca nuestras lágrimas y acaricia nuestras almas. Esas manos que nos arropan, ese olor a infancia y a madurez, a crecimiento, a caídas, a aprendizaje, pero sobre todo a superación, una superación en equipo.

Acostumbramos a celebrar estas fechas de navidad rodeados de nuestros seres queridos, y brindamos por nuestros logros, por los objetivos que se vienen el siguiente año, por las personas que ya no están con nosotros o por otros tantos motivos que nos causan alguna sensación profunda en nuestro ser, y eso está muy bien. Pero, quizás deberíamos brindar mas frecuentemente por el simple hecho de estar vivos, y encima estar vivos al lado de las personas que queremos.

Cuando un virus que se lleva por delante tantas personas nos golpea de esta manera, nos hace reflexionar mucho, pues nos puede provocar una sensación de privilegio el simple hecho de respirar, de estar con quienes amamos.

Estos problemas, en tantos hogares, generados por el coronavirus, además de con cabeza y haciendo las cosas bien, se convertirán en problemas menores si cuidamos a quien nos cuida, si queremos a quien nos quiere, si permanecemos unidos y fuertes en familia.

La familia es y será el mayor pilar de nuestras vidas, y aunque sea bonito brindar y agradecer a tus seres queridos en navidad, no necesitamos de unas fechas marcadas en el calendario para querer y agradecer, pues precisamente, es en los momentos más feos de nuestras vidas cuando ellos aparecen, para rescatarnos, y vaya, solemos olvidarnos de brindar y agradecer en esos momentos.

Y es que, la familia es un grupo de personas que han decidido vivir juntas, pero no por un momento o periodo, sino durante toda la vida, puede que se separen por el camino y estén lejos, pero siempre vivirán en el alma conectados.

Y ahora, que todo está tan mal ahí afuera, lo último que siempre queda es la familia, ante cualquier adversidad, y esta no iba a ser menos. Porque la familia, hoy y siempre.

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