La realidad nos afecta a todos

Miriam G. A.

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La situación que azota la isla de La Palma desde hace ya siete semanas está generando una oleada masiva de información desde diversos medios y canales. La erupción volcánica ha generado una respuesta continua de especialistas y habitantes que relatan lo que está ocurriendo en nuestro entorno. Pero el exceso de información, a veces, nos hace crear debates infantiles que anteponen la veracidad de los hechos a la publicidad mediática. Lanzando noticias que, más que informar, construyen una serie de pensamientos que generan resentimiento entre personas de una misma isla, y que nos distancian en un momento, en el que más que nunca, deberíamos estar unidos.

Nunca existen dos únicas realidades de vivir y convivir con una desgracia, porque el 2 es un número mínimo si pretendemos englobar a toda una población. Por tanto, deberíamos hablar de múltiples respuestas, de diversas maneras que corresponden a las distintas caras y no caer en el absurdo de las fronteras imaginarias. Porque dibujar una barrera invisible entre el este y el oeste, o entre el norte y el sur, solo nos servirá para crear división entre una población que, de una forma u otra, de un lado u otro, están intentando sobrellevar, como pueden, la situación generada tras la erupción volcánica.

Y al igual que no existe una estricta dualidad entre realidades, la empatía tampoco debería ser unidireccional sino bidireccional. Deberíamos entender que cada persona está lidiando con la situación de la mejor manera posible, y que la población que está “del otro lado del volcán” no es enemiga de aquella cercana a este, sino todo lo contrario, son el apoyo humano que se necesita. Son parte del cuerpo de voluntariado, parte de los miembros de seguridad, parte de la familia y amigos que acogen, son, simplemente, parte de la isla y de todo lo que está pasando.

No podemos construir e inventarnos realidades independientes, porque sería del todo erróneo y encima, haría más daño. Lo queramos o no, lo que ocurre en un lado de la isla, en un municipio o, incluso, en un barrio, terminará afectando a la isla entera. Porque nuestra vida siempre estará conectada, en mayor o menor medida, a la vida de nuestro vecino o amigo, familiar o compañero de trabajo… Porque nuestra isla, no deja de ser un territorio compartido que funciona como una gran cadena humana en la que cada persona se vuelve engranaje y, si una falla, la cadena se rompe.

La economía, tristemente, no puede ser paralizada, no puede mantenerse estancada en todos los municipios de la isla esperando que el volcán cese su rabia, no puede cerrar los ojos y decirle al resto de la población que no adorne sus calles, o que no salga a tomarse unas cervezas. Porque entonces, el motor que hace funcionar nuestra cadena humana, empezará a perder aceite. Los bares y restaurantes tendrán que cerrar sus puertas por falta de clientela, las tiendas seguirán el mismo rumbo de cierre, las calles vivirán el silencio de sus transeúntes y entonces, con mitad de la población sin trabajo y sin recursos, gritaremos en vano el nombre de la economía y veremos que, nosotros mismos, la hemos hundido.

Esto no significa que debamos pasar por alto la terrible situación que se está viviendo, sobre todo, en los municipios de El Paso, Los Llanos de Aridane y la Villa y Puerto de Tazacorte, pero tampoco, debemos pasar por alto que el resto de municipios también se ven afectados. Deberíamos pensar en aquellos que lo están pasando mal, pero eso no significa que debamos olvidarnos del resto. Así que dejemos de hablar de independencia, porque todas las personas dependemos de otras y, además, estamos, igualmente, pendientes. Porque la zona oeste, necesitará de la zona este, igual que en otra circunstancia o situación, pasará a la inversa. Porque la realidad tras la erupción volcánica no divide a la isla en dos, no discrimina a nadie, nos afecta a todos.

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