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Sueño que se sueña juntos se convierte en realidad

Susana Pérez Santos

Soy mujer, con una discapacidad física, que por suerte y con esfuerzo he tenido la posibilidad de desarrollarme profesionalmente y llevar la vida lo más normalizada que, dentro de mi situación, he podido.

He alcanzado mis objetivos porque, ante todo, los he soñado. Soñado con la mayor nitidez posible para no perderme gastando mis energías en construir castillos en el aire.

No soy persona de crítica fácil ni destructiva, al contrario, prefiero construir. Porque construyendo podemos ganar todos, crecer en igualdad de oportunidades, avanzar hacia una vida más satisfactoria.

Vivir con una discapacidad física significa estar reinventándose continuamente, adaptándose a lo que el día a día va presentando en tu camino, tener bien desarrollados para trabajar simultáneamente el “qué quiero” y el “cómo”. Porque no sólo te planteas el quiero irme a estudiar, a la vez tienes que tener presente dónde te quedarías, qué condiciones ha de reunir, cómo te trasladarías a la facultad de la forma más autónoma posible, etc. No sólo piensas quiero viajar, además tienes que valorar bien al sitio al que te gustaría ir, cuántas facilidades habrá en materia de accesibilidad, los medios de transporte que vas a usar, que características tendrá donde te vayas a hospedar, etc. No sólo piensas quiero independizarme, a la vez tienes que tener presente los recursos que necesitas para tener la mayor autonomía posible y el dinero necesario para ellos, las condiciones que tendría que tener tu vivienda, etc.

Y con esto me refiero al esfuerzo añadido que hay que sumar a la cotidianeidad. Esfuerzo que a veces agota, pero sobre todo, que entristece, porque te das cuenta que la vida puede ser más fácil, pero no lo es por falta de amplitud de miras, de ponerse en la piel de, de tomar consciencia.

Quiero visibilizar, poner sobre la mesa, porque creo que es una manera de fomentar la empatía, despertar el espíritu crítico, posibilitar el allanamiento del camino para permitir a todos caminar al mismo ritmo.

Vivo en una isla pequeña. Para una persona con discapacidad física esto puede tener sus inconvenientes y sus ventajas. Puede que recursos más limitados, pero una mayor posibilidad de cercanía y redes sociales que facilitan la búsqueda de soluciones del día a día.

Un ejemplo de los recursos limitados que hacen que crezca el esfuerzo es el transporte público. Trabajo en el sur de la isla, y por suerte he tenido la posibilidad de encontrar una forma de desplazamiento alternativa, por suerte y con esfuerzo. Porque no existe un servicio de transporte público totalmente adaptado, porque la alternativa sería usar el servicio de taxi, que sí los hay accesibles para personas con movilidad reducida pero no económicamente, pues el costo es muy elevado.

Me gustaría soñar con una isla donde sea fácil vivir, donde las posibilidades de establecer relaciones humanas de calidad permitieran que todas las personas tuvieran las mismas oportunidades para tener una vida autónoma, sin esfuerzos excesivos. Porque ¿quién ha dicho que la vida sea fácil? No es sencilla para nadie, pero no añadamos piedras en el camino cuando puede ser un poco más llano.

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