Carmelo León: “La sostenibilidad, el capital social y el bien común son las estrategias de desarrollo de La Palma tras el covid y el volcán”

Carmelo J. León González es catedrático de Economía Aplicada y director de la Cátedra Unesco de Turismo y Desarrollo Sostenible de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

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Carmelo J. León González, catedrático de Economía Aplicada y director de la Cátedra Unesco de Turismo y Desarrollo Sostenible de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPG), participa en el libro ‘La Palma: una isla de oportunidades. Repesando el futuro a raíz de la crisis volcánica’ que ha editado el Servicio de Estudios Económicos y Sociales de la Fundación Fyde CajaCanarias con el fin de “aportar un marco de análisis, de reflexión y de propuestas para la isla de La Palma, a partir de la crisis del volcán Tajogaite, con el propósito de ser inspirador y motivador de acciones que ayuden a construir un futuro mejor”.

El director de la Cátedra Unesco de Turismo y Desarrollo Sostenible de la ULPGC, que titula su artículo ‘Sostenibilidad, capital social y bien común: retos y oportunidades para La Palma’, asegura que “todas las sociedades humanas aspiran a elevar el bienestar social y material a partir de la utilización inteligente, y la explotación, de sus recursos naturales y sus capacidades innatas. Este objetivo suele ir acompañado de otras metas intermedias que facilitan la construcción de una sociedad humana desarrollada. El devenir histórico de La Palma refleja una lucha constante por la superación de sus limitaciones de recursos y su aislamiento para, con una tenacidad y un ingenio destacables, conseguir dar viabilidad a una estructura económica soportada en una especialización agraria y de servicios, con un éxito diferenciador en la provisión de servicios turísticos basados en la naturaleza”.

“La cuestión del desarrollo sostenible de La Palma siempre ha estado en la agenda de los decisores políticos, agentes sociales y sociedad civil, pues como isla de relativo menor tamaño poblacional y territorial en el contexto del archipiélago canario, presenta unos indudables retos para la formulación de una estrategia de desarrollo integral y autosostenido. El desarrollo sostenible conlleva un proceso de transformación estructural de las sociedades hasta que se sientan las bases para una estructura productiva, social y política capaz de dotar de bienestar duradero e integral a todos los miembros de las comunidades implicadas. Las oportunidades surgidas en este proceso son diversas y múltiples, pero deben ser aprovechadas y utilizadas de forma imaginativa para lograr el objetivo deseado”, sostiene.

León plantea “los conceptos de sostenibilidad, capital social y bien común, como conceptos que una vez integrados en un marco holístico de carácter dinámico, permitirían su aplicación a La Palma para sentar las bases para una nueva estrategia de desarrollo para el siglo XXI, que dé respuesta a los retos planteados por la reciente crisis de la covid-19 y el seguido desastre natural de la erupción volcánica. Se necesita un proceso innovador apoyado en los pilares básicos de los conceptos de capital social y bien común para dotar a la sociedad de unas herramientas transformadoras que le empodere en su propio proceso de crecimiento material, social y cultural”.

“Capital natural de alta calidad”

“La Palma presenta un proceso de desarrollo socioeconómico basado en el sector servicios y en una agricultura competitiva centrada en la producción de plátano para la exportación. Además, el capital natural de La Palma ostenta una alta calidad que viene representada por albergar en su seno el magnífico Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, y todos los icónicos ecosistemas terrestres y marinos presentes en distintas partes de la isla, que le imprimen un alto valor estético ligado a la ordenación territorial del paisaje y la personalidad de los lugares. Este patrimonio natural ha constituido el eje tradicional sobre el que se ha articulado el atractivo principal para una demanda turística que ve en la isla la oportunidad de disfrutar de la tranquilidad y de unos bellos paisajes, en sintonía con un buen clima, unos ecosistemas bien conservados, y una población local amable y receptiva”, explica.

“El capital natural de La Palma se ve además magnificado por la alta calidad de su cielo, que ha incitado el desarrollo de una potente actividad científica mediante una amplia red de observatorios de referencia mundial en sus altas montañas, y que se ha intentado utilizar como atractivo turístico para el desarrollo del segmento de turismo de estrellas o astronómico. Desde esta doble perspectiva que combina el capital natural de los ecosistemas terrestres y marinos, con el proveniente del paisaje celestial, se podría proponer una estrategia de desarrollo sostenible que conlleve necesariamente la preservación y potenciación de estos valores, que den impulso decisivo e integrado a las economías verde, azul y del cielo”, apunta.

