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¡Es el mercado, amigo!

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Edimburgo, 9 de marzo de 1776

Adam Smith publica An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, conocida en español como La riqueza de las naciones. En la que muchos consideran como la base fundacional de la teoría del liberalismo económico, Smith habla sobre la autoregulación del mercado de la siguiente forma:

“Cada individuo, al buscar su propio interés, frecuentemente promueve el de la sociedad más efectivamente que cuando realmente intenta promoverlo. Me parece que en esto se ha obrado como por una mano invisible”.

Sobre la libre competencia:

“Las personas del mismo oficio rara vez se encuentran juntas, incluso para divertirse y recrearse, sin que la conversación termine en una conspiración contra el público o en algún artificio para elevar los precios”.

Así, el escocés confía en que los mercados se van autoregular por una mano invisible y que va a existir una sana y libre competencia que beneficiará a las empresas, a los consumidores y a la sociedad en general.

Ginebra, 15 de enero de 1925

Se firma el acuerdo de uno de los cárteles industriales más famosos de la historia En la mesa se sientan los principales fabricantes de bombillas del mundo.

  • Osram – Alemania
  • Philips – Países Bajos
  • Compagnie des Lampes – Francia
  • Associated Electrical Industries (AEI / Mazda) – Reino Unido
  • General Electric – Estados Unidos
  • Tokyo Electric Company – Japón
  • Tung-Sol – Estados Unidos
  • Swiss Electric Lamp Manufacturers (CGE) – Suiza
  • Società Edison – Italia

Los representantes de las diferentes compañías firman un documento en el que se establece que la duración de las bombillas no podría superar las 1.000 horas de uso, se detallan también las cuotas de mercado que debe tener cada empresa y los precios a establecer para el producto en cada país. Una sociedad con sede en Suiza (Phoebus S.A.) controlaría el cumplimiento de los términos del contrato y aplicaría sanciones a las empresas que no cumpliesen con alguna de las cláusulas. Cualquier innovación en el ámbito de las bombillas debía ser aprobada por el consejo de administración del cártel.

Queda patente que Adam Smith se equivocaba. El capitalismo no tiende hacia el libre mercado, sino hacia la concentración empresarial y al oligopolio o directamente al monopolio. ¿Por qué van las empresas a dañarse entre sí haciéndose la competencia, cuando pueden ponerse de acuerdo entre todas para garantizar sus beneficios?

Carrera de San Jerónimo, Madrid, 9 de enero de 2018

Comparece Rodrigo Rato en el Congreso de los Diputados, en el marco de la Comisión de Investigación sobre la crisis financiera. En una comparecencia de más de cinco horas, el que fuera en su día el padre del milagro económico español, tótem de la gestión económica del Partido Popular, ministro de Economía y Hacienda, director gerente del Fondo Monetario Internacional y presidente de Bankia esquiva sus responsabilidades y reparte críticas contra diversas instituciones e individuos implicados en la crisis bancaria española.

La desvergüenza de Rato alcanza su apoteosis cuando uno de los diputados le pregunta sobre las pérdidas que han sufrido los clientes y los accionistas de Bankia durante su gestión y su responsabilidad como presidente de la entidad en la época de la crisis financiera. El que otrora fuera gurú económico del PP se descuelga con una frase emblemática: “¡Es el mercado, amigo!”.

Así, un supuesto genio de la economía lo único que tiene que decir al respecto es esto. Es el mercado, es la mano invisible la que marca la dinámica de los mercados financieros y no hay ningún responsable, sino el mercado, ¡amigo! Desde su torre de marfil, Rato banaliza sobre la crisis de una entidad que él mismo presidía y no es capaz de aceptar un mínimo de autocrítica en su gestión.

Parece que Rato tiene la respuesta definitiva para cualquier situación: un axioma neoliberal perfecto para cualquier situación.

Que llevas meses en lista de espera para una operación y no te puedes permitir un seguro médico privado: es el mercado, amigo.

Que tienes un familiar con dependencia, el Estado no te ayuda y no tienes recursos para atenderle: lo del mercado, amigo.

Que nadie investiga para curarte de una enfermedad rara: es el mercado.

Al igual que en la Edad Media se achacaban las desgracias a la voluntad de los dioses, ahora hay un nuevo Dios que decide lo que va a ser de nosotros. Cualquier infortunio es inevitable si así lo decide el Dios Mercado.

Gran Canaria, 15 de agosto de 2025

Rodrigo Rato ha demostrado su gran pericia en la gestión económica, pero no en beneficio de España, ni del FMI, ni de Bankia, sino del propio Rato, llegando a atesorar un patrimonio estimado en torno a los 27 millones de Euros. No está nada mal para alguien que cobraba menos de 70.000 euros como ministro. Para llegar a acumular tal suma, Rato tuvo que cometer delitos como fraude fiscal, blanqueo de capitales y corrupción entre particulares. Pero bueno, ya se sabe, es el mercado ¿no? ¿Qué le vamos a hacer?

Me gustaría reflexionar sobre la existencia o no de un verdadero libre mercado en nuestro país: En la generación y comercialización de electricidad, tres grandes empresas controlan la práctica totalidad del mercado. El mismo número se repite en el suministro de carburantes y de gas natural. Las telecomunicaciones están controladas por 4 grandes empresas. En la banca ya se concentran la inmensa mayoría de depósitos, créditos y sucursales en sólo tres entidades. El pastel del transporte marítimo interno se lo reparten mayoritariamente entre dos compañías. La gran distribución alimentaria es dominada claramente por tres multinacionales. La inmensa mayoría de la inversión publicitaria y de la audiencia televisiva se centra en dos grandes grupos mediáticos.

Parece que el terreno se encuentra abonado para que existan muchas Phoebus S.A., muchas reuniones en las que se deciden desde los reservados de un restaurante los destinos del consumidor, los precios de los productos o servicios, las cuotas de mercado, las fusiones, el despido masivo de empleados… O quizá es que tengo un problema de fe y debería creer en los designios del gran Dios Mercado.

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