Extremadura muta a un mapa con dominio de las derechas, pero ata inexorablemente el destino de Feijóo al de Abascal
Al PP le robaron la democracia, pero no los votos. En esta dictadura sanchista en la que la derecha dice vivir y en la que las instituciones están secuestradas, Extremadura ha votado libre y democráticamente. A favor de la continuidad y en contra de un cambio de gobierno como el que salió de las urnas en 2023. La que fuera tierra hegemónica del socialismo dibuja hoy un mapa de dominio claramente de las derechas -que suman el 60% de los votos- y un PSOE que cae a plomo. El PP es hoy más dependiente aún de la ultraderecha, que avanza imparable en España, como en el resto del mundo. Un escenario, sin duda, perturbador para un Feijóo cuestionado dentro y fuera de su partido por su falta de autonomía y que para la izquierda del PSOE abre una puerta de esperanza, ya que se registra un tímido cambio de tendencia en el que la unidad cotiza al alza, al sumar 3 escaños más que hace dos años y medio.
Ganan, sí, los populares, con un solo escaño más que en 2023, pero sin la mayoría absoluta a la que aspiraban para gobernar en minoría y por la que convocaron estas elecciones. El PP sube, pero necesitará el apoyo de un Vox muy reforzado -sube 6 escaños- que dobla su presencia en el Parlamento. La ultraderecha sigue siendo un problema, pero también la única solución para que un Feijóo, ya echado al monte, pueda llegar a La Moncloa. Y será este el único consuelo al que pueda aferrarse el PSOE, que cae a mínimos históricos en el que fue uno de sus principales bastiones electorales, y para el que se presenta aciago y agónico el nuevo ciclo electoral.
Nunca el PSOE se lo había puesto tan fácil a la derecha. La corrupción, los casos de acoso sexual y un candidato sin carisma alguno y a punto de sentarse en el banquillo eran un plato difícil de digerir para el electorado progresista, que ha preferido o quedarse en casa o votar otras siglas. Tanto que los socialistas han retrocedido 10 escaños y bajado del umbral del 30% de los votos. ¿Y ahora qué? Ahora todo seguirá igual, de momento. Sánchez, en La Moncloa y Feijóo, en la oposición. Nada de lo que arroja esta convocatoria cambiará la actual aritmética del Parlamento nacional, donde el PP no tiene más aliado que Vox y carece de apoyos para una moción de censura.
Hoy, los españoles hablarán no del Gobierno sino de la lotería nacional, de los preparativos de la cena de Navidad y de los regalos que aún les faltan por comprar. De hecho, en La Moncloa confían en que con el paréntesis vacacional se olvide la noche del 21D y en enero puedan retomar la agenda social, si bien nada hace pensar que la derecha vaya a echar el freno en su ofensiva contra Pedro Sánchez y todo su entorno mucho menos después de una derrota histórica como la de la noche de este domingo.
Habrá más ruido, más furia y más polarización. Porque si lo de este domingo era un plebiscito sobre Sánchez, como sostenía Feijóo, los populares redoblarán la presión para que el presidente convoque elecciones generales con el argumento de que los españoles -aunque solo hayan votado los extremeños- han hablado con claridad y han empezado a escribir el principio del fin del sanchismo. Pero el líder del PP tampoco podrá ignorar que la alternativa pasa sí o sí por un gobierno de coalición con Abascal porque lo del Ejecutivo de concentración o la posible abstención del PSOE que circula entre los analistas no siempre bien informados para que Feijóo pueda gobernar en minoría no es más que el sueño húmedo que recorre algunos mentideros de la M-30 y que supondría la liquidación del socialismo durante lustros.
El debate hace tiempo que supera partidos, propuestas o matices y solo gira en torno a una persona y a su entorno más cercano: Sánchez sí o Sánchez no. Así que desde esta misma noche Feijóo, por muy amarga que sea la victoria, se empleará aún más en ello porque Extremadura era el primero de los cuatro territorios que consecutivamente celebran elecciones hasta el primer semestre de año. Y las expectativas no son mejores para el socialismo ni en Aragón, ni en Castilla y León ni en Andalucía.
Así que los comentarios de trazo grueso girarán desde este mismo lunes sobre una nueva era política y la supuesta defunción del sanchismo y pasarán por alto la necesaria dependencia que el PP tiene de la ultraderecha o la impropiedad del candidato Miguel Ángel Gallardo, cuya valoración estaba por debajo de la marca e incluso de la de Sánchez. Queda la duda de si con otro cartel electoral, los socialistas hubieran remontado el vuelo y aguantado el resultado de 2023, pero que con Gallardo el socialismo iba al matadero era un hecho indubitable. Y que este domingo no presentara su dimisión irrevocable, tras perder entorno al 45% de los votos y más de 100.000 papeletas respecto hace dos años retrata también la personalidad del gran derrotado de la noche.
Extremadura no era cualquier plaza para el PSOE, ya que desde el año 1983, cuando tuvieron lugar las primeras elecciones autonómicas, había sido siempre el partido más votado en todas las citas electorales, excepto en las de 2011. Una hegemonía que no siempre se tradujo en tener el poder institucional, como ocurrió tras los comicios de mayo de 2023, cuando los socialistas volvieron a ser el partido más votado, pero no lograron revalidar el gobierno de la Junta. El empate en el número de escaños entre bloques permitió un acuerdo parlamentario entre el Partido Popular y Vox que desplazó a los socialistas del poder autonómico, marcando un punto de inflexión en la política regional que ahora se consolida.
Si la tendencia de Extremadura se repitiera en territorios claves para el PSOE como Andalucía, y Sánchez no adopta medidas drásticas empieza a ser una ficción que el presidente pueda mantener intacta su hoja de ruta hasta 2027, pese a que La Moncloa trate de alejar la lectura nacional de este carrusel de elecciones autonómicas. Por muy malos que hayan sido los resultados de este domingo, la legislatura seguirá, Sánchez tratará de reactivar los acuerdos con sus socios y sacar rédito, frente a Feijóo, del empuje de Vox y de la incapacidad del PP para activar el voto útil frente a su competidor de bloque.
El PSOE retrocede, el PP avanza tímidamente, pero es la ultraderecha quien más gana incluso en un territorio donde su agenda incurre en flagrantes contradicciones y en el que la población joven, su principal caladero, gracias a la comunicación en redes sociales, escasea. Tampoco es menor el resultado de UPE, que introduce un cambio de tendencia a la izquierda del PSOE con el que se demuestra que la unidad, con o sin Yolanda Díaz, cotiza al alza en las urnas y la división y los personalismos lastran, pese a que hay dudas razonables sobre si la experiencia puede repetirse a nivel nacional.
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