Por otra parte, Carmelo J. León González, expone que “la historia y antropología de La Palma en su devenir aportan una dimensión global en el contexto planetario, que tiene una proyección universal con una historia plagada de conexiones comerciales con otros continentes e influencias de otras culturas. En la época moderna, esta universalidad se proyecta a través de su particular mirada hacia el cielo, convirtiéndose en uno de los ojos más importantes en el planeta para mirar, observar el espacio a través de la astrofísica y la astronomía”.

Sin embargo, subraya, “a pesar de atesorar recursos ambientales, culturales, históricos y sociales de indudable alto valor, y de haber alcanzado cotas de desarrollo socioeconómico significativas en su devenir histórico, en lo que se refiere al capital económico proveniente de la fuerza de trabajo, La Palma presenta el hándicap de una población humana estancada y con un significativo flujo migratorio hacia el exterior. La migración hacia el exterior no es más que un síntoma destacable de la descapitalización del recurso humano esencial para la ignición de los procesos de desarrollo autosostenidos, pues sin un capital humano desarrollado no se pueden afrontar los retos de un desarrollo sostenible integral e inclusivo”.

Una sociedad con una población envejecida que no es capaz de atraer talento joven

“Aunque la emigración de la población joven y más cualificada se ha suplido en parte con una inmigración de población foránea procedente de Europa y de América del Sur, esta inmigración no ha sido suficiente para impedir el estancamiento poblacional y del capital humano agregado. El balance neto es una sociedad con una población cada vez más envejecida, y que no es capaz de atraer talento joven en cantidad suficiente para la activación de procesos innovadores de desarrollo social y económico integrales y ecológicos”, resalta.

“Ante esta situación de desangre en relación con el factor humano, el reto que presenta La Palma para activar un proceso de desarrollo sostenible basado en el capital social y el bien común, está en la necesidad de atraer a la propia población joven al territorio, de modo que las mejores capacidades humanas no tengan que desplazarse a otras islas de Canarias, o a otras latitudes, para poder obtener un nivel de vida de alta calidad. En La Palma se deben abrir oportunidades para toda la ciudadanía, independientemente de su edad y condición social, en actividades productivas sostenibles, inclusivas, ecocompatibles y de alto valor añadido”, apunta.

“Para conseguir retener y atraer talento y capital humano en La Palma es necesaria la idealización y proyección consecuente de una visión de futuro cercano y a medio plazo, que ofrezca alternativas viables sobre las que transitar en el proceso de desarrollo social. Esta visión tiene que ser creativa y estar potenciada desde la base de los agentes sociales a partir de procesos de participación social colectiva. Se debe construir creativamente sobre los activos del capital natural (cielo, verde y mar) y el capital cultural (historia, salud, antropología), apoyándose en un capital económico que aporte dinámica innovadora y financiera, y enhebrando un proceso social colaborativo, inclusivo y solidario, que refuerce el papel del capital social”, detalla.

“El bien común presenta una incipiente trayectoria de éxito moderado en La Palma, a juzgar por la exitosa labor de las cooperativas agrícolas, que han servido de soporte a la producción y comercialización, mejorando el nivel de vida y el bienestar de las poblaciones del medio rural. Además, hay que destacar la extensa red de pequeñas iniciativas de ayuda mutua (asociaciones, fundaciones, etc.) como formas actuales de capital social. Estas experiencias positivas, en cuanto a la construcción del capital social, podrían servir de ejemplos para profundizar en la economía del bien común y en las sinergias que esta genera en la constitución de un capital social fuerte y avanzado, a la altura de los retos que plantea la modernidad del siglo XXI, que no son otros que los de la integración en una economía sostenible globalizada y extremadamente competitiva, para la cual se necesita apostar por una especialización idiosincrática basada en los valores autóctonos y en las propias ventajas diferenciales”, señala.

 El catedrático de Economía Aplicada de la ULPGC pone como ejemplo “las energías sostenibles, que se van a requerir por la necesaria transición energética del siglo XXI a favor de la descarbonización, se verán facilitadas por el desarrollo de modelos de gestión compartida y solidarios, para lo cual la experiencia del cooperativismo puede aportar un válido punto de partida, además de ejercer de liderazgo en el sector agrícola para esta transición y para su transferencia a otros sectores”.

