Gracias por la señal, pero falta otra
Hace unos meses escribí en estas mismas páginas para alertar de un problema que ponía en riesgo la seguridad de muchos vecinos cuando salían a dar un paseo: los vehículos que circulaban por el carril bici-peatón de la LP-2, en la zona de Las Manchas.
Lo advertí con claridad: “No esperen a que haya un atropello para actuar”.
Hoy puedo decir que, al menos en parte, alguien nos escuchó.
Hace ya unos días se ha colocado una nueva señal en la zona de acceso al carril bici-peatón de Las Manchas. Esta señal prohíbe de manera explícita el acceso de vehículos a esa zona.
Y eso, aunque parezca un pequeño gesto, es una gran victoria para todos los vecinos que trabajamos para ayudar a mejorar todos nuestros barrios. Así que, lo que toca a continuación, es simplemente dar las gracias.
Gracias por actuar, gracias por poner una medida que era necesaria y que evitará, sin duda, un accidente más que probable.
Pero —porque siempre hay un “pero”— todavía falta algo. Otra señal.
Una señal que no es para proteger la integridad física de los vecinos, sino para proteger algo igual de importante: la integridad de nuestra historia.
Me refiero a la señal que, incomprensiblemente, rebautizó el barrio de San Nicolás como Las Manchas.
Un error histórico y toponímico de gravedad que no es un simple cambio de chapa, sino un atropello a más de tres siglos de identidad y a nuestro patrimonio histórico insular.
San Nicolás no es un invento ni un apodo pasajero. Es el nombre que aparece en documentos desde 1696, cuando don Nicolás Massieu Van Dalle y Ratz ordenó la construcción de la ermita dedicada a San Nicolás de Bari en esta zona de su hacienda de Las Manchas. Quizá de ahí, del nombre de la hacienda, venga esta confusión… ¡pero ese error urge corregirlo!
Desde entonces, generaciones enteras han llamado San Nicolás a este rincón de nuestra isla. Nuestros padres, abuelos y bisabuelos lo llamaron así, y nosotros queremos llamarlo así también. ¿Vamos a permitir que los borren también a ellos?
Lo decía en un artículo anterior y lo repito hoy: “borrar un nombre es borrar la historia”.
Y la historia no se debe borrar. Incluso el artículo 46 de la Constitución obliga a las administraciones a conservar y proteger el patrimonio histórico y cultural.
¿Y qué es un topónimo ancestral, sino parte viva de ese patrimonio histórico y cultural?
Por eso, después de agradecer la señal que posiblemente evitará accidentes, vuelvo a insistir: devuelvan el nombre histórico y patrimonial a “San Nicolás”.
Porque la identidad de un pueblo no se cambia con señales. Se defiende con memoria.
Seguimos esperando. Aunque sabemos que, posiblemente, en este 2025 las fiestas en honor a San Nicolás de Bari no se celebrarán —otra vez— con el nombre correcto.
Y también sabemos que no debería ser así. Y que todavía estamos a tiempo de corregirlo.
Pero siento que las cosas de palacio, en esta isla, a veces van demasiado despacio.
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