Espacio de opinión de Canarias Ahora
Una nueva oportunidad para la izquierda canaria
Es posible que una de las mayores víctimas de la nueva política haya sido el lenguaje, retorcido por un movimiento que se llenó de palabras bellas y comportamientos feos, sobre todo hacia dentro: mientras sus portavoces predicaron a los cuatro vientos que lo suyo era puro amor y cuidados, hubo un momento en el que perdimos la cuenta de las puñaladas que se habían dado, en público y en privado, Podemos, confluencias, influencias y refluencias de todo tipo.
No digo que no existiera en mucha gente una vocación política genuina, pero el narcisismo imperante, que no sé si es una cosa del ser humano o del ser neoliberal, le arrebató el protagonismo a la ciudadanía que se había hecho militante y que creyó que la gente normal había llegado a las Cortes el día en el que Pablo Iglesias colgó la chaqueta en el asiento del Congreso, las rastas de Alberto Rodríguez atraparon la mirada de Rajoy y Carolina Becansa le dio el pecho a su bebé desde el escaño.
Ese tiempo se cerró: por ahora, Pedro Sánchez parece que resiste como principal referente de la izquierda española, a pesar de Ábalos, Koldo y Santos Cerdán. Y a la izquierda del PSOE hay un rebumbio -con excepciones, como la mirada lúcida de Gabriel Rufián- que anda desperdigado ante el dilema de qué hacer frente al avance de la extrema derecha sin interiorizar todavía que la humildad quizá sea el mejor paso para construir algo útil.
Por eso resulta interesante ver cómo la izquierda canaria conversa sobre una confluencia para las próximas elecciones generales y autonómicas donde resuena la referencia histórica de la Unión del Pueblo Canario. Cuando nadie en el establishment de las Islas lo esperaba, dirigentes de varias formaciones políticas -Nueva Canarias, Podemos, Sí Se Puede, Iniciativa por La Gomera, Lanzarote en Pie, Izquierda Unida y Movimiento Sumar- se han sentado para explorar la posibilidad de un acuerdo político y programático.
En sí mismo, tiene este esfuerzo algo que refleja la singularidad canaria, pues se sientan en una mesa gente de todo tipo dispuesta a ignorar las inquinas políticas que se cuecen en Madrid. Pero además, es un giro de guión que parte de una hipótesis nada descabellada: la de que existe una izquierda sociológica canarista que va desde el federalismo al soberanismo y que podría sentirse identificada con un proyecto cultural y político moderno y profundamente arraigado en el territorio; comprometida con las necesidades de transformación, conservación y autoafirmación como pueblo que se responsabiliza de su destino sin estar permanentemente mirando a Madrid, que es lo que hacen los sujetos coloniales y subalternos. Nunca desde 1993, cuando una gran parte de Ican decidió estar en la formación de Coalición Canaria, hubo una posibilidad como la de ahora para reconstruir la izquierda canarista. Con tal cantidad de sensibilidades y procedencias.
Falta ver si ese proceso se concreta. Y saber qué harán otros actores, especialmente Proyecto Drago. En principio, parecen reticentes, como si creyeran que el trabajo nada desdeñable de sus dos concejales de La Laguna y de su militancia, la labor de su equipo de comunicación y su presencia en los medios -algunos ellos interesados en una izquierda canarista dividida-, pudiera ser suficiente para movilizar a un votante abstencionista profundamente desconfiado de la política.
Quizá me equivoque, pero no creo que sea realista: Drago tuvo en 2023 muchos votantes que venían de la izquierda, politizados. Pero entre quienes defienden que “todos son iguales”, quien sube, según las encuestas, es la ultraderecha -versión Vox o versión Alvise-, que se mueve con naturalidad en esa pulsión destructiva de querer mandarlo todo a tomar por saco. Que tiene mucho más dinero y ningún escrúpulo para que su mensaje alimente hasta el resentimiento el malestar legítimo de muchos sectores de la ciudadanía ante un futuro que les parece invivible.
Tampoco resulta demasiado plausible que protagonicen una revolución electoral a través de las redes. Aunque cada vez más intoxicadas y menos ilusionantes, las redes mantienen su potencial. Pero como ha demostrado recientemente la victoria de Zoran Mamdani en Nueva York, no hay triunfo político posible sin un ejército militante dispuesto a tocar puerta a puerta, barrio a barrio, para cambiar la mirada de la gente. Y eso creo que Drago, por sí solo, no lo tiene.
Aunque puede que no sea un ejército, el conjunto de la izquierda canarista sí es un movimiento, como reflejan las manifestaciones que se producen cada cierto tiempo en las calles canarias. Con sus insuficiencias, con sus diversidades, con sus luchas políticas y sindicales, su legado histórico y su capacidad de resistir al paso del tiempo. Gracias a mucha gente normal y corriente que no busca protagonismos.
En lugar de grandes liderazgos, que suelen acabar en una especie de saturación mediática tras un momento inicial de sorpresa, probablemente sea el momento de ensalzar el papel de las hormiguitas que trabajan poco a poco, trenzan alianzas y construyen algo importante. Lentamente, sin hacerse notar demasiado. Hasta que los nuevos proyectos se hacen inevitables.
Sobre este blog
Espacio de opinión de Canarias Ahora
0