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Los jóvenes en Chiapas

Andrés Expósito

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La herencia social, las costumbres encorsetadas traídas del añejo y perdido ayer a este vivo y fulgurante presente, al significado y realidad de ahora, proporcionan desastrosos y deplorables casos, trazos y bocetos de desorden y desarreglo, de inmundicia y error, de que las cosas se equivocan en algún registro puntual de la línea del tiempo, o que por lo menos, en ningún instante fue reparada, mejorada la conducta, la actitud, la herencia que se iba a dejar. En México, en Chiapas, los adolescentes transitan y abordan su vida, en una programación heredada e impuesta, una idea preconcebida, subliminal: ellos solo sirven para sustentar a una familia, y ellas únicamente pueden ser madres.

Imagina un antro subterráneo, -nos dice Platón en el mito de la caverna- que tenga en toda su longitud una abertura que dé libre paso a la luz, y en esta caverna hombres encadenados desde la infancia, de suerte que no puedan mudar de lugar ni volver la cabeza a causa de las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solamente ver los objetos que tienen enfrente”.

Esa visión de los protagonistas del antro subterráneo y onírico de Platón, palidece y estremece en idéntica tesitura que el paisaje confeccionado y vallado de los jóvenes en Chiapas, abanderado y enarbolada como exclusiva verdad y único trayecto, y realidad sepulcral. Para eso llegaron, para eso están aquí, para eso sus vidas. Es lo que han visto, es lo que les han susurrado y esbozado desde siempre, nada más brotaron y emergieron del vientre de sus madres: ellos solo sirven para sustentar a una familia, y ellas únicamente pueden ser madres. ¡Entonces!¿Cómo darles a conocer otras posibilidades? ¿cómo hacerles llegar otros conceptos, otras ideas? ¿cómo embarcarse en otros senderos si aprendieron que no hay nada más allá del camino que los rodea y embarga? Nada. No hay nada más. Es lo enseñado, es con la realidad y el precepto con que han vivido. Ellos nacieron y llegaron para sustentar a una familia, ellas solo pueden tener hijos y cuidarlos.

Los ensortijados e indecisos caminos bifurcan en otros indecisos y ensortijados caminos, nos llevan y nos traen, erramos y acertamos, caemos y volvemos a levantarnos. De eso trata todo. Los innumerables y variados paisajes que nos rodean y vigilan, no pueden, en ningún caso, quedar atribuidos como excelsa y excepcional verdad. Emergen continuamente y sin previo aviso, ni atisbo de que ello sea así, otros incontables e improvisados paisajes, algunos más allá del ansiado e inalcanzable horizonte, otras dos calles más debajo de donde se establece el nimio y concurrido mundo en el que residimos y vagamos, en esas rutinas repetidas y tiránicas que nos traen y nos llevan. El único paisaje de los jóvenes en Chiapas viene encorsetado, vallado, marcado y arraigado, los mantiene heridos y encarcelados. La educación atropella y estafa, si el argumento y la información dada tiranizan el camino, en lugar de expandir y posibilitar la probabilidad.

Ellos solo sirven para sustentar a una familia, ellas solo pueden tener hijos y criarlos.

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