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El volcán de La Palma arremete con fuerza durante la noche y se aprovecha de la vulnerabilidad de la isla

Vista del volcán desde el barrio de La Laguna, en Los Llanos de Aridane

Toni Ferrera

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Eran las 23:00 horas de este lunes cuando Chicho, como así lo conocen, andaba petrificado observando el avance de la lava por el polígono industrial de Los Llanos de Aridane, en La Palma. Él vive en La Laguna, unos metros más arriba del Camino de La Cruz Chica y del local de Carmen y Pedro, una de las pocas tiendas de barrio en el municipio que ha sobrevivido (por ahora) a la erupción. Y aunque le cuesta atinar porque apenas ve, señala con poca confianza una nave del polígono con las siglas ASPA en azul y blanco, al igual que hizo Pablo, cliente VIP del Bar Central, y avisa: “Si eso cae, la colada viene para acá. Va buscando el cauce”, indica, mientras acerca su móvil para mostrar algunos vídeos de rocas a mil grados triturando edificaciones y enumera los comercios que podrían seguirlas. “Se fue una farmacia, el SPAR no sabemos si se lo lleva o no, los piensos de Casa Chicho tampoco… Se acabó media vida”.

Esta semana, el volcán de La Palma está arremetiendo con fuerza durante la noche aprovechando que menos gente lo ve. Algunos se refieren a él como un niño pequeño que patalea de madrugada. Por el día parecía difícil que se cumplieran las predicciones de Chicho hace poco más de 48 horas, pero ahora están cada vez más cerca de consumarse, con el SPAR de La Laguna a punto de arder y cientos de vecinos de este hogareño vecindario abandonándolo y cargando en camionetas de plataneras una pequeña maqueta física de sus casas.

El Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico de Canarias (PEVOLCA) ordenó la noche de este miércoles una nueva evacuación en la zona que va desde el sur del Camino de La Cruz Chica, en el cruce con el Camino Los Campitos, siguiendo el Camino Morro Cabrito hasta alcanzar la carretera LP-2. Unas 25 personas han recibido la orden y han sido realojadas prácticamente de urgencia, pues no se esperaba que la lava que discurre más al noroeste se acercara tanto al límite de la zona de exclusión. Ha ido más deprisa cuando se han apagado las luces. Ya son más de 6.000 residentes los que, un día más, duermen fuera de sus hogares.

Dentro de ese total de afectados está Pino, a quien le cuesta enlazar cuatro frases seguidas. Cuando está cerca de hacerlo, echa a llorar. No consigue apreciar si su casa, por debajo del campo de fútbol de La Laguna, está siendo afectada. Ella, desde la iglesia de Tajuya, en El Paso, casi a la una de la madrugada, no lo tiene claro. “Está el coche de la Guardia Civil, yo lo veo. Llegó ahora. Mi casita está ahí, en la orilla de la carretera”. A Pino no la tranquiliza el testimonio de otros vecinos, que por el momento sostienen que su vivienda permanece intacta. “Yo no creo que haiga [sic] Dios ninguno. Imposible que Dios mande una cosa de esta”, lamenta entre lágrimas.

A Pino la desalojaron el primer día de la erupción. Su hija, por otro lado, ha tenido que correr varias veces. “Reventó el volcán y salimos para casa de mamá. Vamos para casa de mamá y a las seis y pico de la tarde nos evacúa la Guardia Civil. Vamos para casa de mi suegra, a la una y media de la mañana nos evacúan de allí. Vamos para casa de una cuñada y a los dos días volvemos a casa de mi suegra, de donde me desalojaron ayer”, relata. “50 años trabajando y luchando para esto”, agrega Pino, “esto no es normal, esto termina con todo”.

Desde el último derrumbamiento parcial del cono volcánico, una lengua de lava muy fluida cae más al norte de la principal, arrasando con terreno virgen sobre el que no hubo afección en las primeras semanas de actividad. Desde la iglesia de Tajuya se observa cómo el rojo lustroso del material magmático pierde brillo en su camino al mar porque se va enfriando, pero a su paso va expulsando columnas de humo negro y blanco, esto último cuando entra en contacto con depósitos de agua, muy abundantes en la zona, aclaran los palmeros.

De noche, en el cielo solo se ve una nube de color rojizo que, junto a los rugidos, son la forma que tiene el volcán de comunicarle al pueblo su decisión de permanecer unas semanas más. Según ha explicado la portavoz del Comité Científico del PEVOLCA, María José Blanco, el volcán de Cumbre Vieja expulsa unas 17.000 toneladas diarias de dióxido de azufre (SO2). Tendría que bajar a 100 para que la erupción llegara a su fin.

En un bar de Los Llanos suena la televisión canaria. El programa estrella del último mes, Una hora menos, anuncia que las autoridades han ordenado la evacuación de algunas calles de La Laguna mientras la pantalla muestra la imagen en directo de la principal boca eruptiva escupiendo y tragando lava, desarrollando una actividad estromboliana, y otra boca, un poco más abajo, en la que se está dando una actividad hawaina por la fluidez del magma expulsado. En la barra del bar, dos clientes se miran y ríen. Algo les ha parecido gracioso. “Hawaina, estromboliana… Dentro de poco veremos erupciones camboyanas, peruanas… Todo lo que termine en ana”, bromean, tratando de dibujar una sonrisa entre los palmeros.  

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