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Espacio de opinión de La Palma Ahora

“¡Wanted!, la película está bien trabajada”

Miguel Jiménez Amaro

Queridos amigos míos: 

Federico Fellini cuando estuvo en Santa Cruz de La Palma, recordad que pasó una semana de incógnito alojándose en el Hotel Patria (que estaba donde está hoy el Edificio Venezuela, que por cierto no tiene ninguno de los encantos de aquella otra bella construcción, sino más bien todo lo contrario), constató que esta ciudad era como un papel de calco de todos los  personajes que él había creado para el cine, para sus películas. Hasta alguna vez pensó que se sentía viviendo en esta ciudad como inmerso en el celuloide de sus propias creaciones; esta ciudad que tenía tres cines en la época del derribado Hotel Patria: Circo de Marte,  Cine Avenida y  Parque de Recreo, que luego, una vez desaparecidos sin combate, tuvo un Multicines con tres salas, que también se lo tragó la tierra, y que hoy en día, gracias a la tenacidad de Fernando Tena tiene el Cine Chico. Quizás debiéramos de reflexionar un poco en esto de lo que os estoy hablando, de lo que no es enteramente culpable la televisión ni internet: ¿Cómo es que con muchos menos habitantes esta ciudad tuviera tres cines, y llegar a quedarse huérfana total como ocurrió durante años en los que no existió alguno?. Los cines de entonces vivían en perfecta simbiosis con la ciudad. Cada uno tenía diferentes días de estreno. Los cinéfilos iban a los estrenos independientemente de la película que se proyectase. Había la costumbre de ir al cine. Se hacían colas para entrar a las películas. Venía gente de los alrededores de la ciudad, o de los pueblos, en guaguas y camiones, a ver las películas; como venían a alquilar bicicletas a ‘Casa de Don Luis’, y a comprar churros al Muelle o al Puente. Los días de estrenos eran apoteósicos. Las personas de las calles más humildes, como no podían comprarse una entrada, hacían una vaca aportando una perra cada uno para comprarle una entrada al mejor narrador del barrio, como ocurría  con algunos vecinos de la calle del Tanque, que le compraban una entrada a Tomás ‘Papajo’, y lo esperaban a la salida del cine para que les contase la película, que contada por Tomás era mucho mejor película. 

La simbiosis entre el cine y la ciudad llegó a ser tanta que había una facilidad increíble en encontrarles parecido a los actores con la gente de la calle, y viceversa, al actor ponerle el nombre de alguien de la calle. A mí me gustaba ir a los estrenos. Las salidas del cine eran ceremoniosas, como cuando salías de la iglesia. Me llamaba mucho la atención un personaje, no de las películas, sino de los  espectadores, que cuando íbamos saliendo por los pasillos, una vez finalizada  la película, pronunciaba con una voz que retumbaba en las paredes y en los oídos: “La película está bien trabajada”. Este personaje siempre iba a todos los estrenos. Yo creo que ensayaba la frase, su frase, la modelaba, antes de salir de su casa para ir al cine, y conseguía que siempre se escuchase con el mismo timbre y tono de voz. Pese a yo ir cientos de veces a los estrenos, y coincidir con este personaje algo fantasmal, por irreconocible para mí, que parecía sacado del celuloide, nunca supe quién era. Es más, aún me gustaría saber quién fue, aún lo ando buscando. ¡Wanted!: Invito en Las Cosas Buenas de Miguel a tres botellas de Mibal Roble a quien me dé una pista, e invito a seis botellas a quien me lo traiga ¡Vivo, por supuesto! 

A medida que Federico Fellini iba pasando días en nuestra ciudad, no quería salir de ella, le gustaban las calles, la gente, la historia, los edificios. Del Aeropuerto de Buenavista bajó caminando por La Cuesta hasta Santa Cruz de La Palma, le dijo al taxi que le dejara las maletas en el Hotel Patria y le pagó dejándole una propina espléndida. Al regresar hizo lo mismo, se puso de acuerdo con el mismo taxista, Nelson ‘Niño Bueno’, y le dijo que le subiese la maleta y le facturase, que el subiría caminando por La Cuesta, donde hizo las mismas paradas que al bajar. Fellini no quiso salir de Santa Cruz de La Palma para nada, no fue a La Caldera, no fue a Los Tilos, no hubiese ido tampoco al Roque de Los Muchachos si hubiese habido carretera y los Observatorios estuviesen edificados. Sus observaciones estaban dirigidas únicamente a las personas que se iba  encontrando por la calle, que reconocía como a sus personajes, con la misma sensación de que le seguía  pareciendo como si él hubiese escrito con papel calco sobre esta ciudad. Federico llegó en el último vuelo, era aún de día, y hubiese llegado con la claridad del día a la ciudad si no se hubiese parado en Casa de Esteban, en los Cuatro Caminos, quería tomar Mibal Roble, y lo hizo con unas cabrillas, gofio y cebollas; y si luego  no se hubiese detenido en  ‘La Venta de La Estrella’,  donde preguntó si tenían Mibal Roble, y se tomó otra botellita, pero con sardinas saladas. Cuando llegó a la Cajita Blanca se encontró con una peregrinación de machotes  que se dirigía al ‘Campo de Deportes’. Los siguió, como quien acompaña a una procesión que lo llevó hasta ‘La Bella Nativa´. Federico esperó a que ella acabase con aquella larga fila de desesperados y aprendices, y cuando acabó con el último, ella  le preguntó que si a él no le apetecía. Fellini le respondió que lo disculpase, que venía caminando desde el Aeropuerto, que se había tomado dos botellitas de Mibal Roble, y que como no conocía la ciudad, le preguntó si ella lo podría acompañar hasta el Hotel Patria, que la invitaba a cenar. Durante el trayecto le fue hablando de la cantidad de personajes, como ella, que él había creado en el celuloide. Lo que aún no sabía Fellini era que la ciudad estaba sembrada de personajes suyos, lo que le hizo pensar en los días siguientes en si el cine era una invención de la gente, o si la gente una invención del cine; o si lo queremos llevar un poco más lejos, si Dios es una invención de la gente, o si la gente una invención de Dios. 

Abrazos por El Lado del Corazón. Salud y Alegría Interior.

Las Cosas Buenas de Miguel      

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