Morder el polvo
La primera en la frente llegó inmediatamente después del escrutinio. Sal tú, no sal tú, que a mí me da risa. Ni salía María Guardiola (PP) ni salía Óscar Fernández (Vox). La liturgia de las noches electorales saltó por los aires cuando la candidata de los populares aparecía al filo de la medianoche para ¿celebrar? el resultado y proclamarse vencedora de las elecciones. Pero no lo hizo la última, después del resto de candidatos, como corresponde a esa norma no escrita en la que los políticos respetan el orden de aparición en función de los resultados para comparecer ante los medios y ceden la última palabra a quien se ha impuesto en las urnas.
Con Vox no hay liturgia que valga, ni normas no escritas, ni protocolos a seguir. Tras Guardiola, como si fuera el ganador de las elecciones, comparecía el candidato de la ultraderecha para arrogarse la victoria moral de la jornada. El partido ultra fue el que más creció en las elecciones del pasado domingo. Ganó seis escaños más de los que tenía (de cinco a 11) y 40.000 votos respecto a los comicios de mayo de 2023. Pero la popular Guardiola besaba su medalla de la virgen del Carmen para agradecer no se sabe bien qué porque anticipó las elecciones para tener mayoría absoluta y, tras perder 8.000 votos, solo ha sumado un escaño más. Otra vez tendrá que buscar el apoyo de Vox para su investidura y negociar con Santiago Abascal para sumar los cuatro diputados hasta los 33 que necesita para seguir en la presidencia.
Desde la madrileña calle Génova, Tellado se asignaba la última palabra para hacer la primera extrapolación de los resultados a nivel nacional: “La voz de los extremeños está resonando en toda España. Se abre un horizonte de ilusión y esperanza. Es una paliza para la historia. El PSOE se ha hundido. Se adivina un horizonte de cambio y de ilusión. Una ola de dignidad se está levantando para acabar con Pedro Sánchez, a quien le espera una agonía electoral”. Al PP nacional, con quien Guardiola no ha contado en esta campaña, le importan poco Extremadura, su candidata o las condiciones que pueda imponer ahora Vox. De hecho, su secretario general ni mencionó al partido de Abascal, que por supuesto no iba a concederle a Tellado la última palabra de la noche, por lo que se apresuró a cerrar con su presencia la jornada.
Le faltó salir a lomos de un caballo blanco, pero lo hizo en todo caso henchido de gozo y dispuesto a dejar constancia de quién tendrá la última palabra. El líder de los ultras ya advirtió que sus electores “no van a ser invisibilizados” y que defenderá cada uno de los votos con uñas y dientes. Vamos, que Guardiola se olvide de esa abstención, que ya pide Feijóo a sus aliados de bloque. O gobierno con Vox o repetición electoral porque no está el PSOE para filigranas, después de la debacle sin paliativos de Miguel Ángel Gallardo.
La popular va a tener que morder mucho polvo si quiere seguir en la Junta porque la ultraderecha, sillones no se sabe aún si querrán o no, pero sí un gran cambio en la política agraria, la migratoria, la de género y los impuestos. Dicho de otro modo: que asuma todos sus postulados ultras. Y que son lentejas. O las toma o las deja.
Sí, la derrota del PSOE es histórica; la victoria del PP, inapelable; el mapa lo dominan las derechas en un territorio hasta ahora hegemónico para los socialistas, pero el nuevo ciclo no lo determinará el partido de Feijóo, sino el de Abascal con todo lo que ello supone para Extremadura y, si no cambia la tendencia, para el resto de España. Próxima parada: Aragón. ¿Y Sánchez? Sánchez, ni palabra. Su aportación del lunes postelectoral fue para darle la portavocía del Gobierno a Elma Saiz, ministra de Migraciones y Seguridad Social y nombrar a Milagros Tolón, ministra de Educación y Deportes. Inexplicable lo uno y lo otro. Lo primero por la vinculación de Saiz con el clan navarro de Cerdán y compañía. Lo segundo porque ya son ganas de cabrear aún más a Page con la patada hacia arriba de su mayor crítica en Castilla-La Mancha. ¡Qué necesidad!
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