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Pasar de las 3 R’s a las 10 R's

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El debate de medidas ligadas a la sostenibilidad de la producción y del consumo en todas las economías del mundo lleva aproximadamente 20 años sobre la mesa. La conocida regla de las tres R de la ecología surge como una propuesta de la ONG ambientalista Greenpeace en Japón. Esta idea promueve tres pasos fundamentales para disminuir la producción de residuos y de esta forma contribuir a la conservación del medio ambiente. Reducir, reutilizar y reciclar.

La producción de residuos es una acción inherente al consumo por parte del ser humano. Sin embargo, la industrialización, la producción en masa y las economías de escala han llevado a que los sistemas de producción generen de forma alarmante cantidades inmensas de desechos. La desventaja está en que los productos que se adquieren no siempre están compuestos por materiales biodegradables; y los cuales, de no ser bien gestionados, pueden suponer un problema para la salubridad y protección del entorno y la salud de las personas.

Tanto las políticas medioambientales como la misma cultura de cada empresa y de cada individuo deben tener en cuenta los discursos alarmantes y de concienciación ambientalistas y científicos de los últimos años. El conocido calentamiento global, la contaminación de océanos, la pérdida de biodiversidad, la extinción de muchas especies... todo esto, en gran medida, propiciado por el ser humano y sus actividades productivas de ser dominante es lo que fundamenta el cambio. Esta “secuencia interminable de hechos, aparentemente desencadenados entre sí, acaban por tener consecuencias completamente impredecibles” (National Geographic, 2017). El planeta se ha visto inmerso en un efecto mariposa de producción sin control que ha llevado a la necesidad de crear proyectos de concienciación y de acción ambiental como el de las tres erres nombrado anteriormente.

Sin embargo, se están reinventado estos proyectos. Muchos teóricos ambientalistas han añadido nuevas erres a las comúnmente conocidas (Reducir, Reutilizar y Reciclar). Yo, desde mi limitada conciencia, pero como futura profesional del turismo comprometida con el cuidado de nuestro medio, me gustaría ampliar la perspectiva, apuntando a una regla compuesta por 10 erres.

Mi regla de las 10 R’s complementa a la de las 3R's , con los siguientes nuevos principios: Recoger, Recuperar, Reparar, Redistribuir, Reflexionar, Restaurar, y Rediseñar. Pero, ¿que conlleva cada pequeña acción?

●     Reciclar: Separando los residuos por tipologías y depositándolos en los contenedores adecuados. En la página web de la Fundación Ecoembes (www.ecoembes.com) hay una sección decómo reciclar bien” muy interesante para disipar dudas sobre dónde va cada tipo de residuo y los errores más comunes a la hora de reciclar.  

●     Reducir: Consumir de forma responsable, eligiendo las cantidades necesarias de producto. Ropa que acumulamos, imposible de guardar, que cambiamos con la transformación de las modas; o como anécdota el consumo desorbitado de papel higiénico durante el confinamiento sin guardar la proporción de las cosas. ¿Era tan necesario eso? Es, sin duda, un hito gracioso a la par que extraño para añadir a los anales de 2020.    

●     Reutilizar: La segunda vida de las cosas debe dejar de ser un recurso romántico y debe convertirse en la primera opción a valorar. Darle otro uso al residuo de un producto como por ejemplo los increíbles “taper” que surgen de una tarrina familiar de helado. 

●     Recoger: No tirar nuestros residuos y concienciar al resto de personas. Recogiendo nuestra basura cuando paseamos por la naturaleza o hacemos submarinismo es un comienzo muy importante. Siendo capaces de desterrar la expresión “basuraleza” en que hemos convertido en muchos lugares el medio natural.   

●     Recuperar: “Rescatar” recursos. Un ejemplo es reforestar los principales bosques de madera que han sido talados para la industria.   

●     Reparar: Alargar la vida de un producto. ¿Cambias de coche cada vez que se te estropea? O te sumas al nada ético comportamiento de la industria con la “obsolescencia programada”. Esa industria que solo pensando en cómo consolidar sus beneficios, nos hace la vida imposible teniendo que dedicar nuestra renta (cada vez menor) para reponer por un objeto nuevo.      

●     Redistribuir aquellos bienes que ya no utilizamos o simplemente no son necesarios. La donación, el intercambio y la compraventa de artículos de segunda mano son algunos de los modelos de consumo colaborativo y solidario. Un ejemplo de ello pueden ser los llamados  “bancos del tiempo”, una alternativa económica social en la que se intercambian habilidades entre los miembros sin utilizar dinero, contribuyendo así a un mundo más humano.

●     Reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo y la trascendencia que tienen para el medioambiente y la buena salud del planeta y las personas.    

●     Restaurar: Reconstruir o mejorar un producto ya creado. Un paso puede ser la no creación de un nuevo complejo de apartamentos sino mejorar un edificio ya creado, darle utilidad.      

●     Rediseñar con criterios de sostenibilidad y diseño ecológico. Las empresas deben tener en cuenta esta nueva preocupación por la sostenibilidad en la creación y comercialización de su producto.

A través de una responsabilidad compartida y aplicando de forma efectiva estos principios, cumpliremos otro gran principio como es la economía circular vinculada de una u otra forma a la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Abandonando el modelo lineal de usar y tirar, y apostando por uno circular en el que los residuos sean transformados en recursos, abriremos la puerta a un futuro esperanzador. Porque el respeto por el hoy se traduce en garantía para el mañana (SOGAMA circular).

*Maite Romero Casañas es alumna de 3º Grado en Turismo de la Facultad de Economía, Empresa y Turismo de la Universidad de La Laguna

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