La hermosa vida que amo
Cuatro vuelos para ir a El Hierro, cuatro, desde La Palma, y El Hierro está ahí al lado, en tres de ellos anunciaron turbulencias, por lo visto las turbulencias del suelo están llegando al cielo, vuelos buenos, puntuales, pero en total fueron cuatro aterrizajes y cuatro despegues, buena gente la de El Hierro, pensé que así éramos nosotros antes cuando todo iba más despacio y había tiempo para todo. Nos alojamos en un hermoso balneario a pie de mar en Sabinosa, un confín, una isla de mindfulness, un lugar que todavía se niega a ver el desastre que estamos construyendo entre todos, poniendo cada uno nuestro granito de arena, como si tuviéramos prisa por coger los primeros asientos en el Argameddon. Cuando crucé las terminales de las dos islas mayores tuve la sensación deatravesar por un acelerador de partículas donde todas mis células se reconfiguraban para que el lagarto gigante de Salmor no entrara más en mis sueños y me mirara con esos ojos que me recordaron que soy una molécula insignificante en un océano antiquísimo del que nada sé. Cuando regresé a la isla recordé que aquí, en este otro confín, hay lugares perdidos donde la prisa y la impaciencia aún no han conseguido entrar y que yo necesito visitar cuando la velocidad del mundo me adelanta y necesito recuperar la lentitud con la que me gusta vivir, recuperar la hermosa vida que amo.
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