“En el contexto de una tendencia planetaria hacia los valores de la ecología y la naturaleza, La Palma tiene la oportunidad de especializarse en la producción ecológica e integral de productos agrícolas competitivos para la exportación, utilizando energías limpias y ampliando su proyección universal de isla saludable, en el triple sentido de salud ambiental, económica y social”, asegura, y añade que “esta proyección de isla comprometida con la salud integral de los humanos y del planeta, partiendo de la producción ecológica en toda la isla para el mercado local y exterior, serviría de base para un producto turístico que evolucione desde la tradicional ‘Isla Bonita’ hasta la moderna ‘isla saludable, celestial e inclusiva’, centrada en la producción de cercanía (kilómetro cero) para los servicios turísticos de pequeña o mediana escala, integrados en el territorio y en la sociedad y que, por tanto, reviertan los frutos de la actividad económica en el conjunto de la sociedad”.

“En este proceso de la construcción de un nuevo modelo para La Palma, el papel del capital social resulta fundamental. El capital social necesita explayarse con mayor profundidad y diversidad, abarcando a todos los rincones de la sociedad, e imbuirse de los nuevos valores del siglo XXI que transitan desde el ecologismo y la sostenibilidad hasta la solidaridad y la inclusión social. En el nuevo modelo basado en el bien común, lo importante no es el beneficio económico monetario, sino la calidad del impacto en la sociedad, y para ello el aumento de la escala de la producción y el crecimiento material no constituyen el objetivo principal, sino que es posible lograr un resultado social óptimo a partir de la pequeña y mediana escala, parafraseando la famosa máxima del economista alemán Schumacher consistente en ‘lo pequeño es hermoso’ (Schumacher, E. F. 1985), y lo hermoso debe ser conservado”, manifiesta.

Capital social con efecto aglutinador y diferenciador en el nuevo modelo de desarrollo creativo, inclusivo y solidario

León considera que “se debe enfatizar la imperiosa necesidad de un liderazgo colectivo para que el proceso de conformación del capital social tenga un efecto aglutinador y diferenciador en el nuevo modelo de desarrollo creativo, inclusivo y solidario. Las sociedades avanzadas en la atención de los aspectos humanos y naturales se caracterizan por una visión colectiva que integra a todos los agentes sociales en el objetivo del bien común, y por apostar conjuntamente por acometer las acciones y procesos que conduzcan a las metas que favorezcan el interés general, sacrificando en muchas ocasiones los privilegios y los réditos particulares en beneficio de la colectividad”.

En su opinión, “la consecución del objetivo del desarrollo sostenible está basada en el funcionamiento de la triple hélice de la economía, el medio ambiente y la sociedad, movidas a su vez por los insustituibles pilares del capital económico (físico, humano y tecnológico), el capital ambiental o natural, y el capital social. La confluencia de estos elementos en el desarrollo sostenible se apoya, a su vez, en las sinergias e interacciones entre las diferentes formas de capital que dan lugar a procesos de generación innovadora y autosostenidos de bienestar social, que se elevan por encima de lo puramente material o crematístico”.

Defiende que “La Palma cuenta con un importante acervo de capital natural y con un denodado capital físico y humano, que le ha permitido estructurar una economía basada en la especialización agrícola y turística. Sin embargo, la atonía histórica del modelo de desarrollo tradicional se encuentra ahora más subyugada por los retos planteados a raíz de la crisis del covid-19 y de la erupción volcánica de 2021. La profundización del desarrollo sostenible requiere una mayor impronta en el despliegue del capital social en todo su potencial, apuntalando los principios sobre los que se articula la sociedad civil basados en la confianza, la solidaridad, la reciprocidad y la inclusión social”.

“El desarrollo del capital social a través de redes de emprendimiento creativo basados en la triangulación de los recursos del mar, la tierra y el cielo, abriga tanto el reto como la oportunidad para crecer en lo material, pero también en lo inmaterial y lo inclusivo, ofreciendo a la población local un modelo de vida basado en la economía del bien común, y apoyado en actividades creativas y competitivas, donde la preocupación por la escala y el beneficio privado no representa lo más importante, sino la satisfacción y el bienestar social e integral de toda la ciudadanía. De este modo se podrá evitar la continua sangría de capital humano que ha afectado a La Palma en las últimas décadas, constituyéndose en una sociedad que fije y atraiga talento, y ofreciendo la necesaria esperanza de crecimiento en bienestar a las generaciones venideras”, concluye.

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