‘Una vida, tres volcanes’

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Nos gustaría poder darles un texto que resulte lo más cercano y amoroso posible a las personas de la sala. Nos agradaría poder transmitirles con nuestras palabras lo importante que son las experiencias que han vivido a lo largo de sus vidas para comprender el sentimiento de identidad y el legado cultural de Canarias, además de para sus propias personas.

Sabemos que no consuela, pero esperamos que nuestras palabras acompañen y contribuyan a valorar la experiencia -no la de de vivir los temblores, estremecimientos, gases, cenizas y lava-, que también, sino el testimonio, lo vivido, la memoria colectiva, las realidades que coexisten y que se derivan de los tres procesos eruptivos cercanos en el tiempo que han tenido ocasión de coexistir con sus vidas, especialmente de quienes habitaban o lo siguen haciendo en territorios próximos a las salidas de emisiones volcánicas. Por la magnitud que alcanza la última erupción, que se suma a las dos anteriores, es una situación que sobrevive en el tiempo y permanece en la memoria para siempre. 

Sabemos que las experiencias vividas en cada uno de los episodios eruptivos han sido extremadamente diferentes entre sí, dado el grado de ocupación humana que se ha secuenciado en cada uno de ellos. Por ello, la erupción de Tajogaite es la que resulta más catastrófica de todas, porque ha repercutido en una mayor cantidad de vidas personales y colectivas de la vecindad de El Paso, Los Llanos de Aridane y Tazacorte. Les ha fracturado la vida con la misma fuerza que ha roto y devastado el territorio. En este hecho también reside el valor de lo vivido por ustedes, en la experiencia que nos transmiten para nuestro aprendizaje.

La situación experimentada forma parte de la memoria de la isla y recoger sus relatos es una forma de aprender de lo vivido, de transmitir cómo se afrontó y cómo se sigue afrontando esta fase volcánica, que irrumpe la totalidad de las realidades físicas y tangibles: tierra, cielo, mar -y todo lo existente en ellas-, como en el aspecto inmaterial: memoria, vivencia, experiencia, miedos, temores, creencias y un sinfín de contenidos más. Las catástrofes naturales -y especialmente las dilatadas en el tiempo- son tan potentes que pasan a ser una experiencia vital que afecta a nuestro sentimiento de identidad, se incorporan a nuestra memoria de tal manera que ya no lo podemos olvidar y con frecuencia las revivimos. 

Tampoco la población de Lanzarote ha podido olvidar los seis años de erupciones continuadas de los volcanes de Chimanfaya, que también denominamos Montañas del Fuego, dada su ferocidad explosiva. Y las erupciones de Tao Tinguatíon, más cercanas en el tiempo y que todavía recogemos relatos de la oralidad cuando las mujeres de una familia conocida nuestra corrieron a socorrerse con los platos de comer en las manos con el fin de salvarlos de los temblores. Y corrieron tapadas con pañoletas, pero no sabían dónde meterse. O los testimonios escritos del cura de Yaiza, Andrés Curbelo, que narra “cuando el primero de septiembre entre las nueve y las diez de la noche se abrió la tierra y una enorme montaña se elevó de su seno”. 

La capacidad resiliente es una buena opción, así como entender nuestra fragilidad frente a terremotos, desbordamientos de barrancos, incendios, tormentas de jable, pues ningún episodio de estas naturaleza es ajena a la realidad canaria, por lo que forman parte de nuestras vivencias y memorias.

Todas las personas rehacemos nuestras vidas varias veces a lo largo de ella y reconstruimos nuestro mundo atendiendo a cómo lo vemos, a cómo lo miramos, a los que nos sucede. Por ello, sin olvidar su contenido trágico de catástrofe podemos valorar aspectos buenos y uno que nos gustaría citar es las casi nulas pérdidas personales directas que se han sucedido por la erupción del Tajogaite, y otro -que a pesar del desamparo, la tristeza, la pena, el desespero, la impaciencia, el dolor, la soledad-, sentimientos que se dilatan en el tiempo y para los que no tenemos consuelo y que nos van a acompañar, es que estamos vivas y podemos permitirnos elegir vivir plantando cara a la tristeza, exigir ayudas -todas las necesarias- o continuar apenadas por algo que no tiene remedio y que ahora es necesario construir, reconstruir, edificar cimentado en lo vivido. Las palabras se pueden cambiar y con ellas la aptitud, pero no hemos de olvidar. Es imprescindible componernos, escucharnos y hablarnos, y para eso es necesario tener memoria de lo pasado y experimentado y ustedes, afortunadamente, la tienen.

Muchas gracias Petra Celestina, Apolo Camacho, Orestes Díaz, Teresa de Jesús, Micaela Fernández, Amada Hernández, Luis García, Joseíto Bienes, Nereida Fernández, Gabriel Hernández, Eulalia Fernández y a Fridolino Brito. Muchas gracias en nombre del Gobierno de Canarias porque ustedes son parte de la memoria del volcán de San Juan, del Teneguía y del Tajogaite, y de ustedes aprendemos.

Igualmente muchas gracias Vicente Zapata, Yapci Bienes, Jorge Herrera y Carlos Valentín por ayudarnos a recomponer las historias.

Reconocemos y agradecemos el trabajo de Miguel Villalba Silva y de Alejandro Rodríguez Pais, sus entrevistas semiestructuradas, observación participante, implicación y por formar parte de esta bella y dura memoria. Gracias.

*Este texto fue leído por la directora general de Patrimonio Cultural, Nona Perera, en el estreno del documental ‘Una vida, tres volcanes’ que se celebró en la Casa de la Cultura de El Paso este jueves

 

(La próxima proyección del documental ‘Una vida, tres volcanes’ realizado por los antropólogos Alejandro Pais y Miguel Villalba, y el cineasta Sergio Guervilla, será este sábado, 21 de enero, a las 20:00 horas, en el Parque Antonio Gómez Felipe de Los Llanos de Aridane dentro del Arrancadilla Cultural)

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