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Caspavisión

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Dramatización generada con IA sobre la manipulación israelí de Eurovisión.

Advertencia: voy a escribir un artículo completo sobre el Festival de Eurovisión sin haber visto un minuto de la edición de este año. Las opiniones vertidas en este texto son fruto exclusivamente de la mala leche, la socarronería, la memoria selectiva, las opiniones preconcebidas y la cafeína consumida por el autor.

¿Recuerdan aquel anuncio de compresas en el que se preguntaban: “¿A qué huelen las nubes?” No sé por qué, pero me ha venido ahora a la cabeza, mezclándose con reflexiones variadas sobre el Festival de Eurovisión. Me he preguntado ¿a qué huele Eurovisión? Muchos de los que hemos estudiado publicidad nos hemos encontrado a lo largo de nuestra vida académica haciéndonos esta serie de preguntas absurdas propias de los flipados del marketing. Recuerdo que teníamos que dirimir en grupos a qué podía oler cada marca. Supongo que es un buen ejercicio para obtener la percepción más primaria que tenemos sobre una marca registrada de cualquier tipo.

Pues bien, voy a recuperar esa temporada estudiantil, en la que creíamos que íbamos a configurar marcas, cambiar la percepción del consumidor, fidelizar a las masas a través de la publicidad; y acabamos mayormente realizando tareas de cualquier otro tipo o en el desempleo, arrasados por la peor crisis financiera desde 1929. 

Al grano: Eurovisión me huele a caspa, a humo de Krüger o de Ducados negro, a tónico de afeitado Varon Dandy, a colonia Brummel, al aliento de un borracho de anís, al eructo de un indigesto de callos, a torreznos manidos. Es una marca completamente irrecuperable, es imposible reciclarla. Su imagen pública está totalmente denostada. Si la huelo un poco más de cerca, me huele también a sangre, la sangre de los niños de Gaza masacrados diariamente por Israel. Resulta que los sionistas, aparte de amañar el televoto, se dedican a patrocinar el festival a través de la marca Moroccan Oil. Hábiles en el marketing, como siempre, usan una marca con nombre marroquí para una empresa con sede en Nueva York para patrocinar un evento europeo. ¡Toma ya!

Mientras tanto, Radio Televisión Española se dedica a echar paladas de dinero público al horno con la promoción de un festival completamente desfasado para el público general. Si tuviera que poner una fecha de caducidad a este esperpento televisivo, que ya fue calificado en su momento como “el programa más aburrido del año”, sería la firma del tratado de Maastricht. 

Eurovisión cumplió su función en el ámbito geopolítico europeo, como parte de un proceso de integración del continente hacia una unidad política superior. Digamos que Eurovision fue a Europa lo que el Festival de Sanremo fue a Italia. Hasta ahí. Pero ya se acabó. Ahora mismo el festival sólo puede llegar a ser entretenido por lo que lo rodea, no por las propias canciones. Se ha convertido en un circo. 

Imaginarte a esos agentes del Mossad movilizados en la misión del televoto sionista, poniendo a sus bots informáticos a emitir llamadas para apoyar a bandera con la estrella de David la verdad que es enternecedor. El anuncio al día siguiente de Netanyahu de invadir la totalidad de la Franja de Gaza ya me borró la sonrisa y me devolvió a la cruel realidad. No dan ganas de cantar. 

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